El zorro Bush esta perdiendo la paciencia. Las gallina europeas le hacen pito catalán y Francia y Alemania se arriman como nunca antes, y en celebración de la firma del tratado de Versalles juntan a todos sus diputados en la ciudad el mismo nombre, y le empiezan a poner cara política a un acuerdo que busca abrirse camino hacia el gobierno mundial, mientras que USA, descarada e impúdicamente quiere derribar la juridicidad de siglos e invadir a sangre y fuego un país soberano (y ex-aliado) como Irak después de haber dejado en ruinas a Afganistán, por las dudas y por mero afán de venganza.
Como bien dijo el execrable general Ibérico Saint Jean en la dictadura de Videla, la guerra se juega en todos los campos, especialmente el simbólico. Habiendo aprendido muy bien al Gramsci que los montoneros cotorreaban en la universidad, Saint Jean sabia que había que dar la lucha contra el enemigo ideológico en todos los terrenos, especialmente el cultural.
Por eso mientras que USA subsidia con 100.000 millones de dolares a sus granjeros, al mismo tiempo propugna la apertura de todas las fronteras en el tercer mundo desarmando la resistencia legal a golpes de furca de la Organización Mundial de Comercio.
En el interin reinventa su dominio de la hegemonía cultural simplemente duplicando el tiempo de duración del copyright sobre sus productos y los externos
Porque hasta preguntas tan sencillas como øQuién es el dueño de Elvis Presley? empiezan a licuarse cuando las leyes del copyright (que siempre fueron nacionales) se ven distorsionadas al caducar en los Estados Unidos a los 95 años mientras que en Europa lo hacen a los 50. Este desfasaje pone en estado de pánico a la industria estadounidense, que teme que muchas de sus estrellas de los años Î50 pasen a ser pronto «de dominio público».
Porque a los grande fabricantes de estados emocionales como son Hollywood y Capitol City, que se creen dueños eternos de María Callas, Mickey Mouse, Ella Fitzgerald, Elvis Presley y Miles Davis, les aterra ver como estos iconos culturales (y fuentes de interminables ganancias) están a punto de pasar a ser de dominio público en Europa
Las «majors» temen la invasión de recopilaciones muy baratas, y mientras se alían con firmas piratas ñque antes trataban de destruirñ piden que se bloquee la importación y presionan para que Europa aumente la duración del copyright. Es la nueva guerra de la venta de música, ya muy tocada por nuevos fenómenos, como las descargas de Internet o la piratería.
Haciendo lo mismo que el gobierno italiano que devolvía por millares a los albaneses escapados del olvido y del encierro, el temible Neil Turkewitz vicepresidente de la Asociación Discográfica de América (en inglés, RIAA), que representa a las cinco grandes empresas de discos (Universal, Sony, Time Warner, Emi/Virgin y Bertelsmann) dijo hace pocos días que «las aduanas tienen autoridad para confiscar las grabaciones europeas» -como trataba de hacer aquí el régimen militar a fines de los 70 con los informes de Amnesty o con cualquier libro que pudiera ser considerado subversivo
Personajes insólitos como Sonny Bono -ex marido de Cher- convertido en senador logro que el Congreso de EE UU aprobara en 1998 una ley por la que se amplió la vigencia del copyright a 70 años después de la muerte del autor y 95 en el caso de trabajos propiedad de una productora.
Mostrando el poder de lobby y como la legislación esta cada vez mas hecha a medida de las grandes empresas, tal reforma fue gestada por la compañía Disney para proteger uno de sus más preciados productos, Mickey Mouse, que corría el riesgo de pasar a dominio público en 2003.
Con tal de no quedarse fuera del negocio compañías como Emi dueña de Maria Callas que le genera el 5% de la ganancias, prefiero asociarse a Diva un sello independiente que comercializaba la s grabaciones pirata de la estrella antes que arriesgarse a perder el control e la gallina de huevos de oro a partir de este eaño (la Callas grabó en Emi desde 1953)
Como en el negocio de la descarga de discos casi nadie entiende nada. Ni los usuarios desenfrenados que quieren bajarse todo sin pagar nada. Ni tampoco las discográficas que quieren cobrar por todo sin anoticiarse de que le remediacion y el reformateo son tan importantes en el rediseño de las industrias como la propiedad de los contenidos.
Por suerte personajes muchas veces citados en esta columnas como Lawence Lessig ponen los puntos sobre las ideas al no abogar por suprimir los derechos de autor, sino por reducirlos y adaptarlos a los nuevos tiempos. Lessig es uno de los impulsores de Creative Commons, asociación que promueve una nueva definición de los copyrights. Las diversas fórmulas permitirían una difusión más libre, pero seguirían protegiendo la propiedad del autor o la productora, aunque por un tiempo más limitado, sólo 14 años, como estipulaba la primera ley estadounidense sobre copyrights, de 1790.
Con la genialidad que lo caracteriza Lessig da vuelta el argumento de los defensores del copyright por tiempo ilimitado y a expensas de la proliferación de alternativas craativas al insistir en que Walt Disney creó un imperio a base de las riquezas del dominio público (adaptando cuentos que ya existían). Queremos apoyar a cientos de Walt Disney. Usando este sistema de copyrigths, crearemos un entorno mucho más rico para los creadores y para los usuarios
Aunque la discusion es eterna no puede pasarse por alto que detrás de los intereses corporativos y de la demanda de la gente por tener acceso a bienes comunes y compartidos, subayace una pregunta que merece formularse y que requiere una discusión amplia antes de ser respondida ideologicamente por si o por no a secas.
Se trata de si se debe equiparar la propiedad intelectual a la propiedad privada. En otras palabras øla propiedad intelectual debe durar para siempre? La filosofía europea cree que se debe limitar el tiempo del derecho, pues pasado ese tiempo es la sociedad quien detenta la obra como un bien cultural. La teoría anglosajona aboga por no limitar el tiempo ni, por supuesto, los beneficios que genera esa propiedad.
Nosotros obviamente estamos mucho mas cercanos de las posiciones europeas (la de la Vieja Europa) que la de la nueva Roma americana. Y nuestra adhesión a Lessig es parte de su convincente advocacion: El dominio público permite hacer copias rápidas, siempre, y gratis. Entonces démosle al Cesar lo que es del Cesar y al consumidor lo que es del consumidor. Es decir un tiempo prudente de afianzamiento de una innovación (esos benditos 14 años) y luego Lynux y Papas Fritas para todos.
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