Las sinrazones de la razón
Los viajes nos exponen a los encuentros y a las situaciones mas bizarras. No me refiero a los inconvenientes y a las molestias, que seguramente no sufriríamos si nos quedáramos pachorramente en casa -aburridos hasta morirnos. Por eso el paseo que hice la otra noche por media Barcelona para volver a Plaza de Cataluña es una trivialidad. Tampoco estaba pensando en la posibilidad de perder un avión, o de que nos hayan cancelado la reserva de un hotel o de quedarnos varados en un aeropuerto y otras pavadas por el estilo -que cada tanto le ocurren a cualquier viajero frecuente.
Ni tampoco hablo de la cara opuesta de esos sinsabores que son los encuentros inesperados y a veces deslumbrantes. Un amor a destiempo, un amigo que hace tanto que no vemos y que de pronto nos hace sentir tan bien otra vez juntos, un rincón desentumecedor, una película u obra llamativas. Esas cosas que no podemos hacer en casa porque no existen como ir al iMax o ver al Cirque du Soleil -je que no anda por aquí ojo, se trata de meras hipótesis escriturales como varias de las anteriores.
No. Me refiero a algo mucho mas trivial y al mismo tiempo disparador de alguna novedad o nueva incertidumbre, de algún calambre mental como el que me obligó a levantarme a las 4 de la mañana -hora local- y a empezar a atar algún cabo que estaba demasiado suelto. El pretexto me lo dio un encuentro con un alumna de Joan Mayans que quería verme para hablarme de los exiliados argentinos.
A mal puerto llegaría esta señorita porque no es un tema que me interese demasiado, solo vicariamente lo conozco -especialmente a través de amigos del alma que lo han padecido-. Para complicar la cosa la chica quería que la ayudara con una hipótesis que me resulta cada vez mas enrevesada. Según ella la mayoría de los guerrilleros argentinos que tuvieron que exiliarse dejaron de militar apenas pisaron tierras españolas. Los desvelos cotidianos, el espejismo de un retorno lejano, el desenraizamiento y varias otras causas mas que conocidas explican suficientemente la mutación de su alma.
Pero a ella lo que le interesaba mucho mas no era el 99% que obro así, sino un puñado, unos 10 según ella, que continuaron militando llegados a estas tierras y que en algún caso travistieron sus ideales de la patria socialista por una consejalia en algún municipio local.
Sigo sin entender que quiere hacer y los únicos consejos que se me ocurrieron darle tuvieron mucho mas que ver con tratar de que ella averiguara de donde le viene la obsesión con el tema, que la llevo a hacer varios viajes la Argentina para recabar pistas y orientaciones -¿habrá tenido algún novio exiliado?, o que la hace penar por conseguir los 3 ladrillos que conforman La Voluntad de Caparros y Anguita, antes que ocuparse de mil y otra posibilidades que a mi juicio encajarían mejor con su cabeza española y el espíritu de los tiempos.
Pero claro siempre estamos hablando de subjetividades y en el proceso de recordarle que George Devereux en De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento le insistía a sus alumnos-antropólogos participantes- que para entender al otro primero uno debe entenderse a si mismo, me di cuenta -razón o consecuencia de mi insomnio- que las preocupaciones de esta chica no son muy diferentes de las mías, o de las vuestras o de las suyas. Y que determinar lo que es el espíritu del tiempo -aunque Vincent Verdu sea un maestro en el tema como lo demostró en El Estilo del Mundo– es una tarea mucho mas compleja de lo que parece a primera vista.
Mentes paralelas
Y para no pecar de mas esotérico que de costumbre quiero hacer un paralelismo. Entre dos pensadores autóctonos de lo mas rancio que tenemos y dos pensadores foráneos, que están en las antípoda de los anteriores. A ver quien nos ayuda mas y mejor -o nos obstaculiza mas y peor- el acceso a ese espíritu -por otro lado bien concreto y puntual.
Los locales son nuestro querido José Pablo Feinman, y nuestro poco valorado Juan José Sebrelli. Se trata de personajes muy disímiles y que si tienen un polo en común solo es la notoriedad -pasajera- del primero como ideólogo o pensador de cabecera -correlato del Portantiero de Alfonsin- del presidente Kirchner. Sebrelli a su vez es un pensador de masas y sus libros de divulgación de las ideas se venden por los decenas de miles de ejemplares y a los 73 años sigue regodeándose en la controversia y el batibarillo.
Hace décadas que no lo veo a Feinman, aunque leo cotidianamente sus crónicas en la contratapa de Pagina/12, y cada tanto me he enfrascado en sus libros mas filosóficos. Me gusta como escribe y le admiro la solvencia y gracejo con que mantiene enhiestas sus ideas de hace 30 años aggiornandolas suavemente.
En cuanto a Sebrelli me gusto mucho mas su sociologismo débil ejercido en sus obras pioneras como Buenas Aires Vida cotidiana y alineación o Mar del Plata El ocio represivo que su reescritura de las ideas argentinas.
Pero difícilmente me pondría a hablar de ellos y con ellos a partir de lo que escriben y piensan. A partir de lo que adocenan y de cuan fieles a si mismos son, sino fuera por sus actitudes públicas y por sus escarceos y guiños con los medios. Sebrelli mas a partir de la polémica en algún programa de televisión, y Feinman especialmente a partir de algunos reportajes que le han hecho recientemente. En particular en la revista Noticias y sobretodo por una nota que publico en Pagina/12 Pensar (otra vez) América Latina -del domingo 15 de febrero del 2004, donde cuenta su encuentro a 8 voces con el canciller francés Dominique de Villepin.
Les recomiendo la lectura de esa nota, así como de la que en el mismo diario escribiera el mismo Feinman incinerando a la pareja presidencial por haber aceptado posar en la frívola foto de los personajes del año en la revista Gente. Tampoco se pierdan la entrevista que le hiciera Carlos Liascovich en Clarín a Sebrelli que apunta en la misma dirección.
Porque lo que aquí llama la atención no es tanto lo que dicen sino como su decir es mediado por los medios. No tanto lo que dicen sino como lo que hablan es reflejado por las polémicas y los reconocimientos o desconocimientos mutuos. Como lo que dicen Sebrelli y Feinman mas que iluminar los problemas del presente les sirven a ellos para arrogarse la figura de faros y para hiperhipostasiar una figura del sujeto que creíamos definitivamente vencida y desaparecida.
Pero la cosa es mucho mas compleja que lo que estas pinceladas permiten entrever, así que será cuestión de seguirla entrando en tema y sobretodo contrastando estas opiniones y pareceres con la de los dos pensadores foráneos uno español y otro alemán que nos invitan a desempantanarnos de este berenjenal.
¿Destrozar al sujeto es destrozarnos a nosotros mismos?
Ya tiramos la primera piedra. Ahora es cuestión de mostrar la mano. No voy a insistir aquí en la pedantería de Feinman erigiéndose en interlocutor de Villepin. Después de todo el canciller francés -que ejerce de maestro de las boutades– no resulta menos jactancioso que el filósofo local enmendándole la plana al cartesianismo. Pero hinquemos mas el diente y desestimemos los juegos de artificio de los que participan los filósofos de las catacumbas ni bien un reflejo político los saca de su ostracismo histórico, y los reinventa como consejeros del príncipe comportándose como jamás lo habíamos imaginado.
Tampoco quiero comentar esa soberbia desarmada que le hace a Feinman convertirse en un langa, jugar a impresionar al visitante y encima anotar displicentemente lo que el supone que el canciller supuso de lo que el supuso.
Dejando los metaniveles para expertos en combinaciones de subtes europeos, qué le reprochó exactamente Feinman a los franceses -políticos y filósofos por igual-, qué nos propone y porqué estamos en desacuerdo, aunque lo queremos bien.
Para Feinman los franceses y la academia occidental se han dedicado a destrozar al sujeto occidental con todo tipo de argumentos. Según Feinman los franceses quieren matar al sujeto por totalitario, antidemocrático, aniquilador de lo plural, de la multiplicidad de los puntos de vistas, etc etc etc
Feinman no quiere comprar ese buzón e insiste que en América Latina nunca tuvimos un sujeto fuerte, y que lo que América Latina tiene que hacer en este momento es construir un sujeto fuerte, una totalidad no totalitaria regional.
Feinman no es ingenuo y sabe muy bien que las hipótesis francesas acerca de la multiporalidad no hacen mas que disfrazar la polarización, que los mismos encarnan al encabezar los intereses de la banca acreedora.
Después Feinman entra en sus conocidos alegatos acerca de la rapacidad del capitalismo -en la misma veta que Eduardo Galeano– y hace una enumeración de todos los compañeros de ruta a partir de los cuales quiere reconstruir al sujeto oprimido y construir una filosofía de la historia alternativa a la vendida por el heptapoder europeo del G7 y la muñeca brutal de Bush. Aquí en un pase de magia discursiva saltamos de la reivindicación de un cartesianismo local, a la denuncia consabida del imperialismo y a la reivindicación de los pensadores locales como Alberdi, Mariategui, Manuel Ugarte o Vasconcelos.
No hay nada que objetarle a Feinman de su deriva, solo que no nos ayuda a entender cual es el espíritu del tiempo al convertir lo que era un juego de chicanas de una causerie modelo 2004, en un entrevero de quejas y ardores, y en un obstáculo bastante profundo para entender el espíritu del mundo en la temporalidad estallada.
Por eso cambiando de canal y aprovechando el exceso de publicaciones que abundan del otro lado del océano quiero contestarle a Feinman, es decir quiero contestarme a mi mismo y a las preocupaciones de la maestranda de Joan Mayans que disparo estas dudas con sus demandas acerca de la política post-exilio, pasando a buscar ayuda en dos pensadores de las otras orillas.
Que no tienen nada de cartesianos ni de anti-cartesianos tampoco, ni son defensores de las boutades, los chistes de alta cultura, ni mucho menos profesan algún tipo de pleitesía por la modernidad o por la post-modernidad tan fáciles de execrar tanto la una como la otra.
Por otra parte se trata de dos pensadores de talla exageradamente disímil aunque en un complemento excelente que ya empezaremos a teorizar -siguiendo un doble señalamiento de Alfons Cornella por un lado y de una maravillosa obrita que conseguimos recientemente en el Raval catalán cual es Captando genomas, Una teoría sobre el origen de las especies de Lynn Margulis y Dorion Sagan (Kairos, 2003) -acerca del rol de la complementariedad en la gestion inteligente de la evolucion).
Experimentar con uno mismo y vivir gallardamente para contarlo
Mis guías son por lo tanto el desconocido filosofo español -y residente en Alemania desde hace mas de dos décadas- Carlos Oliveira y su entrevistado de lujo Peter Sloterdijk . La mañana del 4 de septiembre de 1994 en Munich ambos se encontraron para mantener un dialogo filosófico que quintuplicando su grosor inicial termino convertido en Experimentos con uno mismo (Pretextos 2003) una guía ineludible junto a su complemento El sol y la muerte. Investigaciones Dialogicas Entrevista a Peter Sloterdijk por Hans-Jurgen Reich (Siruela, 2004) para tratar de construir un espíritu del tiempo no contaminado por el neo-romanticismo y la nostalgia eterna de muchos de nuestros pensadores entre los que lamentablemente debo incluir a Feinman y a Sebrelli.
Entremos pues en tema. Las charlas -que fueron irradiadas en forma condensada por la radio bávara en el invierno de 1994- están divididas en 15 acápites, y aunque seria una tarea mas que loable dedicarle a cada uno de ellos una editorial, probablemente tamaño desafío nos supera enteramente. Así que sin saber hasta donde llegaremos empecemos por el primer tema tocado, por el catalizador Carlos Oliveira y por su archivo de memes Peter Sloterdijk a saber El individuo bajo sospecha critico-cultural.
Peter Sloterdijk movió los cimientos de la filosofía tradicional cuando publico en 1982 Critica de la razón cínica, que recién fue traducida al castellano en el 2003 -y de la que barruntamos algo en la edito 3187 del ILHN Manifestaciones de la razón cínica. Teoría y aplicaciones-.
Invitado por el español Carlos Oliveira a hacer un diagnostico de nuestro tiempo y corrido por la sentencia de su interlocutor quien apelando a Hegel insiste en que la filosofía es el tiempo aprehendido en pensamientos, Sloterdijk insiste en cambiar el foco y la periodizacion.
Porque en el 2004 ya no alcanza con sostener nuestro diagnostico de nuestra época diciendo «después de Hegel» -como si lo pudieron hacer el marxismo y el existencialismo. Para quienes experiemntamos el Mayo 1968 parisino o el Cordobazo 1969 en vivo y en directo, todavía nos parecía estar a la sombra de Hegel. Pero actualmente -exige Sloterdijk- esta cronología ya no tiene ningún sentido -como la otra que Derrida esgrime desde hace 4 décadas según la cual vivimos a la sombra de Platón.
Por ello conviene hoy hacer otras cesuras y periodizaciones. Nuestras cesuras y puntuaciones no son ya las de la filosofía clásica. Aunque vivimos del otro lado de la bisagra sus cancerberos no son los grandes filósofos clásicos sino mas bien autoridades metafilosoficas como Nietszche o personajes claves -hacedores del siglo XX- como Robert Oppenheimer o Alain Turing.
No solo eso. Sino que la mirada que mejor le cabe a nuestro tiempo es la médica nietzscheana que encuentra a nuestra época como definitiva e irremediablemente enferma y que requiere urgentemente de un medico para diagnosticarla -aunque Francisco Delich odiaba estas metáforas cuando fundaba Critica y Utopía en los 80 en la Argentina-. Pero no tanto desde la visión terapéutica sino mas bien de que solo quien es parte de la enfermedad puede decir algo acerca de su diagnostico.
Quizás uno de los elementos mas ricos de la reflexión de Sloterdijk -y eso que tiene muchisimos- esta en su análisis meticuloso y detallado del individuo de las grandes ciudades definido como un zombi nómada que vive inmerso en una sociedad-del-ego. En otras palabras el gran elemento distintivo, el gran problema, el gran desafio y la gran incógnita de nuestro tiempo, es el principio, deriva y fin del individualismo moderno.
El individualismo -nos guste o no.- implica un cambio epocal en nuestra definición. Surge en un momento de la historia en que los individuos se convierten en autores de sus propias descripciones, es decir -Sloterdijk lo enuncia con una claridad prístina- cuando los individuos empiezan a reclamar los derechos de autor respecto de sus propias historias y opiniones.
Si no todos, al menos muchos individuos -desde los intelectuales hasta los caballeros, desde los inventores hasta los grandes burgueses y capitanes de la industria- se convierten así en héroes novelescos y en autores de sus propias autobiografías.
Del individualismo novelesco al individualismo de diseño
Lo propio del siglo XX es sumar a ese individualismo novelesco un individualismo de diseño -nueva distinción esta nada trivial- momento en el cual los ya poseedores de derechos de autor sobre si mismos los empiezan a exigir para sus propias imagenes.
Lo fantástico de la lectura de Sloterdijk -anticipado y complementado en esto por recortes anteriores como los de Richard Sennett, Michel Maffessoli y unos cuantos mas- es que nada de lo que vemos en las revistas de moda, en las Ramblas de Barcelona, en la Recoleta o en la noche under -los cortes de pelo mas extravagantes, los desfiles de moda mas rimbombantes- existen tan solo en este plano naif y discordante. Lo que los vuelve inteligibles es una planteo filosófico crucial de la modernidad, a saber que el fundamento de todas las representaciones esta en el ejercicio activo de la reflexión del propio pensador.
Desde mediados del siglo XVIII el ser y la producción son una sola y misma cosa y después de 1789 la cabeza de la ontología clásica ha sido guillotinada. Desde ese momento nos hacemos llamar señor y señora -¿increíble no?- algo que previamente solo era titulo de nobles y reyes y que nosotros sin saberlo seguimos practicando 200 años mas tarde.
La Ilustración nos libero para ser nosotros mismos y para convertir a la inteligencia en una forma de propiedad privada o de capital -que encuentra su paroxismo actualmente con las nociones de organizaciones inteligentes o de capital humano. Pero en ese movimiento fuimos devueltos hacia un concepto bien clásico cual es el de la auto-conservación, que antes tenia un revestimiento cosmo-teologico, pero que hoy ha quedado a la intemperie.
El individuo esta obligado a cuidarse desesperadamente a si mismo porque ya no hay Dios, ni Maquina, Gobierno o Consejo de Supremos que lo haga por el -por nosotros.
Autoconservación -y esto remite al titulo del libro de conversaciones de Sloterdijk con el español Oliveira- es determinar en términos experimentales cual es la mejor vida para cada uno de nosotros. Y en este ejercicio podemos -de hecho muchos lo hacen- jugando con la propia desintegración incluso del mundo.
Porque el individuo moderno juega con la libertad hasta los límites y no tiene empacho muchas veces en jugar con la autodestrucción -¿Bush se dará por enterado? ¿Bin Laden sabe de qué estamos hablando? Jugando a escandalizarnos Sloterdijk insiste en que un antecedente parecido de lo que estamos viviendo hoy en día se encuentra en la idea de autodestrucción mística que surgió con tanta frecuencia en la Edad Media europea y quizás en las escuelas de meditación orientales.
Pero lo que en el misticismo pasaba por la flagelación y el silencio, en la experiencia moderna se busca la ascensión a través de la embriaguez de los sentidos, en el lenguaje y en definitiva en la cultura de la vivencia. Por ello Sloterdijk es enfático en su formula: autoconservacion mas autoexperimentacion equivale a autointensificacion.
La paradoja es flagrante. La voluntad de superar las resistencias del yo solo nos llevan a situaciones de angustia y de miedo. Basta abrir un poco los ojos, leer los diarios, entender algo de historia y mirarnos en el espejo cada mañana, para llegar a una constatación casi trivial -pero no por eso menos consternadora- la marcha del mundo en su conjunto se asemeja mucho mas a una fiesta de suicidas a gran escala que a una organización de seres racionales enfrascados en la tarea de conservarse a si mismos.
No es que Sloterdijk ande con un farol iluminando lo que otros pensadores -o pseudo incluyendo a los vernáculos- habían dejado todo en sombras. Y como es un hombre histórico de cuajo es raro que Sloterdijk diga algo donde no se pueda ver el orillo o la genealogía. Pero donde Sloterdijk es llamativamente original es al encontrar lineamientos u opciones que están sobreactuados en las lecturas tradicionales.
Porque según él el amante de los deportes extremos, el soldado high-tech o los maratonistas de altura no son sino ejemplos de la descomposición analítica que se inició con la modernidad y que alcanza en las obras gigantescas del presente -pero también en la miniaturización de la experiencia y en su constante enaltecimiento hasta los extremos- su mejor encarnación. Nos creemos hiperlibres y somos esclavos de la ingeniería que empezó domesticando a la naturaleza y a los cuerpos y ahora lo hace con las emociones y las pasiones.
Porque según Sloterdijk el análisis hace de la incomodidad fundamento, y todo estamos instalados en una situación de renovación permanente. Los contemporáneos somos aquellos que en vez de nutrirnos de herencias lo hacemos de nuestras rentas o ingresos. Estamos condenados a vivir en mundos mitológicos porque no hemos heredado casi nada, es decir ya no tenemos tradiciones que encapsulaban mundos completos. Lo nuestro es la errancia y el desamparo.
Culturas presentistas
Una cultura presentista como la nuestra se alimenta de temas intemporales que ella misma difunde a través de sus medios de comunicación. Nuestras stories son nuestros mitos. Por eso se entiende fácil la debilidad y fascinación de la TV por los accidentes, los desastres naturales, lo apocalíptico. El mito es un método que consiste en describir al mundo de tal modo que nada puede pasar en él. Que mejor autenticación de nuestra vida cotidiana. Todo parece ser distinto pero al final todo es tan idéntico a si mismo.
Aunque no nos demos cuenta los medios son el mejor reaseguro de que nada cambiará y de que todo se repite eternamente. Basados en el dinero y el poder, en lo concreto y lo tangible los medios han inventado una nueva mitología atemporal e intocable.
Las vanguardias de principios de siglo XX encarnaron la radicalización de los estilos de vida y de expresión. Aunque no se trató de movimientos masivos se empezaron a movilizar cifras de gente importante que a principios del siglo XXI ya son multitudes. Sloterdijk remite al para nosotros desconocido Gottfried Benn para quien los experimentos de descomposición del yo representan el ejemplo extremo de lo conocido en el siglo XX.
Para Sloterdijk estamos viviendo una situación de punto cero. Porque el insiste que en el momento en que el individuo mira a su interior no encuentra nada que no fuera -según Benn- la sociología y el vacío. Nos autoanalizamos y en vez de vernos compactos y saturados nos encontramos como un gran hueco -sino como un agujero negro. Quienes creemos pensar no somos otra cosa que un canal o calentador continuo de sustancias publicas (chismes sociales, experiencias del exterior, materia arrastrado por el viento).
A lo sumo somos yoes fragmentados y podemos optar por el preferido pero lo que queda claro -y lo que seguramente irritara sobremanera tanto a Feinman como a Sebrelli- es que todos los experimentos encaminados a construir un yo estable partiendo de lo social terminan llegando a una posicion exenta de autenticidad o en todo caso irrisoria.
Sloterdijk remite al cuadrado negro de Malevich a -algo que ha dado lugar a una obra interesante acerca de la búsqueda de lo absoluto en la pintura moderna como es Caminos a lo absoluto Mondrian, Malevich, Kandinsky, Pollock de Richard Davenport-Himes – y termina su diatriba furibunda con una sentencia inapelable. El alma que realiza experimentos consigo misma, que se descompone hasta llegar a sus ultimas partículas, se descubre a si misma como una nada realmente existente, una especie de monocromia, una superficie indiferente.. la superficie en si, la pagina vacía en el libro interior.
Aquí cierra Sloterdijk su lectura. Para el la cultura experimental no puede producir otra cosa que no sea esa posibilidad ultima rayana en el budismo… made in Germany modelo 1920
Y aquí cita a Boris Groys –redescubierto por Christian Schwartz entre nosotros- Pero hasta aqui llegamos y aquí nos quedamos. Y no hay nada que se haya probado en los casi 100 años posteriores que arañe u orille esa radicalidad. La razón es evidente. Todo lo que vino después, ornamentación, ironía, reconciliación, nuevos mitos, sentimentalismo, figuración es la mejor demostración de que la cultura no es nada mas y nada menos que reponerse del terror.
Todo radicalismo y el arte de los años 20 fue el mas terrorista de todo el siglo engendro su cura y terapéutica. Por el despertar de la filosofía del tedio de Heidegger, la experiencia de la disolución de la forma en Benn, la indiferencia creativa de Freidlander-Mynonana y sobretodo la concepción de lo místico que se muestra de Wittgenstein han sido devaluados y retomados por las artes high and low reconvertidas en un nuevo modo de religión de la modernidad. La distancia que separa al primer Heidegger de Paolo Coelho es la mejor medida de nuestra decadencia y pauperización intelectual.
Y aquí paramos nuevamente para tomar aire y en una de esas nos animamos con nuevos temas, porque como habrán comprobado este muchacho Peter se las trae.
EL ARTÍCULO ES UN APORTE A LA FILOSOFÌA POSMODERNA. UNA INVITACIÒN A HACER UN GRAN PUENTE QUE PUEDE LLAMARSE EL PUENTE RAZÓN-EMOCIÓN- REALIDAD SOCIOHISTÒRICA POSMODERNA. ESTE PUENTE TRANSITADO POR EL INDIVÌDUO O POR LAS SOCIEDADES POSMODERNAS.
SI ES VERDAD QUE LA SOCIEDAD POSMODERNA ES AL CÌNICA, HABRÀ QUE PREGUNTARNOS SI EL CINISMO NO ES MAS QUE UN TERROR MAQUILLADO, UNA VULNERABILIDAD RECONOCIDA INTERIORMENTE, DISFRAZADA DE AUTOSUFICIENCIA, PUEDE QUE DE AHÌ HASTA NOS HAYA DADO POR PRESUMIR DE LA POSIBILIDAD DE AUTOCUIDARNOS. PORQUE ¿CÒMO PUEDE AUTOCUIDARSE ALGUIEN QUE NO SABE O NIEGA QUE LO NECESITA?
GRACIAS