Rosario es un lugar exótico. A mitad del camino entre grande chica, entre rica y pobre, entre lo que podía haber sido y lo que es. Rosario tiene habitantes impenitentes que no han querido dejar a la ciudad aunque muchos de sus habitantes ilustres ya lo hayan hecho hace rato y la ciudad se empecine en echarlos. Entre los rosigarinos a ultranza esta Roberto Fontanarrosa. En una reciente entrevista que le hiciera Miguel Bonasso Fontarrosa se muestra tierno, laburador, sincero, meditabundo, amante de ese infierno que es la peatonal donde se concentra la mayor cantidad de minas linda del mundo -algo que hemos constatado presencialmente con el vareador Mosquito de la Torre. No me importaron demasiado las anécdotas, los comentarios, las cuitas ni las reinvindicaciones del humorista en el exilio a las que es tan afecto Bonasso. Me quedo con las esperanzas actuales de Fontanarrosa, con su absoluta falta de divismo, su valor para matar a un personaje emblematico como El Halcon Maltes (1972-1992) como lo hiciera Quino con Mafalda en 1973, porque el personaje se quería morir. Y sobretodo su asunción de la historieta como laburo y del chiste como la mayor forma imaginable de seriedad.
Tomándonos en solfa a la filosofía y en serio a todo lo demás