Un alumno nos recomendó en el weblog de Gaby Sued que la fuéramos a ver. La fusión de realidad y ficción siempre nos alentó. Ver convertidas a las teorías científicas en pasto de excelentes actores también nos intrigaba. Con tamaña combinación de estímulos fuimos a ver la obra Copenhague de Michael Frayn (ver foto a la derecha) al Teatro Municipal San Martín, y lo que vimos no solo nos deslumbró, sino que nos hizo funcionar a mil la cabeza. Que suerte.
Son muy contadas las ocasiones en que podemos palpar -vivas hasta la incandescencia- a las ideas in status nascendi, en el momento de germinar. Y a diálogos, disputas y controversias en donde éstas están teñidas de gruesos dilemas morales, como en esta pieza, no se la pierdan.
1. Los libros no explican, solo preguntan
Hay un libro, mucho mas comentado que leído, que tiene por disparador en cada uno de sus capítulos una fecha. Y la retahíla de sus capítulos se ordena sin ton ni son- aparentemente- de lo que el calendario exigiría.
Se trata de una obra impresionante (por volumen y ambición, por exceso y por sofisticación, por llamativo e innovador). Son 640 páginas abrasadoras salidas a la calle en el mítico 1980 cuando tantos números unos de las ideas (Lacan, Sartre, Marcuse, Barthes, Bateson, Piaget) morían pra siempre.
El titulo es esotérico pero el subtítulo es bien revelador. Se trata de Milles Plateaux (Mil Mesetas traducido por Seix Barral) la parte 2 de Capitalismo y Esquizofrenia de Gilles Deleuze (1925-1995) y de Felix Guattari (1930-1992) -la primera parte había sido el celebrísimo «El anti-Edipo». Aquí hay un racconto del poder de Mil Mesetas ; (Para 17 años de seminarios sobre los tema seminales de Mille Plateaux ver la descripción de sus seminarios en Vincennes y Saint Dennis entre 1971 y 1987.
Después de la célebre introducción que vagó como obra independiente bautizando la función de Rhizoma, el resto de los capítulos salta alocadamente de 1914 con uno o mucho lobos, pasando por el 10.000 AC y la geología de la moral, o el 20 de noviembre de 1923 y los postulados de la ling¸ística.
Pero también se aposentan en 1227, en el tratado de Nomadologia y la máquina de guerra, en el 7.000 AC y el aparato de captura y en 1440 con Lo liso y lo estriado.
Saltando imperceptiblemente de la comprensión mas luminosa al lenguaje mas denso e incomprensible, esta obra diáfana/impenetrable nos habla del espacio liso o Nomos y de su diferencia con el espacio estriado, lo que llena el espacio liso, el cuerpo y su diferencia con el organismo. Lo que se distribuye en este espacio, rizoma, choques y multiplicidades. Lo que pasa, los devenires y las intensidades. Las coordenadas trazadas, los territorios, la tierra y la desterritorializacion. El cosmos.
Algún día deberemos construirle un monumento a Deleuze y a Guattari por como nos enseñaron a pensar. Pero hoy solo consignamos su método de trabajo en términos de una versión temporalizada de Arquímedes.
El inventor de la física y la dinámica de los fluidos nos pedía un punto, donde anclar una palanca, para mover al mundo. Deleuze y Guattari hacen lo mismo pero con una fecha o un momento en el tiempo. Dénme una fecha en el tiempo y moveré a la historia es su convocatoria. Y aunque probablemente Michael Fray, el autor de Copenhague, jamás los haya leído o quizás ignore completamente su (in)-existencia lo cierto es que esa obra que nos ocupará a lo largo de dos o tres días, es una operación tipicamente mil mesetiana.
Porque aunque Deleuze no incluyó septiembre de 1941 como un escalón en su periplo, bien podria haberlo hecho. Y en ese caso se hubiese tratado sin duda de lo mismo de lo que se ocupó Michael Frayn, el dramaturgo londinense nacido en 1933, quien se hizo la pregunta que nos repica insistentemente desde que vimos la magistral pieza, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martin. Se trata de la versión dirigida por Carlos Gandolfo con Alicia Berdaxagar como Margarethe Bohr, Juan Carlos Gené como Niels Bohr y la magistral interpretación de Alberto Segado en el rol de Werner Heisenberg.
2. ¿Qué fue a decirle Werner Heisenberg a Niels Bohr en septiembre de 1941?
¿Qué fue a decirle Werner Heisenberg (1901/1976) -el mas grande físico teórico alemán de las entreguerras- a Niels Bohr (1885/1962) -ambos ganadores del Premio Nobel (Bohr en 1922, Heisenberg, diez años después) en septiembre de 1941, a Estocolmo, en ese momento ocupada por las nazis?
Entre las posible pésimas lecturas (¿después de todo Deleuze y Guattari no enfatizan hasta al cansancio que un libro no quiere decir nada, ni significante ni significado, ni hay nada que comprender en un libro, y que lo único que hay que preguntarse -como hace Heisenberg a lo largo de toda la pieza- es con qué funciona, en conexión a que hace o no pasar intensidades, en que multiplicidades se mete y metamorfosea las suyas propias, con que cuerpo son órganos hace converger el suyo?) que se pueden hacer de Copenhague de Michael Frayn, es que se trata de una buena puesta en escena de los principales conceptos de la física teórica del siglo XX.
Y no porque no obra no lo haga, ya que Frayn a diferencia de muchos autores tiene nociones mas que finas de matemáticas y de física y hasta porque la presencia de la esposa de Bohr funcionaria aparentemente como traductora del esoterismo científico que campea en la obra.
Si tal lectura resulta mentirosa y anti-deleuziana es porque lo mas fascinante de la obra de teatro es que la misma revela algo que estaba profundamente oculto a la propia historia de la ciencia y al saber normal de los científicos -y no por su carácter de operador de la divulgación cientpifica.
La ciencia siempre ha sido un tema permanente para los autores de teatro, desde Bertold Brecht -y su archiconocido Galileo Galilei– y Friedrich D¸rrenmatt -con su menos conocido Los Físicos– a Steven Poliakoff y Tom Stoppard. Si bien los autores con frecuencia saben muy poco de ciencia, sucede a veces que la reconstrucción dramática de los emprendimientos científicos tiene un efecto imprevisto sobre el propio ámbito de las ciencias.
Para Frayn, como para tantos otros dramaturgos, la ciencia es sólo una metáfora que le permite aproximarse a conceptos filosóficos de mayor alcance. En el caso de Copenhagen, es el vehículo que permite descubrir, según las propias palabras de Frayn, si es posible conocer las intenciones de otras personas.
Sin embargo, la obra es mucho más que eso. Echó leña al fuego de un debate que estaba apagándose ya entre los historiadores de la ciencia y que se refería a los sucesos previos a la invención de la bomba atómica.
3. La ambig¸edad intrínseca e inextricable de Heinsenberg
Antes de la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1920, Heisenberg y Bohr transformaron la física atómica con sus trabajos sobre mecánica cuántica y el principio de incertidumbre. Nadie sabe hasta hoy por qué Heisenberg viajó a Copenhague (entonces ocupada por los nazis) en septiembre de 1941 y visitó a su amigo y maestro, Niels Bohr. Nadie sabe tampoco qué se dijeron.
La incógnita sobre los móviles de Heisenberg -si es que con esa visita intentó extraer información a Bohr sobre los planes aliados acerca de la bomba o si, por el contrario, trató de ganar tiempo y evitar el desarrollo de armas nucleares en su propio país- sigue en pie y ha sido tema de diversos libros, entre ellos Heisenberg’s War (La guerra de Heisenberg) de Thomas Powers (2000)-en donde Heinsenberg a diferencia de la obra de Fray es exonerado de toda duda respecto de su voluntad de construir una bomba atómica- y Heisenberg and the Nazi Atomic Bomb Project: A Study In German Culture (Heisenberg y el proyecto alemán de la bomba atómica: un análisis de la cultura alemana), de Paul Lawrence Rose (2001)-que execra a Heinsenberg por su desconocimiento técnico pero es racista e ignora todas las sutilezas acerca la doble morla del personaje (ambig¸edad) tan bien explorada en la obra de teatro de Fray.
No hace mucho, como resultado directo del estreno de Copenhagen, la vieja controversia inundó las páginas de algunos suplementos literarios como el New York Review of Books y el del Los Angeles Times y dio origen a muchos simposios internacionales donde la discusión prosigue.
En el mes de febrero pasado, el Archivo Niels Bohr de Dinamarca decidió dar a publicidad una carta que hasta hoy se mantuvo en secreto, en la cual Bohr escribe a Heisenberg sobre su encuentro de 1941. En esa carta, Bohr acusa a Heisenberg de haber adoptado una actitud engañosa después de la Segunda Guerra diciendo que había socavado el proyecto alemán para el desarrollo de la bomba atómica. En esa carta de 1957, Bohr dice que, según sus recuerdos de la entrevista de 1941, Heisenberg no había albergado tantas dudas sobre la construcción de una bomba en ese momento.
Pero esa carta no fue enviada nunca. Oculta a los ojos de científicos, historiadores y artistas desde la muerte de Bohr en 1962, su contenido fue un misterio durante años. Se había programado su publicación para 2012, pero hace poco apareció en Internet con el fin de responder a las inquietudes despertadas hoy por la obra teatral Copenhagen y evitar especulaciones que no corresponden, dice en la presentación Finn Aaserud, del Archivo Niels Bohr.
Pero no debemos confudir tan fácilmente a la historia con el teatro, a la psicología con las matemáticas, a la representación (deseable) de los hechos con el agotamiento interpretativo (imposibel) de las intenciones humanas.
El teatro siempre cumplió una función especial en esto de acercar la ciencia a la imaginación popular. Baste recordar obras como Proof (Demostración) de David Auburn acerca de una familia de matemáticos que oscilan entre la genialidad y la locura, Blinded by the Sun (Enceguecidos por el sol) de Steven Poliakoff acerca de la supuesta distorsión de los valores científicos a manos del brutal mercado, Arcadia de Tom Stoppard con referencias inteligentes acerca de los fractales y la teoría del caos, combinando felizmente vetas en el arte, la jardinería y la historia, QED (Como queríamos demostrar) de Peter Parnell basada en la vida y obra del premio Nobel Richard Feynmann y O2 Oxígeno acerca del rol del descubrimiento en la ciencia ,y porque para un científico nada mas importante que ser el primero de Carl Djerassi y Hoffman.
Todo lo anterior estás mas que bien, pero de qué trata la obra, además de tratar de averiguar de que hablaron Bohr y Heisenberg. Y cuanto pudo averiguar Frayn acerca del contenido de esa charla. Y porque es tan importante tratar de saberlo, y hasta que punto esa charla cambió la historia del mundo, o se trató tan solo de una buena excusa (intriga) que lugar a una (buena) obra de teatro.
El trágico lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki ek 6 y el 9 de Agosto de 1945, con el saldo de vidas perdidas y las secuelas físicas y mentales en los sobrevivientes (tan bien rememorada en la terrible Sol de Agosto de Akiro Kurosawa y en inolvidable ensayo de Tomas Eloy Martinez de 1965 sobre los sobrevivientes de Hiroshima contenido en su compilación Lugar común, la muerte, trajo aparejadas otras consecuencias inmediatas: la carrera armamentista mundial basada en la fabricación y acumulación de explosivos capaces de liberar la energía atómica y la nunca despejada òdesde entonces hasta hoyò incertidumbre de la humanidad ante la posibilidad de una conflagración en la que se utilice indiscriminadamente ese satánico arsenal. No sé cómo será la tercera guerra mundial òdijo Albert Einsteinò pero la cuarta será con palos y piedras. Este fue el cargo de conciencia, la culpabilidad, que acosó a algunas de esas mentes brillantes. Y de eso también habla la obra.
4. Historia y política… de las emociones
En un primer (o segundo o tercer borrador, como muestra la propia pieza de teatro) la obra trata sobre algunos de los tantos planos en los que tuvo lugar el encuentro que se produjo en Copenhague, en 1941, en plena Segunda guerra mundial, entre el físico danés Niels Bohr y el alemán Werner Heisenberg. El primero había sentado en 1913 las bases de la descripción cuántica de los atomos, proponiendo el llamado modelo de Bohr. El segundo había publicado en 1925 un trabajo considerado fundacional de la mecanica cuántica.
Por muchos años, los historiadores y los científicos discutieron sobre las actividades de Heisenberg durante el nazismo, habida cuenta de que permaneció toda la guerra en Alemania, transitó los corredores del poder yÝ dirigió un grupo de investigación que estudiaba problemas que podían tener que ver tanto con el desarrollo de reactores nucleares como con el de armas «atómicas».
También se discutió interminablemente -dando lugar a esos libros de centenares de páginas- el verdadero motivo de la visita de Heisenberg a Bohr en 1941: ¿Se trataba simplemente de ver y hablar con el maestro? ¿O Heisenberg buscaba la colaboración de Bohr en proyectos armamentísticos? Apoyado en muchos trabajos escritos sobre el asunto, el autor inglés Michael Frayn construyó una visión incierta del encuentro. Comenta Frayn que así como Tucídides no puede reproducir con precisión absoluta todos los discursos de quienes hace hablar en su famosa Historia de la Guerra del Peloponeso, nunca podrá tenerse precisión absoluta al pretender relatar la historia del encuentro entre Bohr y Heisenberg, sobre todo porque todo lo que atañe a este último está empapado de incerteza.
Y aquí las cosas -insinuando esa epistemología de las intenciones que será finalmente la marca en el orillo de Frayn- se pone mas que interesante.
En 1927 Heisenberg introdujo un principio que hoy llamamos justamente principio de incertidumbre, que sostiene la imposibilidad de medir con precisión absoluta pares relevantes de cantidades físicas. Esto causó una conmoción tal en los fundamentos de la física (considerada por muchos como la ciencia de la medida) que hoy llamamos física clásica a toda aquella que ignora el principio de Heisenberg. Como ejemplo, la mecánica newtoniana o la relativista son construcciones clásicas que deben reemplazarse por sus versiones cuánticas cuando se estudian fenómenos en ciertas escalas.
Si bien es muy simple explicar el principio de incertidumbre a quienes cuentan con las herramientas físicas y matemáticas adecuadas, las dificultades se hacen insalvables cuando se lo trata de divulgarlo entre los legos. El principio de incertidumbre se vuelve entonces oscuro, casi tan oscuro como un agujero negro y quizás por ello la palabra incertidumbre proveyó un título atractivo a la mejor biografía que se escribió hasta ahora sobre Heisenberg (David Cassidy, Uncertainty: The Life and Science of Werner Heisenberg, W.H. Freeman & Co, 1993) -probablemente un poco ingenuo respecto de las posturas reales de Heinseberg en realación a la construcción de una bomba atómica.
Pero para describir la vida de Heisenberg, una palabra más adecuada y más precisa, es la de ambig¸edad. Ambig¸edad en la que Heisenberg envolvió sus actos durante los años de plomo en Alemania, ambig¸edad que cultivó hasta su muerte en 1976.
Las preguntas vuelven con insistencia: ¿qué ocurrió en aquella reunión en Copenhague? ¿De qué hablaron? ¿Heisenberg quiso obtener información sobre un plan nuclear aliado? ¿Cómo reaccionó Bohr? Los enigmas, aún irresueltos, son extraordinarios temas para la ficción y Michael Frayn, inspirado en la investigación de Thomas Powers, los llevó a escena.
El mérito de esta operación no radica en su novedad ni en la fluidez de la trama. Nos enfrentamos a poco más de dos horas de complejas cuestiones de física que, aunque sólidas, no siempre dicen algo sobre la cosmovisión de los personajes. Frayn trata a la física con la reverencia de quien se sabe frente a un tema que no es el suyo y eso lo lleva a ser muy cuidadoso y preciso pero poco sintético.
Las teorías físicas que estudiaban Bohr y Heisenberg suelen expresar, aún a pesar suyo, una ética y, sobre todo, una estética, una sensibilidad que aquí no son explotadas. Aquí el costado humano y el científico de los personajes no siempre tiene el mejor equilibrio porque son medidos con vara psicológica (los motivos personales que los movieron) y no por las propias razones de los personajes, las mismas que los enfrentan históricamente y que se traducen en sus singulares visiones del mundo.
5. La ficción despierta a la realidad
En febrero de 2002, molesta por las discusiones revividas por la obra de Frayn (que se estrenó en Londres en 1998; en Nueva York en 2000 y aqui en Buenos Aires hace apenas mes y medio en el 2002), la familia de Bohr hizo públicos, pasando por alto el compromiso de mantenerlos como confidenciales durante 50 años, los borradores, escritos en 1962, para una carta que Bohr nunca envió a Heisenberg.
La lectura de los 11 borradores muestra que para Bohr no había ninguna incertidumbre sobre el tenor de su encuentro en 1941, ni sobre las convicciones de Heisenberg en lo referido a la guerra y a la necesidad de colaborar con los nazis en la construcción de armas atómicas.
Sin embargo Bohr nunca le envió esa carta a Heisenberg-al revés la estuvo reescribiendo innumerabels veces- por lo cual sus conviccioens también deben ser revisadas. Y como estupendamente bien escribió el propio Frayn hace un mes en The New York Review of Books -evaluando como el contenido de esa carta daba pasto (o no) para muchas de las criticas que viene recibiendo permanetemente desde el estreno de la obra, ni siquiera esa revelación es conclusiva.
Efectivamente en Copenhagen’ Revisited del 28 de Marzo del 2002, saltaron con toda precision la incomensurabilidad entre hechos historico y su representación, pero sobretodo entre la preocupación de biógrafos y de archivistas, y la función del arte de mantener bien en alto la ambig¸edad y la irreducción de las múltiples interacciones, agenciamientos, rizomas.
Porque la obra de Frayn -contra cualquier otra lectura- es sobretodo y mas que nada un ejercicio magistral en la epistemología de la intención.
Su Heisenberg insiste permanentemente en que tenemos que hacer una evaluación de la intención al juzgar el comportamiento (propio) y de los demás. Por eso Heisenberg insiste al final de la obra en que Bohr siempre inspirará respeto y amor aun cuando estuvo directamente involucrado en la creación de la bomba (en Suecia y en USA), y que Heisenberg siempre será mirado con desconfianza y desprecio (¿o acaso John Archibald Wheeler no evitó tenderla la mano, teniéndolas ocupadas con un libro y una copa cuando Heinsenberg estuvo en Princenton en 1947) a pesar de que nunca mato a nadie -ni siquiera dejo que mataran al soladado que custodio durante toda una noche a los 17 años al final de la Primera Gran Guerra.
Si algo sorprendió a Frayn -que a esta altura no se sorprende nada- fue cuando Jochen, el hijo de Werner Heisenberg, le espetó a la cara -después de ver el estreno de la obra en Nueva York, que el Heinsenberg de Frayn no se parecia en nada a su padre en vida.
Segun Jochen su padre jamás habría expresado ninguna emoción salvo respecto de la música. Pero claro condescendió el vástago, los personaje de una obra de teatro deben ser distintos a su modelo real si quieren tener algún éxito.
Fray reconoce que el comentario le mostró lo que el siempre sabia. Cuan difícil es representar a una persona real en la ficción. Per mucho mas le mostró también cuan equivocado estaba el joven Heinsenberg al creer que eso era todo. Porque esa dificultad no debe detener al escritor (ni al lector) cuando justamente lo que nos importa es hacer explícitas las ideas y sentimientos que nunca se expresan del todo en la confusión de la vida y mostrar -de un modo que ni la historia ni la política logran jamas- cual puede ser la infoestructura que subtiende este caos.
Ya lo había dicho el gran dramaturgo alemán del siglo XIX Friedrich Hebbel En una buena obra de teatro todo el mundo tiene razón. Para nada significa esto que el publico debe estar de acuerdo con todos sus personajes. Si en cambio que cada personaje debe poder venderse a si mismo de la forma mas convincente y sofisticada como probablemente ninguna persona de carne y hueso lo haya podido hacer jamas.
Sabiendo lo que sabemos de la vida de Heisenberg que osciló permanentemente entre la mezquindad y el narcisismo, entre la egolatría y el prejuicio, es muy difícil que el ser de carne y hueso haya podido ser mas persuasivo que el espectacular Heisenberg actuado de Frayn, especialmente en la versión insuperable de Alberto Segado que vimos en el San Martín y que todavía repica en nuestros ojos y oídos.
En un juego de cajas, que toma mucho del cine, esta imposibilidad de observar simultáneamente el mundo físico y el mental y la aceptación de que no existen modos de visión privilegiados o interpretaciones únicas y privilegiadas, el contenido de la teoría de Heinseberg y Bohr permea sus vidas y (nos) confunde todo. Pero al mismo tiempo nos devuelve una pizca de la ambig¸edad y de lo paradójico que es el mundo real invitándonos a su representación. Que en el caso de la pieza de Michael Frayn es realmente bella y perturbadora. Como debe «funcionar» el arte.
6. Para saber mas mucho mas. Bah para empezar a entender algo
El cerebro mágico que es la red una vez mas demostró su poder y capacidad de ilustrarnos. Recién llegados del teatro nos pusimos a buscar referencias al autor -de quien ni sabíamos escribir bien el apellido-; a la recepción de la obra en las principales plazas del mundo; a las biografía de Bohr y de Heisenberg, a las polémicas suscitadas por la propia obra que redundaron en seminarios y conferencia de valor mundial. A continuación una somera síntesis de esas fuentes.
Pas une trace continue mais une série de petits coups d’oeil Ontologie, anthropocentration, et éthique dans Copenhague de Michael Frayn de Michel Bitbol Texte présenté a la Comédie de Picardie, Amiens 4 Avril 2000, a propos de la piéce «Copenhague» de Michael Frayn, Actes Sud, 1999. Excelente defensa del rol de Margarita Bohr y llamativas consideraciones acerca del antropocentrismo por parte de un filÚsofo francés de la física
Seminario organizado por The Niels Bohr Archive’s History of Science Seminar que tuvo lugar en el Niels Bohr Institute el 19 Noviembre de 1999: Copenhagen and Beyond: The Interconnections between Drama, Science, and History
En Marzo del 2000 tuvo lugar en Nueva York el simposio Creating Copenhagen A Symposium Exploring Scientific, Historical and Theatrical Perspectives Surrounding the Events of the Acclaimed Play Copenhagen , entre los papers presentados alli se destacan:
Copenhagen in New York de Harry Lustig and Brian B. Schwartz. Síntesis de como se preparó el simposio y de las múltiples conexiones que vinculan el arte, la ciencia, la historia con las pasiones humanas.
A Historical Perspective on «Copenhagen» de David C. Cassidy -autor de la monumental biografía sobre Heisenberg-, Hofstra University Exquisita reconstrucción histórica de los viajes de Heinseberg y del trasfondo real sobre el cual se despliega la obra de Frayn.
Nuevo Symposium organizado en Copenhagen por el Niels Bohr Archive en Septiembre del 2001. Copenhagen and beyond: Drama meets history of science
Esta nota fue publicada originalmente en el INTERLINK HEADLINE NEWS No. 2684/6 ISSN 1514-349X del jueves 6 de junio de 2002 al sábado 8 de Junio bajo el título Esa noche de septiembre (¿o era octubre?) de 1941.
es muy boniro que se enteresen mas en la ciencia
porque tods los cientificos descubren muchas cosas
excelente analisis!