Conocí a Jorge Arabito como alumno de la neonata Carrera de Ciencias de Comunicación -perteneciente a la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires- creada en la entonces opulenta Olavarría de mediados de los 80.
Es lindo abrir escuelas y fundar universidades. Es lindo ser pionero y como jurado elegir a los docentes de una recién abierta carrera Fue lindo llevar como ayudantes a jovencitos entonces emprendedores como Christian Ferrer y Alejandro Kauffman. Fue un lujo replicar la materia Introducción al Conocimiento Científico que dictábamos en la UBA en una ignota y neonata universidad de provincias.
Las primeras clases se dieron en una especie de galpón, despues de haber pasado por el anfiteatro de una escuela secundaria. O al vesre. La primer camada contaba con mas de 150 alumnos ávidos como nunca por formarse como comunicadores o comunicologos.
No se cuantos de ellos se recibieron, cuantos de ellos son docentes ahora. ni cuantos se acuerdan de nosotros, con cariño o sin el. Pero a Jorge Arabito me lo cruce varias veces mas alla de esas clases bautismales. Como novio de una alumna, como técnico y responsable en el Ministerio de Educación en la gestión Braslavsky/Decibe, como columnista del Interlink Headline News, como buceador de nuevas realidades y experiencias.
Tomamos alguna vez un café en el barrio. Intercambiamos figuritas literarias o digitales y recienteemnte inaguro su propio weblog, que es modesto en formato y parco en publicaciones, pero las que tiene son de un valor literario y de una originalidad tematica sin par.
Aprovecho pues que me envió esta linda nota El Zen y el arte de desarmar fotocopiadoras (13.12.02) para ser republicada en el news para a su vez reenviar a nuestros ayudantes y alumnos del weblog. No los defraudara.
En su breve nota Jorge se inspiro en el libro Zen y el Arte de la Mantención de la Motocicleta. Una indagación sobre los valores de Robert M. Pirsig publicado en el original ingles en 1974 (traducido por la Editorial Cuatrovientos en Chile).
Se trataba de una novela filosófica sobre la búsqueda de los Valores Externos. Los Principios, la Calidad y la Excelencia. Era al mismo tiempo un relato de un largo viaje en motocicleta del autor con su hijo de once años por las carreteras del Oeste estadounidense, de regreso a una Universidad donde años antes había sido profesor de retórica clásica.
Tal vez, más importante aún, se trató de uno de los escasos relatos que reflejan la relación del hombre con la tecnología en sus aspectos más humanos. ¿Quién puede prescindir en nuestro mundo actual del uso de las máquinas? ¿Dependen peligrosamente nuestras vidas del genio e ingenio inventivo y científico de quienes aplican la tecnología?
Zen es la actitud. La motocicleta puede ser cada uno de nosotros, nuestro medio ambiente e incluso el planeta.
Notaba el editor que resulta grotesco, por no decir trágico- constatar cómo nosotros, los pueblos latinos adoptamos por naturaleza la actitud «romántica» ante la tecnología. Nos gusta usarla, disfrutarla, alardear de ella e incluso explotarla. Y sin embargo, pagamos por esto el precio de estar completamente a la merced de quienes tienen la actitud «clásica» -aquellos que utilizan la razón en forma no emotiva y que describen las formas subyacentes a ese organismo que es la máquina que nos presta servicio, aquellos que las diseñan, las fabrican y, finalmente, las reparan. En una situación así, ¿quién domina: el hombre a la máquina o la máquina al hombre?
Aunque Jorge no se pierda entre tanta metafísica de la tecnología lo que le pasó y cuenta ayuda y es simpático para mejorar nuestra relación con la tecnología.
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