A partir de la lectura de varios textos de la materia, quedará cada vez mas en claro que oscilamos permanentemente entre dos extremos, cuando de analizar la vinculación entre tecnologías (del conocimiento) y pensamiento se trata. O suponemos que las tecnologías del conocimiento inventan a la realidad metamorfoseándola al evolucionar, o imaginamos que todo es mas o menos lo mismo desde el fondo de los tiempos, y que lo único que se produce en términos de conformación del pensamiento son apenas refinamientos y sutilezas respecto de las maravillas insuperables de la lengua oral que ya lo habrían hecho todo. Hace varias décadas que la escuela de Toronto viene apostando a lo primero, insistiendo -desmedidamente- en que la escritura y la imprenta son las madres de todo conocimiento posible. Sin llegar a tales extremos, no es menos cierto que cada nuevo medio inventa nuevos géneros y formatos, y sobretodo una audiencia (o comunidad de lectores) que interpreta de manera radicalmente discontinua los contenidos preexistentes, a la vez que imagina nuevos productos, formatos y géneros.
Tomándonos en solfa a la filosofía y en serio a todo lo demás