Los caminos del conocimiento son tortuosos. El (des-encuentro) con las ideas es un viaje de ida… y vuelta. Poco importa como el autor nos encuentra, si es que lo hace. Puede ser por recomendación u omisión. Puede tratarse de una asalto o de una renuncia. Muchas veces nos olfatea, hojeamos tapa y contratapa y lo dejamos tieso sobre la mesa de novedades o de saldos. Me pasó a mi con Imperio de Michael Hardt y Antoni Negri, publicado en el 2000 por Harvard University Press. Recomendado por alguien lo tuve en mis manos en Octubre pasado en Nueva York y no me hizo en ese momento ni fu ni fa. Ayer mis amigos de Paidós me dieron una copia.
Solo de meternos en la introducción nos anoticiamos de un aire renovado. Aquí no vale la pavada de la filosofía política tradicional. Aquí no se reiteran letanías acerca de la democracia, que han llevado al colapso de nuestro país, por su formalismo y vetustez. Todo ese discurso hojalata que pontifica pero que no entiende nada de lo que pasa en un mundo globalizado, donde la soberanía se corrió de lugar, y en donde los políticos, los empresarios y los chantapufis tienen implantados un chip made en el siglo XIX. No, aquí se habla de la transición del imperialismo al imperio, de la producción material a la de la subjetividad, del pasaje del intercambio a la producción. Es un tratado de biopolítica y como tal se sitúa en los vértices de un triángulo en donde están por derecho mas que propio Giorgio Agemben y Michel Foucault. A ver quienes animan a balizarlo. Porque si no reprogramamos nuestras teorías de la política nos vamos todos al joraca.