Preparándonos contra la voluntad de las máquinas de arrebatarnos el cetro de la racionalidad y la humanidad, nuevas disciplinas como la bioetica insisten en establecer un cordón sanitario alrededor del viejo y obstinado -por nunca dejar de ser el mismo- homo sapiens.
Por suerte siempre hay algún heterodoxo o inmune a los golpes narcisistas, que insiste en pensar este pasaje a la posthumanidad (¿le hará eco a la post-estatalidad de la que hablamos hace un rato ? y que fuera recientemente investigado por Ignacio Lewkowicz en Pensar sin estado. La subjetividad en la era de la fluidez).
Quien ayuda a pensar estas cosas es el otro yo de Peter Sloterdijk, a saber Slavoj Zizek, quien sin pelos en la lengua insiste en que la naturaleza –humana e inhumana– es «desustancializada», es despojada de su impenetrable densidad, de eso que Heidegger llamaba «tierra».
Hasta antes de que la ciencia y la tecnología lo dieran vuelta todo, la noción de humanidad descansaba en la creencia de que poseemos una «naturaleza humana» hereditaria, que nacimos con una dimensión nuestra que es insondable, pero la manipulación genética esta demostrando lo infundado del supuesto y vuelve realidad las pesadillas y los temores mas profundo de un Francis Fukuyama
La perspectiva de la intervención biogenética abierta por el creciente acceso al genoma humano emancipa a la humanidad de las constricciones de una especie finita y de la esclavitud del «gen egoísta». Pero la emancipación tiene un precio. Y pagarlo es muchisimo mas caro de lo que cualquiera pudo haber imaginado jamas.
Hace mucho que los filósofos, y los humanistas, con Jurgen Habermas a la cabeza, reiteran sus advertencias contra la manipulación biogenética. Y lo hace sobre la base del peligro que entrañan esas intervenciones: borroneo de la línea de demarcación entre lo hecho y lo espontáneo, y por lo tanto posibilidad de que afecte el modo en que nos comprendemos a nosotros mismos.
Si nuestras disposiciones «espontáneas» (es decir, agresivas o pacíficas) son el resultado de una intervención externa deliberada en nuestro código genético -especialmente en el caso de los adolescentes- nuestra identidad se vera destruida y se acabará con la idea de que desarrollamos nuestra moral a través del Bildung. La intervención biogenética -algo que aterra a Habermas y a muchos humanistas- podría quitarle todo sentido a la idea de educación, por lo menos en nuestros sentido tradicional de la educación tan duramente cuestionado por Jacques Ranciere en su reciente e hiriente opúsculo El maestro ignorante).
Pero no menos impactante es la nueva divisoria que se establece entre genorricos y genopobres (en un sentido parecido y distinto al que examinamos varios años atrás en… la mesa redonda en Clarín sobre la clonacion) es decir entre quienes sean «espontáneamente» humanos y aquellos cuyas características hayan sido manipuladas:
¿Ser natural o artificial?
En una experiencia realmente inédita en la historia humana cambiaremos retroactivamente nuestra comprensión de nosotros mismos como seres «naturales», en el sentido de que experimentaremos nuestras disposiciones «naturales» como mediadas, no como dadas: como cosas que en principio pueden ser manipuladas y, por lo tanto, pasar a ser meramente contingentes.
Zizek es un tipo complicado y su pertenencia inequívoca a las huestes del lacanismo lo testimonia una y otra vez. Por lo cual seguir en detalle su argumento lleva tiempo y sobretodo ganas. Pero de lo que no cabe duda es de que tiene clarisimo lo que esta en juego en estos debate, y saltando a la conclusión lo que nos dice nos gusta todavía menos que el esfuerzo que tenemos que hacer para acompañarlo en cada una de las fases de su razonamiento.
El problema no es perder nuestra dignidad y nuestra libertad con los avances de la biogenética, sino darnos cuenta de que en realidad nunca las tuvimos. Si las afirmaciones de la biogenética se sostienen, entonces las opciones son aferrarnos a la ilusión de la dignidad o aceptar la realidad de lo que somos.
Que la autoestima se haya convertido en una cuestión de administración de Zoloft o Prozac elevando el nivel de serotonina en el cerebro es algo que confunde a mas de uno. Parece que la barrera orteguiana entre el yo y la circunstancia se ha derribado definitivamente o en todo caso que la realidad de la química se impone peligrosa (e irreversiblemente) sobre la realidad de la psicología.
Cuando se discute acerca de habilidades y competencias se da por supuesto que tanto el trabajo duro como el talento son considerados «partes mías», mientras que tomar una droga es una manera «artificial» de mejorar, puesto que es una forma de manipulación externa.
Las preguntas que se hace Zizek se forjan con el martillo y nos hacen acordar al mejor Nietzsche. Pero donde su visión aguda y su capacidad de desaletargar conciencias es mas radical que nunca es cuando señala con fuerza hacia Fukuyama y devela un interrogante que hasta ahora nos costaba mucho entender.
¿Del Fin de la Historia al fin de la humano?
¿Porque un señor que hace 15 años quiso terminar con la historia se preocupa hoy con estos temas al punto tal de dedicarle un libro entero como es Our Posthuman Future: Consequences of the Biotechnology Revolution?
Una vez que sabemos que nuestro «talento natural» depende de los niveles de ciertos químicos en nuestro cerebro, ¿qué importa, desde el punto de vista moral, si lo adquirimos de alguna fuente exterior o si lo llevamos con nosotros desde nuestro nacimiento?
Para complicar un poco más las cosas: puede que nuestra disposición a aceptar la disciplina y el trabajo duro dependa de ciertos químicos. ¿Qué pasa si, a los efectos de ganar un concurso de preguntas y respuestas, decidimos no tomar una droga para mejorar nuestra memoria pero tomamos una que «simplemente» fortalece nuestra resolución? ¿Eso también es hacer trampa?
Una de las razones por las que Fukuyama abandonó su teoría del «fin de la historia» para considerar la nueva amenaza planteada por las neurociencias es que la amenaza biogenética es una versión mucho más radical del «fin de la historia», una versión capaz de archivar en la obsolescencia más absoluta al sujeto libre y autónomo de la democracia liberal.
Pero el giro de Fukuyama obedece a una razón más profunda: la perspectiva de la manipulación biogenética lo obligó, conscientemente o no, a reconocer el oscuro reverso de la imagen idealizada que tenía de la democracia liberal. De golpe, Fukuyama se ha visto obligado a enfrentarse con un panorama de corporaciones que abusan del libre mercado para manipular gente y embarcarse en aterradores experimentos médicos, de gente rica que cría a sus vástagos como a una raza exclusiva, con capacidades mentales y físicas superiores, instigando por lo tanto a una nueva lucha de clases. Para Fukuyama es evidente que la única manera de limitar estos peligros es reafirmar un fuerte control estatal sobre el mercado y desarrollar nuevas formas de voluntad política democrática.
Zizek vuelve a sorprendernos al insistir -mucho mas alla y mucho mejor que Fukuyama- que el reduccionismo biogenético (y, en términos más generales, cognitivo-evolucionista) debe ser atacado desde otro ángulo. Y ese ángulo es el que investigaba Bo Dahlbom al criticar al gran Daniel Dennett en obras como Dennett and His Critics: Demystifying Mind (compilación) y sobretodo al insistir en en el carácter social de la «mente».
A pesar de que quienes las escriben no lo notan -y por eso ayer el Mosquito insistía en la cuestión de quienes nos creiamos nosotros para imaginar que la mayoría de la gente estaba equivocada y que nuestras teorías acerca del pensamiento sin Estado eran las que mejor describían el caos actual- las teorías de la mente están obviamente condicionadas por sus contextos históricos.
¿O acaso Dennett no es el primero en insistir en que las herramientas –esa «inteligencia» externalizada en la que se apoyan los seres humanos– son parte inherente de la identidad humana:?
Inteligencias sociales
Puesto que el hombre es la totalidad de sus relaciones sociales, Dennett y otros filósofos de la mente deberían dar el siguiente paso lógico y analizar esa red de relaciones sociales. En un salto mortal que nos deja allí de donde nunca debíamos haber salido -es decir en la ontología del lenguaje- queda claro que el problema no es cómo reducir la mente a la actividad neuronal o cómo reemplazar el lenguaje de la mente por el de los procesos cerebrales, sino más bien comprender cómo la mente sólo puede emerger de la red de relaciones sociales y suplementos materiales.
El problema real no es si las máquinas pueden emular a la mente humana sino cómo la «identidad» de la mente humana puede incorporar máquinas. En marzo de 2002, Kevin Warwick en un experimento que aquí mencionamos pero del cual nos sacamos ni minimamente las conclusiones que Zizek y otros por fin están exprimiendo como se debe–, un profesor de cibernética de la Universidad de Reading, se hizo conectar su sistema neuronal a una red de computadoras. Se convirtió así en el primer ser humano que es alimentado de datos directamente, sorteando los cinco sentidos.
Ése es el futuro: no el reemplazo de la mente humana por la computadora sino una combinación de ambas. En mayo de 2002 se informó que científicos de la Universidad de Nueva York habían implantado un chip de computadora directamente en el cerebro de una rata, lo que permite guiar a la rata por medio de un mecanismo similar al del control remoto de un auto de juguete.
Traslademos este experimentos a un ser humano -mas de uno lo estará imaginando y la ciencia ficción lo ha proyectado ya varias veces- y la pregunta inevitable es ¿será consciente la persona manipulada de que un poder externo decide sus movimientos? Y en ese caso, ¿cómo experimentará ese poder: como un impulso interno irresistible o como una coerción?
La aparición de ropa inteligente, la unción cada vez mas inconsutil de lo orgánico con lo maquinal, que hasta ahora era mero desparpajo novelístico o se entregaba gratuitamente a manos de tecnofilos empedernidos, de la mano de Zizek o de Sloterdijk releva el fanatismo humanista vacío de Habermas, y vuelve a poner en pie preguntas filosóficas que habían sido adormecidas por el mito de la naturaleza humana.
Dice Zizek que Hegel no se habría intimidado ante la idea del genoma humano y la intervención biogenética, ni habría preferido la ignorancia al riesgo. Al revés, se habría regocijado con el derrumbe de la vieja idea de que «Tú Eres Esto», como si nuestras nociones de identidad humana hubiesen sido establecidas definitivamente.
De lo que no que cabe duda es de que la resistencia tecnofobica contra el proyecto genoma humano, la bioingenieria o el rediseño de la naturaleza humana profunda mas que un resabio o vestigio de buena y necesitada cultura filosófica clásica, no es otra cosa que resistencia, incapacidad de flexibilidad intelectual y sobretodo regocijo en la obsolescencia de las categorías que, primero impiden pensar al mundo, y que finalmente hacen lo imposible por restaurar lo que ya no volverá.
Después de todo reducir nuestro ser al genoma nos obliga a atravesar el material fantasmático del que está hecho nuestro, y sólo así mi subjetividad puede emerger de manera adecuada.
Claro se trata de una subjetividad muy diferente a la omnimoda cartesiana. Si cada época se merece la subjetividad que su Estado le hace posible, en un momento de mutación y de fluidez como el que estamos viviendo, la química no debería se nuestra némesis y si nuestra aliada, y nuestras certezas antes que anclarse en las formas pasadas del ser, deberían buscar algún horizonte en las formas futuras del devenir.
QUISIERA SABER MAS SOBRE EL PROYECTO DEL GENOMA HUMANO O HUGO COMO FUE COMO ES Y COMO SERA EN EL FUTURO Y SU CODIFICACION A NIVEL INTERNACIONAL GRACIAS.
desearia aprender y entender mas sobre biogenetica, lo mas posible y sobre todo en el avance de cura de enfermedades.
de como sera a futuro etc…
Deseo saber todo los avances y adelantos que se tienen sobre bio.genetica. La relación con el cuerpo y la forma como lo altera, en fin…Estoy haciendo mi tesis en filosofía acerca de ese tema. Quisiera saber qué autores me ayudarían a entender mejor la bio.genitica. Gracias.