Cada día la tecnología y las prácticas del conocimiento están mas ligadas entre sí. Y aunque algunas experiencias tardarán en hacerse carne en las instituciones tradicionales, como la Universidad, a la larga o a la corta ello sucederá inevitablemente. Entre las innovaciones que están merodeando la ciudadela del saber, una nueva versión de la educación mediada a través de la computadoras está viendo la luz. Se trata del e-learning. Porque esta práctica con sus luces y sombras es tanto objeto como sujeto de nuestros desvelos es hora de que ocupe un lugar, en una de las secciones de este weblog.
Obviamente aquí no hablaremos de las dimensiones descriptivas del e-learning, ni de sus componentes estructurales, ni de sus riesgos o eventuales decepciones. No es este espacio el adecuado para hablar ni de plataformas, ni de ventajas o desventajas comparativas respecto de la educación presencial. O del rol que el e-learning puede tener desde las ONG, o desde el sector privado.
Lo que nos interesa, siguiendo la investigaciones de Bruno Latour alrededor de la sociología de la ciencia, la tecnología y la innovación, es como se articulan las dimensiones materiales e inmateriales en su seno. Como se encastran (mejor o peor) sus patas natural y artificial, y sobretodo como se producen los encuentros (o desencuentros) entre su dimensión sociohumana y su arista tecno-económica.
La tecnología tiene un apetito voraz. Cada ingeniero o diseñador participa del espíritu faústico. Si algo puede ser hecho, debe ser hecho. Y si bien en casos extremos (energía atómica, bioingeniería), esta disposición puede dar lugar a peligros mayores, la misma se extiende por todo el ancho y amplio campo de la tecnología en interfaz a la sociedad y vuelta.
En el caso que nos ocupa, el de las tecnologías del conocimiento y, mas precisamente, de las educativas, la situación no varía un ápice. Frente al desafío infinito que supone dar de comer simbólicamente a la infinita mayoría hambrienta de saber, y de saber hacer, que existe en el mundo, una y otra vez los ingenieros y los tecnólogos o diseñadores nos han querido seducir con una única solución buena y barata.
Desde la imprenta a la radio y la televisión, desde el software educativo al e-learning, desde la educación asistida por la computadora a los cursos interactivos multimedia, la solución se nos promete final, mientras que el problema de la capacitación, el entrenamiento y la transmisión no mengua, y la demanda asiste azorada a decepciones cada vez mayores.
¿Qué se puede hacer para que la segunda o tercera generación de e-learning hoy en marcha no cometa los mismo errores de sus antecesoras, y que por una vez por fin el problema sea visto desde un lado integral y no mermente desde una de sus orillas?
Porque el gran defecto de las soluciones tecnológicas anteriores frente a los demandas educativas fue precisamente su unilateralidad. Eran soluciones desde la oferta para una demanda que rara vez necesitaba solo eso y nada mas que eso. Y al revés la demanda educativa rara vez logró expresar con claridad, precisión y detalle qué cosas podrían o deberían ofrecerle las tecnologías para cumplir acertadamente con sus necesidades -desconfiando, al revés, la mayoría de las veces de su valor.
Nos encontramos así, como en mucha otras áreas, ante una dictadura de los extremos, o de la tecnología que quiere imponer soluciones fáciles a problemas dificiles. O de la educación que cree poder modificar sin dificultad alguna el destino de la tecnologías y sus posibles reinvenciones de un modo lineal y falto de todo realismo.
En el medio lo que queda preso y mal atendida es precisamente la instancia clave de todo el proceso educativo moldeado tecnológicamente. A saber el usuario. Primer craso error que multiplican mutuamente los ingenieros y los educadores. El usuario (o el cliente), el alumno (o el educando) no es una tabula rasa. Por el contrario el alumno (o el empleado) llega siempre a la situación de aprendizaje con algo (o mucho) en sus alforjas (el tema está estupendamente analizado por Diana Laudrillard en Rethinking University Teaching. A framework for the effective use of educational technology (Routledge, 1993).
Todos los alumnos (empleados) llegan al aula (virtual) con una dosis diferente de conocimientos previos. Que muchas veces son errados, pero otras tantas no. El sueño de la tecnología educativa es poder tomar a quien debe aprender algo (desde un soft a una forma de analizar problemas, desde una mejora en la toma decisiones, hasta la capacidad para la evaluación comparativa de productos o servicios) en el punto exacto en donde está hoy, llevándolo al final del proceso de aprendizaje indolora, rápida y efectivamente.
El sueño de todo pedagogo es que las tecnologías instruccionales a la moda (en este caso el e-learning) puedan cumplir con ese mandato, personalizando la transferencia de conocimientos, testeando en forma individualizada y dejando a todo el mundo contento.
Pero salvo en el Mundo Feliz de Aldous Huxley, tales pretensiones rara vez se concretan en la magnitud y éxito deseados. Y en el estado actual del e-learning quizás una de la patas mas descuidadas haya sido el usuario. Porque las tecnologías avanzan decididamente y sus modos de implementación en la educacion no se quedan atrás. Pero de quien sabemos poco y nada -y por ello urgen estudios en esa dirección- es del alumno/usuario en el proceso de e-learning.
A diferencia de la educación presencial, en el e-learning el grado de automotivación, de alfabetización específica, de capacidad de organizar el propio tiempo de aprendizaje es altísimo. Sumado a ello que en el caso corporativo mucho de lo que se be aprender aparece fuera de un contexto afectivo y de interacciones fuertes con colegas y compañeros, es de esperar resistencias y dudas, algunas fundadas.
La experiencia concreta en casos como el de la Escuela Virtual de Telecom (de la que hay mucho que aprender leyenda la tesina de Andrea Montesano, alumna de la UBA y de la Escuela Virtual de Telecom, y empleada de Telecom titulada Nuevas Tecnolog?as. E-learning como construcción discursiva y como espacio de interacción (2002) nos proveen ricos insumos para entender el e-learning desde el lado el usuario. Es de esperar que en nuestro rediseño de cursos, y en la implementación de futuras soluciones lo aprendido en este caso vuelva a los futuros educandos mejorando y superando nuestras prestaciones actuales. Para bien de todos. Y para nuestra mutua satisfacción.
Este ensayo fue publicado originalmente en el Interlink Headline News No. 2660 ISSN 1514-349X del lunes 13 de mayo de 2002 bajo el título Los usuarios de e-learning quieren tomar la palabra. Con mucha razon
Es cierto. Lo fundamental es ver la utilidad que representa para el usuario, y si le «facilita la vida» o no.