Nos alegro mucho cuando empezando a inmiscuirnos en las reflexiones de Assa Briggs y de Peter Burke en De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación nos anoticiamos de que la misma operación que los críticos de la gran divisoria habían hecho contra las hipótesis mas fuertes de Mc Luhan y Ong, Briggs y Burke lo harian en contra de las de Elizabeth Einsenstein.
Mas de algún alumno perspicaz nos ha corrido alguna vez con el argumento de que profesamos creencias contradictorias cuando el objetivo de la docencia seria permutar ideas claras y distintas entre educadores y educandos.
Aunque tal objeción se disuelve como helado en los trópicos por cuanto a esta altura muy pocos (docentes alumnos) pueden esgrimir con seriedad qué idea es clara y cual distinta, y porque ya nadie defiende en modo alguno la teoría tradicional del emisor-receptor, lo cierto es que parece una excusa banal insistir que en tiempos de hipercomplejidad de lo real el pensamiento debe ser mutante, elástico, flexible y sobretodo benignamente contradictorio.
Cuando hace 6 años empezamos a dictar clases en nuestra cátedra de Procesamiento de Datos (nuestra tercer experiencia docente clave: la primera fue el cortisimo ciclo 1973/4 como ayudante de Filosofía de la Ciencia en la cátedra de Orlando Pugliese y 1974/5 como docente a cargo en Teoría y Método en la UBA en la cátedra de Gunnar Olson y José Pablo Feinman; la segunda nuestro pasaje por Teoría de la Comunicación II en la UBA entre 1988/1998 con Anibal Ford, al menos en los primeros años) nuestro objetivo no estaba tan claro como ahora.
A caballo de un programa partido por el medio entre cibernética e internet, entre formalismo y sociedad, nunca pudimos suturar preocupaciones variadas que se hacían pedazos en el momento de intentar articular diferencias, intereses y motivaciones.
Por eso cuando hace 3 o 4 años el programa fue virando hacia la relación medios/sociedad, con Internet como lenguaje privilegiado, empezamos a verle la quinta pata al gato. La incorporación creciente de tecnologías para el uso (y no solo para el análisis) mejoro nuestra perspectiva. Pero el cambio cualitativo lo dimos en los dos últimos cuatrimestres cuando al menos tres géneros de preocupaciones en paralelo empezaron por fin a converger.
Nuestro interes por las herramientas de producción de sentido se vigorizo enormemente con la existencia de los weblogs. Y aunque muchos sean utilizados aun como repositorio o simplemente como area de consulta no hay duda de que en varios weblogs de los prácticos (especialmente en los de Gaby y Florencia) aparecen los usos creativos y desentumecedores de las herramientas digitales que entrevimos hace largo tiempo pero que no lográbamos bajar a la realidad.
Mas alla de la Torontofilia y la Torontofobia
Al mismo tiempo hemos afinado nuestra epistemología una vez que hicimos carne nuestra a las enseñanzas canónicas de la Primer Escuela de Toronto, pero al mismo tiempo partiendo de David Olson, de Ruth Finnegan, de los hermanos Jonathan Boyarin y Daniel Boyarin o de los trabajos de Feldman, Narasimhan, Scholes y Willis en contra de la gran divisoria en la compilación de David Olson, y Nancy Torrance Literacy and Orality, Cambridge University Press, Cambridge, 1991 (traducida entre nosotros por Gedisa) etc, empezamos a matizar el tecnodetermismo presente en autores señeros como fueron Marshall McLuhan, Harold Innis y el propio Derrick de Kerckhove, yendo en dirección de una tercera posición ni Torontofilica ni tampoco Torontofobica (gracias en parte a los aportes de Steven Mizrach From orality to teleliteracy.
Por eso nos alegro mucho cuando empezando a inmiscuirnos en las reflexiones de Assa Briggs y de Peter Burke en De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación nos anoticiamos de que la misma operación que los críticos de la gran divisoria habían hecho contra las hipótesis mas fuertes de Mc Luhan y Ong, Briggs y Burke lo harian en contra de las de Elizabeth Einsenstein.
Para aclarar un poco de que estamos hablando y de porque es tan importante criticar (revalorandolos) a Mc Luhan y Innis a los tecnodeterministas, como ahora lo haremos con Einsenstein volvamos al lugar del inicio de toda esta rica y fascinante discusión.
Tomamos como un hecho que las primeras imprentas europeas se inventaron alrededor 1450. El invento se conocia en China y en Japón desde al menos el siglo VIII, pero allí se trataba de la impresión en bloque en el que la madera tallada se utilizaba para imprimir una sola pagina de un texto especifico (algo útil cuando hablamos de miles de ideogramas pero antieconómico e inútil cuando solo pensamos en 30 letras, como es nuestro caso).
Lo cierto es que hacia 1500 había imprentas establecidas en mas de 250 lugares de Europa (ochenta en Italia, cincuenta y dos en Alemania Y 43 en Francia). Por esa época se produjeron 27.000 ediciones de textos diferentes, a una tirada media de quinientos ejemplares, la circulación de unos 13 millones de ejemplares para una población europea de 100 millones de habitantes. De esos libros 2 millones se produjeron en Venecia, con Paris como segundo enjambre editor con mas de 181 talleres.
Curiosamente (o no) la penetración de la imprenta fue muy lenta en Rusia -en parte debido a la utilizacion del alfabeto cirilico- y las primeras s imprentas regulares se establecieron recién en 1700/1720 a instancias del zar Pedro el Grande.
En el mundo musulmán paso algo parecido y las primeras imprentas turcas en caracteres arábigos recién se establecieron en el siglo XVIII. De fecha tan tardia como 1831 data la primera gaceta y el primer diario no oficial -escrito en ingles- fue editado recien en 1840.
A los europeos estos vaivenes les parecian graciosos y justos insistiendo en que el gran turco o los barbaros no europeos no querian que se educara sl soberano. Ademas estos avatares muestran algo confuso desde el principio. Había grandes dudas acerca de las bondades de la imprenta, había muchos temores acerca de sus efectos y había sobretodo una gran desconfianza acerca de a quien beneficiaban sus productos.
Por lo que la lectura iluminista que auna libros con mejoras sociales y políticas deben ser rigurosamente sopesadas, no solo frente a la realidad del tercer milenio que nos ve sobreinformados y mas pauperizados que nunca, sino cotejada racionalmente frente a las dudas que la emergencia de la imprenta ya generaba en sus contemparaneos como fue el caso del poeta ingles Andrew Marvell quien a mediados del siglo XVII entonaba: Oh Imprenta. Cuanto has perturbado la paz de la humanidad.
Problemas previsibles, problemas imprevisibles
Los problemas asociados con la invención y la difusión de la imprenta (como todos aquellos generados por tecnologías que se precien) fueron de dos tipos, los previsibles y los imprevistos. Entre los primeros cabe enumerar la «explosión» de la información (nada casualmente asociados a una metáfora con la pólvora como detonante), su recuperación, la selección y critica de libros y autores, etc.
Los problemas que nos aquejan hoy son los mismos que se vivieron a fines de la Edad Media en 1500, la gran cuestión era la falta de libros, su escasez, hacia el siglo XVI, su superfluidad. Ya en 1550 un escritor italiano se quejaba de que había tantos libros que ni siquiera teníamos tiempo de leer los títulos. Para el reformista Jean Calvino a mediados del siglo XVI los libros eran un bosque en el que los lectores inevitablemente se perderían y así sucesivamente.
Mas libros implicaban bibliotecas mas grandes, lo que volvía mas difícil encontrarlos. Hubo que inventar catálogos y decidir si estos serian alfabéticos o temáticos. También había que mantener los catálogos al día -temas que obviamente nos resuenan como si fuera hoy. Hubo que inventar las bibliografías selectivas como hoy tenemos sitios web hiperespecializados, tanto que nadie sabe cuales son ni donde están.
Permanentemente se entrelazan los relatos triunfalistas y catastrofistas de la imprenta por lo cual toda opinión rápida y certera sobre estas cosas (como a veces da la impresión de hacer la escuela de Toronto), requiere de matices y sensibilidades que rara vez encontramos entre los universitarios e investigadores de hoy.
Por eso hay que empezar a sopesar debidamente las consecuencias imprevistas o los efectos inesperados de la aparición de la imprenta. Anticipando en mas de siglo y medio lo que hoy en día Regis Debray comenta en su mediologia, el historiador victoriano Lord Acton insistió a mediados y fines del siglo XIX en los efectos horizontales o laterales de la imprenta, que ponía el conocimiento al alcance un publico mas extenso, y sus efectos verticales o acumulativos, que daban a la generaciones posteriores la oportunidad de construir sobre el trabajo intelectual de las anteriores (la diferencia que hace Debray entre transmisión y difusión).
Lamentablemente Lord Acton caería rapidamente en el hiperdeterminismo un siglo ma starde actuado por la Escuela de Toronto, al valorar unilateral y librescamente a la Edad Media e ignorar el poder de las tradiciones orales y de la cultura pre-letrada, subsumidas bajo el yugo supuestamente liberador de la imprenta.,
Con esas fórmulas que tanto nos atraen/repelen McLuhan insistió hasta el hartazgo en el pasaje de la puntuación auditiva a la visual y promulgo la escisión que habría producido la imprenta entre la cabeza y el corazón.
Todo lo que dijimos estos ultimos años acerca de los efectos de la imprenta, retomados por Ong, por Goody y sobretodo por Elizabeth Einsenstein, según la cual la imprenta fue una revolución no reconocida, es cierto, pero a medias. Y gracias a la reevaluacion de estos megafenomenos, que estamos haciendo a principios del siglo XXI ahora empezamos a tener una visión mucho mas cuidadosa de los verdaderos efectos de la imprenta, pero aun mejor de lo que son/seran los verdaderos efectos de Internet.
Para sintetizar sus conclusiones en un par de sentencias, de la maravillosa obra de Eisenstein se extraen estos dos destilados: 1) la imprenta habría estandarizado y preservado un conocimiento que había sido mucho mas fluido en la era de la circulación oral o manuscrita, 2) al hacer mucho mas accesibles opiniones incompatibles sobre el mismo tema estimulo la critica a la autoridad.
De ningún modo Assa Briggs y Peter Burke quieren minimizar los portentos que hay en la obra de Eisenstein. Pero ha pasado casi un cuarto de siglo desde su aparición tan tardía en la historia de la consecuencias sociales de la imprenta, y algo hemos aprendido en estas décadas, acerca de como leer y de como leer como leemos.
Quizás lo mas cuestionable de su obra no son los detalles sino las interpretaciones acerca del carácter revolucionario de la imprenta. Porque los cambios enumerados por ella tuvieron lugar a lo largo de tres siglos. Se trata -como algún día dijo Raymond Williams de la revolución industrial– de una revolución larga, demasiado largo. Tanto que cabe preguntarse si cuando una revolución toma tanto tiempo en producirse sigue siendo una revolución, .
Todavía mas compleja es la cuestión del agente. Porque hablar de la imprenta como agente de cambio es quitarle protagonismo a otros elementos de la ecuación como los autores, los impresores y los lectores que utilizaron las nuevas tecnologías (como hoy esta pasando con Internet) con los fines mas diversos.
A lo mejor la imprenta es (como lo fue la TV en el ultimo medio siglo y como seguramente lo será Internet en las décadas pro venir) un catalizador que contribuye a los cambios antes que su generador directo liso y llano.
Ademas -a diferencia de lo que insiste en hacer Regis Debray como propugnamos nosotros -siguiendo a Richard Gruisin y a Jay David Bolter con su teoría de la remediacion- de lo que trata es de no tomar a los medios en forma aislada sino insertos en una ecología de la información.
No se pueden comprender los efectos de la imprenta reduciéndonos a focalizarnos en ella sino que tenemos que tratarlos como un conjunto, un repertorio, un sistema, lo que Roger Escarpit o Roger Chartier llaman el regime, con sus variantes autoritarias, democrática, burocrática, capitalista etc.
Si uno abraza estas lecturas en seguida vera como la imprenta fue metamorfoseándose en la historia (perfeccionamiento en el diseño de prensas de madera, invención de grandes imprentas para hacer mapas, creación de imprentas manuales de hierro y creación de imprentas de vapor que cuadruplicaron la productividad).
Pero también se podrá apreciar que relación existía entre los cambios en el sistema de medios con los cambios en los sistemas de transporte, el movimiento de bienes y personas en el espacio. Porque como bien plantean Briggs y Burke la comunicación de los mensajes forma (o formaba) parte del sistema de comunicacion física -incluso en la era de Internet- y por ello para avanzar en los análisis hay que estudiar estas infraestructuras (tan bien tematizadas por Bruno Latour en Paris Ville Invisible).
estoy en la universidad y me dieron que investigue sobre medios de comunicacion mas medio pero esto no habla de lo que estoy buscando pero si tienen me puden mandar esa informacion gracias
atte…..lorenita
ola estoy en la secundaria y me encargaron un proyecto y dentro de ese proyecto me pide que investigue sobre los medios de comunicacion que se utilizaban en el sigloxviii y en esta pagina no lo enconter les recomiendo que la incluyan pues ya que ami no me sirvio esta vez gracias
Excelente artículo. Esta idea siempre me ha rondado la cabeza y toparme con ella de un modo tan preciso y aludiendo a tantos ilustres me ha fascinado.