Inexplicable, molesto, incomprensible. Venia dándole duro y tupido a mi primera editorial de este nuevo viaje, y de pronto se me borro todo lo que había escrito laboriosamente. No se si habrá sido como en la histórica tecla delete que tenían las Apple II en sus comienzos, pegada a la de apagar, lo que causaba naufragios como este que me acaba de ocurrir, o de alguna ignota instrucción disparada por una combinación de teclas que ignoro, lo cierto es que mi editorial que combinaba algunos datos acerca de la salida de Buenos Aires en un inaugural vuelo de un Boeing 747/400, y mis primeras reacciones a una perla que estoy leyendo, se perdieron para siempre en el mar de los bits ignotos.
Así que rememos nuevamente y hagámosle un poco de cosquillas a nuestras neuronas a ver si mejoramos la apuesta. Ustedes saben que a mi me encantan los mapas. Bah en realidad no tanto los mapas en si sino mas bien las cartografías. Porque si hay mapas es porque alguien creyó que había algo que convertir en tales.
Cuando decimos mapas imaginamos demasiado fácilmente a la insulsa materia geografía de 4to año y a los repuestos Rivadavia. También a los mapas políticos, los orográficos, los hidrográficos y con un poco de sutileza podemos imaginarnos en un rapto de inspiración, también a los fito y los zoo-geográficos.
Con lo interesante que estas variedades son, nos remiten de todos modos a una fase incipiente y casi infantil de la visualización de la información. Y claro como no podemos olvidarnos de que la escala crea al fenómeno, también podríamos decir con no menos justicia y certeza que los instrumentos crean al objeto.
Para no decir nada acerca de la capacidad que tienen los mapas de mentir así como las mentiras de apoyarse en los mapas para aumentar su coeficiente de credibilidad.
En mi historia de amor con los mapas, dos obras -mejor tres- me fascinaron para siempre. Una fue el gigantesco Times Atlas of History que me trajo de Nueva York una compañera de la Secretaría de Planeamiento a fines de los 70. Por esa misma época descubrí los Atlases de Penguin que me dieron una punta que nunca abandonaría acerca de las comparaciones geográficas y numéricas.Y que hoy se continúan en los atlases del World Watch Institute.
Conceptualmente el libro que me rompió el coco sobre estos temas fue Mapping the nex millenium de Hall. donde se abandonaba para siempre la idea de representación visual tradicional.
En esa obra maravillosa el autor utilizaba las tecnologías mas extravagantes entonces disponibles (hoy las hay aun todavia extravagantes) para mostrarnos mapas de territorios desconocidos e invisibles en ausencia de estas herramientas de mediación: mapas de Marte, mapas del genoma humano, mapas del fondo de los océanos, mapas de los órganos internos, mil y una superficies tridimensionales emergían como entidades con vida propia gracias a estas nuevas tecnologías de la representación.
Pues bien tengo sobre mi falda un colorido libro en formato de bolsillo escrito por Richard Florida profesor de Desarrollo Económico regional de la Universidad de Carnegie Mellon que tiene el extravagante tituló The Rise of the Creative Class. And how it’s transforming work, leisure, commnunity and everyday life.
Si asocié esta obra en donde no hay ningún gráfico -y si en cambio decenas de paginas de estadísticas- con mi experiencia de la lectura y el gusto por los mapas es porque precisamente la obra de Florida no es nada mas ni nada menos que una cartografía del talento.
Ojo saben que hay palabras que me cuesta mucho pronunciar, y todavía mas aun escribir. En esa familia de los términos proscriptos se cuentan por ejemplo: creatividad, inteligencia, innovacion, valores, etc etc. Ojo no me molesta mencionarlas pero lo que me subleva bastante es topármelas permanentemente en elegías y promesas, en pedagogías y propuestas políticas bastante vacías en donde se menciona permanentemente la necesidad de promoverlas, de acuñarlas, de fomentarlas, de expandirlas, etc., mediando un pequeño problemuta. Nunca se dice bien como. A menos que uno quiera creerles todavía a los picaros de la autoayuda al mejor (o peor) estilo de Jorge Bucay -hoy un best-seller infernal en España- o Paolo Coelho que siguiendo sus pasos llegaremos al paraíso de la auto-felicidad.
Por eso cuando hace un par de años el gran visionario e infonomista que es Alfons Cornella me comento ante mi asedio cuasi periodístico de saber en que andaba mojando las neuronas, abroquelarme en este libro desconfié un poquito.
Bah deje macerar la recomendación, nomás, para que Alfons no crea que no sigo sus afiatados consejos. Lo cierto es que lo descubri en una anaquel en Chapters en Toronto y rápidamente me lo agencie y viendo que movilizaría en mi último viaje -y eso que tenia varios candidatos mas que apetitosos- me decidí finalmente por este (junto al de David Weinberger Small Pieces loosely Joine. A unified theory of the web).
Y la elección no pudo ser mas acertada. Porque de solo sumergirme en los viejos y nuevos prólogos y en los primeros capítulos, me encontré con un exquisito tratado acerca del poder de lo real por encima de lo virtual, de lo local por encima de lo global, y de lo simbólico por encima de lo imaginario.
Florida tiene varios puntos de partida uno mas rico interesante que el otro. Primera constatación el cambio social no se lleva muy bien con las épocas de bonanza. Acordémonos de las décadas del 20 y del 90. Nunca el crecimiento económico fue tan rápido como en esos momentos, Nunca el ilusionismo tan extendido y sin embargo la mentira tuvo patas tan cortas en ambos casos (por algo Stieglitz logro inventarse un best-seller haciendo retroprofecias y olvidándose de su corresponsabilidad en la generación del boom).
Las épocas de crisis en cambio son mas que alentadoras en cuanto a fermentar nuevas practicas sociales y a generar nuevos patrones de comportamiento que probablemente tengan alcance a muy largo plazo. Y la del 2004 es una de estas.
La otra constatación de Florida central y curiosamente ignorada hasta hace poco es que el crecimiento económico no esta determinado autistamente por las empresas y las corporaciones sino por el locus, el situs, la aglomeracion de las variables de talento, tecnologia y tolerancia incrustadas en el difuso pero convincente atractor llamado creatividad.
Acabo de escribir un artículo en referencia a esta idea de clase creativa que puede consultarse aquí: http://www.gelo.tv/blog/?p=91