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Ideas zombies, pensadores tiranofilicos y el dulce cacheteo de la derecha vernácula

Lilla1.jpg Atentados como analizadores y dinamizadores sociales

El atentado del jueves pasado en Madrid sirvió por enésima vez -entre otras cosas- de analizador social. Mas alla de que la lógica terrorista es inconmensurable con cualquier racionalidad, y de que la muerte de centenares de inocentes no justifica ninguna ideología. inmediatamente de acaecido el evento empezó a ponerse en marcha la maquina de justificar, de deslindar y de poner en ejercicio la teoría de los dos demonios que no invento aquí ningún Alfonsin, pero que el supo utilizar mejor que ninguno.

Mientras el avión que me traía de Madrid aterrizaba en Ezeiza el jueves a la mañana, un par de horas antes la catástrofe había deflagrado sobre la capital del otrora imperio español, sumiendo en la consternación a la nación entera. No habían pasado dos horas de la inhumana carnicería que el gobierno español atribuía al ETA la hazaña -sobre la base de una inducción mecánica y de una voluntad de manipulación política pocas veces vista en la historia.


Con una habilidad raramente ejercida para maniatar la información a escala masiva en esta era de Internet, durante 24 horas el ejecutivo español construyó un hombre de paja que le serviría para pasar la tormenta y dejar en el poder al delfín del hombre del bigotito.

Pero los SMS y los celulares pudieron mas que la veda política y en una reedición del desafío argentino en el diciembre de los cacerolazos al Estado de Sitio decretado por de la Duda, los españoles descreyeron de los manipuladores informacionales y tumbaran al aznarato.

Podría ser el comienzo del fin de una serie que tiene entre sus cuentas a cínicos como Berlusconi y al propio señor Busch. Pero mientras este inesperado escenario hace correr escalofríos a la derecha internacional, en nuestro país un grupo de impresentables acuñan nuevas distinciones, le echan la culpa de nuestra decadencia al peronismo y a la incapacidad de pensar, y se abroquelan en una puntuación mas que discutible para escribir la historia y hacer coincidir su ideología con la ausencia de las ideologías.

Aznar en Buenos Aires

Casualmente dos defensores de la derecha aznariana hicieron acto de presencia ayer en el diario de los Mitre para asustarnos con sendas declamaciones acerca de las ideas zombies (las de la izquierda obviamente) y los pensadores tiranofilicos (incluyendo entre ellos nada mas y nada menos que a Michel Foucault).

Se trato de sendas notas de Marcos Aguinis y de Enrique Krauze en donde cada uno a niveles incomensurablemente diferentes, defienden a rajatabla las ideas de la derecha tradicional, acuñan distinciones que a ellos les saben llamativas y en realidad lo que hacen es volver a dar la pelea ideológica cuando la izquierda hace rato que brilla por su ausencia.

Lo de Aguinis es francamente de una debilidad insólita. Insistir en que en América Latina se polemiza con dogmas de jardín jurásico y se esgrimen teorías herrumbradas, objeto de vergüenza o de sonrisas desdeñosas en los sitios que lograron superarlas, se parece demasiado al corifeismo y pasa por alto que sus razonamientos y argumentos son tan endebles como lo que el mismo critica.

Lo de Krauze es mucho mas interesante y se apoya ademas en algo mas que lecturas rancias u opiniones previsibles como es el caso de Aguinis. Porque Krauze otro dinosaurio -del mismo palo que Vargas Llosa o en su momento Octavio Paz- que se jacta de realista y observador imparcial -como se debe- se basa en una obra reciente Mentes inquietas de Mark Lilla.

La tiranofilia de los filósofos

La tesis central de Lilla gratamente compartida por Krauze es que desde la antigüedad, los déspotas han contado con un coro de filósofos dispuestos a escuchar y glosar el discurso totalitario. En el siglo XX, el ejemplo más flagrante de esa inclinación habría sido el de Heidegger, convertido en funcionario de Hitler

Las credenciales de Lilla son para Krauze inmejorables. Se trataría de un intelectual inmerso en el estrecho mundo de los especialistas académicos, que todavía cree en la necesaria vinculación entre la filosofía y la vida pública; un pensador inmune a la pirotecnia verbal del posmodernismo, que busca en los temas políticos la verdad objetiva; un liberal clásico que milita contra el relativismo moral y reivindica el lugar de las instituciones democráticas, el papel de la tolerancia, la necesidad del estado de derecho y las libertades cívicas.

Tal proclama a mi me genera mas suspicacia que alegría y no me hace imaginara a alguien con quien querría discursear o tomar una cerveza. Peor claro no soy Krauze, ni Aguinis y no tenemos porque compartir héroes intelectuales con estos caballeros, cuando justamente alguno de ellos es vapuleado por Lilla de la forma mas ramplona y rastrera posible.

El libro de Lilla está integrado por seis ensayos independientes, referidos a Martín Heidegger, Carl Schmitt, Walter Benjamin, Alexandre Kojève, Michel Foucault y Jacques Derrida. Para Lilla lo peor que hay en el mundo es la filotiranía y mezclando todo con todo y sosteniendo ser ecuánime apunta a la filiación nazi de Heidegger y Schmitt para denostarla. Y obviamente le da palos al marxismo, no menos que a Hegel, a Nietzsche y al estructuralismo.

Para Lilla todos estos autores se involucraron irresponsablemente en el vértigo político de su tiempo. Según Lilla, a todos los caracterizó una falta de autoconocimiento y humildad. Para Lilla hay un tirano agazapado en todos nosotros, un tirano que se embriaga con el Eros de su Yo proyectado hacia el mundo y que sueña con cambiar a éste de raíz. Si en un ejercicio riguroso de autoconocimiento, el intelectual identifica en sí mismo esa fuerza, si la dirige y controla, el impulso puede guiarlo hacia el bien y otros fines superiores. Si no, esa pasión puede llegar a dominarlos.

Para Lilla lo que hay que hacer -weberianamente- es separar el conocimiento de las pasiones. Pero Lilla tiene una habilidad sin fin para mezclar todo y para sistemáticamente hacer colapsar al pensador sobre su pensamiento. Un excelente ejemplo es su critica de Schmitt a quien denosta por sus usos filonazis pero también de quien desconfía por su recuperación por parte de Derrida.

Donde Lilla se vuelve mas fiel que nunca a su norteamericanismo miope y a su incapacidad conocida de abarcar la otra mejilla es en su relectura de Foucault. Lilla defenestra a Foucault con una facilidad impar acusándolo de apoyar todas las corrientes autoritarias de su época, desde el maoísmo hasta la revolución del Ayatola Jomeini en Irán.

Haciendo psicohistoria de la peor Lilla entiende a Foucault como un alma perturbada y atraída por las «experiencias límite», la violencia, el sadomasoquismo y el suicidio. Según él Foucault buscó en el mundo la versión amplificada de sus obsesiones y «proyectó su vida hacia la esfera de la política sin tener el menor interés en ella ni admitir la más mínima responsabilidad».

Análisis hiperreduccionistas

Como había pasado con Benjamin, el análisis de Lilla sobre Foucault resulta «un tanto» reductivo dice Krauze. Quien insiste en su dicotomismo a la Lilla en salvar las teorías de Foucault pero denostando al mismo tiempo sus practicas, su política del cuerpo y su compromiso existencial.

Por supuesto que Lilla se las agarra también con Derrida -al mejor estilo de Bricmont y Sokal en Imposturas Intelectuales- a quien acusa de los peores males y lo ve como a un Mefistófeles de la peor calaña, cuando en realidad Derrida fue un pensador importante de los 60/70 que termino convertido en un académico domesticado a la norteamericana

Pero Lilla y Krauze se extravían demasiado fácilmente en estos discursos chauvinistas y filodemocraticos, declamatorios y en un tono pedagógico que me sublevan e insiste en hacer de sus escritos y comentarios un recordatorio de los torcidos caminos -según ellos- que tomaron algunas de las mentes filosóficas más notables del siglo XX.

Como lo hacen en nuestro países personajes de ideas menores como el propio Aguinis o Mariano Grondona, como lo hace Sebrelli y también Vargas Llosa el pensamiento único se disfraza de defensa de Occidente y acomete contra quien quiera se alce desde otra perspectiva en un discurso torpe y desviado.

Que La Nación publique estos devaneos y que el arco de la centro- derecha se jacte de ser parte de esta aventura de las ideas romas en todo caso solo nos sirve para agudizar nuestro intelecto y para tomarnos mas en serio la necesidad de pensar mas y menor -y en dirección ortogonal a las propuestas caritativas y se defensa del status quo provenientes de Aguinis o de Krauze.

De lo contrario estas ingenuidades de la derecha serán tomadas por pensamiento y los cortocircuitos de pesos pesados como el primer Derrida y el ultimo Foucault serán descuidados como desvíos ideológicos de un pensamiento que no debe encallar en tales ingenuidades.

Definitivamente el fantasma de USA y de su supuesta democracia les ha carcomido demasiado la mollera a estos intelectuales biselados. Atacar a Foucault o a Derrida por su alineamiento politico-ideologico (poniéndolo en el mismo carril que la compleja relación de Schmitt y de Heidegger con el nazismo), o reducir la critica a la onto-teologia hecha por Heidegger a un supuesto reblandecimiento emocional hacia Hitler, muestra la incapacidad de estos intelectualoides filo-americanos por salirse del corset de su idioma y su anhistoricismo y no entender nada de nada.

Publicado enMemetica

3 comentarios

  1. Jose antonio Jose antonio

    Kan decia nunca discuta con un idiota.la gente podría notar la diferencia.

  2. Rufo Rufo

    Su artículo, lo siento, repite tópicos que muchos creen. Pero son tópicos. Ideas por llamarlas de algún modo que evitan el trabajo de pensar.
    ¿ejemplos ?
    – La derecha es prehistórica e inculta. Paso por lo de inculta, rodeado de premios nobel, pero antigua lo mismo que la izquierda, puesto que hacen la unidad, como sujeto y predicado. ¿O no?
    – en EEUU no hay democracia. (¿Sólo porque no hay odio civil?)
    – Aznar es pequeño y tiene bigote. Aceptado. ¿Algo más? ¿Y por eso lo intentaron asesinar los demócratas? ¿Es culpable de que en España 500.000 empleos ofertados no hayan sido aceptados, porque algo tendría que ver en la creación de cinco millones de empleo? ¿Es eso repartir pobreza? -empleos malos. -No, empleos de director general.
    En fin, solamente con quitar los adjetivos de sus artículos, éstos serían aceptables. (Y las frases hechas : enésima vez, etc.). Por lo demás comparto apreciaciones suyas. Muchas gracias.

  3. Carlos Carlos

    He leido el libro de Mark Lilla y comparto su visión reduccionista y simplista de dicho autor.

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