Coqueteando con la historia
Michael Frayn es autor de varias obras de teatro tres de las cuales, al parecer han sido extraordinarias. De una de ellas Copenhagen (1998) podemos dar fe porque tuvimos la suerte de presenciarla en su versión nacional en el Teatro Casacuberta y oportunamente hicimos un encendido elogio de la misma (ver Copenhague, Rhizoma e Intensidad ).
De una segunda que el mismo dramaturgo escribió cual es Noises-off no tenemos ni idea, pero gentileza de la web seguramente pronto averiguaremos de que se trata
Pero existe una tercera Democracy. The Play que se está representando actualmente en Londres -y que pronto llegará a Nueva York-, que dura 2 horas y media y que según el comentario de un entendido en estas lides mantiene al espectador durante dos horas y media sumido en una especie de hipnosis lucida.
Como había sucedido con Copenhagen Michael Frayn es un decidido devoto de la historia. Sus obras a veces llenan el hueco (continúan el misterio por medios dramáticos) de hechos indiscernibles o sobre cuyas causas las conjeturas nunca descansaran.
En otros- como en este caso- trata de poner en el conocimiento colectivo hechos que merecen una discusión permanente pero que por los vaivenes de lo cotidiano quedan demasiado pronto sepultados en el inconsciente colectivo, sin que haya demasiado interés en que resurjan, salvo a través de cortocircuitos estéticos como éste.
El teatro de Frayn está en las antípodas del brechtiano, es político pero no ideológico, no quiere brindar ninguna lección, no le interesa promover ninguna visión específica de la moral pero lo que le interesa es extraer de la realidad política vivida por los individuos o por las sociedades un conocimiento mas útil y profundo de la condición humana.
El punto de partida de Democracy es una historia de espías y de guerra fría, de lealtades traicionadas y de emociones auténticas, de contraposiciones y de claroscuros, de perdedores y de ganadores – todo en medio de una confusión sin par y con conclusiones o consecuencias bastante poco halagüeñas aunque por razones bien complejas que no se pueden simplificar como el comentarista conocido hace en su reseña del caso.
Ascensión y caída de una estrella política
Todo remite a la ascensión y caída de Willy Brandt. Corajudo alcalde a fines de los años 50 de la Berlín que quedaría partida en dos, ascendido a canciller del Reich en 1969 de la mano de la socialdemocracia acto inédito en 40 años.
Si bien el quinquenio de dominación de Willy Brandt fue brillante, su estrepitosa caída no se debió a errores de apreciación, a la dificultad de los alemanes occidentales por haber perdido la cuarta parte del territorio y haber abandonado y tenido que recoger a 8 millones de alemanes expulsados de los territorios dominados por los soviéticos.
No su final fue mucha mas banal y casi incomprensible en la lógica que vivimos hoy. Porque Willy Brand tuvo un asistente llamado Gunter Guillaume, que había huido de Alemania en 1953, que toda su vida se había dedicado a servir a la socialdemocracia, y que puesto en un segundo lugar de la secretaria del canciller en solo 3 años se convirtio en su principal ayudante.
De allí que Guillaume terminara sirviendo de valet y de confidente, conociera al dedillo los pecadillos sexuales de su jefe e inclusive compartiera un mes de vacaciones en Noruega con su jefe y la esposa acompañado de la suya propio Christel.
Todo muy comprensible, previsible, situaciones como estas se viven a diario en todo el mundo. Subordinados que se hacen mas amigos de sus jefes que sus mejores amigos. Todo con una salvedad. Guillaume no era estrictamente el fanático político incondicional de su jefe sino un archienemigo potencial que terminaría con su carrera.
Por cuanto Guillaume era un espía plantado en el corazón del poder de Alemania Occidental por Markus Wolf (Mischa) el cerebro de la inteligencia de Alemania oriental.
En el momento de ser descubierto y detenido -antes de ser condenado a 30 años de cárcel- Guillaume clamo sin inmutarse soy un oficial de la Republica Democrática Alemana.
A los seis años de estar preso fue canjeado por 30 detenidos en Alemania oriental (el canje fue un gran negocio de la época, 33.755 prisioneros fueron cambiados por tres billones y medios de marcos) y poco antes de morir escribió sus memorias Die Aussage: Wie es wirklich war (Universitas 1990)-solo disponibles en alemán e inconseguibles hoy, que le servirían de Frayn como materia prima -junto a infinitosa documentos desclasificados de la Stasi- para hacer su obra.
Sentimientos ambivalentes, la estopa de la que está hecha la realidad
Tanto en las memorias como en la obra lo mas llamativo es la admiración y el respeto que Guillaume llegó a tener por Brandt. Y también el afecto sincero y profundo que le profesó. Pero claro lo mas interesante no es eso sino como a pesar de todo ese respeto y amor lo terminaría traicionando sin ningún tupe.
Otro dato no menos interesante fue la duplicidad de la vida del espía, su capacidad para mantener sin titubear una ficción durante décadas, incluyendo su matrimonio de conveniencia con su mmujer Christel otra espía. Cuando los dos -saturados el uno del otro- quisieron separarse el partido se los impidió, y ellos acataron la voluntad del partido.
Y aquí llega el momento de develar quien nos llevó por esta pista. ¿Quién sino otro que Mario Vargas Llosa espectador privilegiado de la pieza en su Londres de adopoción? De su extenso comentario, escrito con precisión y dramatismo nos llama la atención empero, una sola frase. Y es cuando dolido, sorprendido hasta confundido insiste en que la transusbtanciacion de Guillaume en un bloque de arcilla que Markus Wolff modelaba según las necesidades del régimen comunista es tan misteriosa como el despegue de los místicos de su envoltura carnal al encuentro de la divinidad.
Curioso este lenguaje teológico en boca de un racionalista extremo como Mario Vargas Llosa. Según él es imposible entender el comportamiento del espía tumbando a su jefe en forma inmisericorde si no es en términos de la irracionalidad y del fanatismo, la imposibilidad de la comprensión lógica y mucho menos de la empatía emocional.
Pero mas nos asombra aun porque Vargas Llosa hizo todo este periplo a menos.. que en realidad NUNCA le llamara tanto la atención el ascenso y caída de Willy Brandt a manos de un supuesto eunuco, sino buscar algún termino de comparación entre su situación y la de los suicidas fundamentalistas de los 90 y el siglo XXI.
Porque haciendo esas pirueta a las que nos tiene acostumbrados (y ninguneando con su servilismo ideológico lo que es su capacidad narrativa sin par), Vargas Llosa insiste en que los suicidas son de la misma estirpe que Guillaume. Inofensivos y tarambanas al principio pero que al final terminan siendo fanáticos inhumanos.
Y claro así las cosas es casi imposible combatir desde ese realismo y el pragmatismo propios de las sociedades democráticas (que es la profesión de fé a rajatabla de Vargas Llosa en los últimos 20 años como cuadra a cualquier converso) a creyentes inflexibles dispuestos a cualquier cosa para destruirlas.
Democracias que no son tales
El final de la nota es mas siniestro que su conclusión. Porque según Vargas Llosa por mas prospera y fuerte que sea una sociedad democrática, siempre será vulnerable ante la ofensiva invisible de las gotas incansables que horadan la piedra, es decir de las ideologías y religiones capaces de fabricar actores como Guillaume, como los operadores últimos de Osama Bin Laden como Atta, como los suicidas palestinos, etc. etc..
Lo que Vargas Llosa no dice -al menos en su nota- es que así las cosas la única forma de combatir a los caníbales será comiéndoselos -como bien anticipó Borges. Que porque estos misterios existen y el fanatismo no tiene límites hay que derogar todas las leyes y convenciones antitortura -al mejor estilo Rumsfeld– y permitir que se aniquile a los adversarios ante el riesgo de aquellos nos aniquilen a nosotros.
En fin que como la lógica del misterio es una no-lógica y por lo tanto es irracional hay que aniquilar a todos los que operan misteriosamente así y debemos dejar que ondeen orondas exclusivamente nuestras propias lógicas.
A partir de un fascinante relato como es el que nos da de Frayn, Vargas Llosa hace inferencias supuestamente democráticas que no son nada democráticas.
Es que gente como el -y la decapitación de funcionarios norteamericanos en Arabia Saudita no hace mas que reforzar su singular lógica al convertirse ipso facto en su mejor argumento- parten de un error garrafal que es imaginar que están hablando y defendiendo valores democráticos cuando éstos se están deshojando como margaritas.
Por ello les convendría revisar la ultima obra de José Luis Cebrian quien bien claramente demuestra que de la democracia cada vez queda menos y de lo que cada día hay mas es de fundamentalismo democrático (encarado por Bush/Rumsfeld y Rice con un cinismo y una complacencia sin par).
Y que aunque no nos cause ninguna gracia las tesis de John Gray acerca de Al Qaeda y lo que significa ser moderno (Paidos, 2004) merecen ser investigados en mayor detalle so pena de caer en inferencias tan macartistas y cuestionables como las que hace Vargas Llosa en su lectura de la excepcional pieza de Michael Frayn.
Que ojalá algún día sea montada en el Sala Casacuberta como fue el caso de Copenhage. Donde diez hombres de traje -porque no hay ninguna mujer entre los actores- den riendan a las danzas de la ambigüedad a las que Frayn es tan afecto y tan eficaz
Fabulosa entrevista a Frayn en septiembre 2003 acerca del estreno de Democracy
Interesante la historia de Guillaume y Brandt. Y también como se la lea. Vargas Llosa lo ve como el popular dicho de la naturaleza del escorpión al momento de aguijonear a una rana en la ayuda que ésta le presta para cruzar un estanque. Los dos mueren ahogados. La contraria, sería la de Sansón, que se sacrifica para aniquilar a los paganos.
Vargas Llosa escribe como los dioses, pero tiene como referente de vida a Alcibíades pasado por el matiz de Humpty Dumpty, donde las palabras tienen sentido a partir de quién se las da. Saber que todas las culturas tienen su Sansón, sus kamikazes, sus Che Guevaras o su hombre desconocido que se detiene frente a una columna de tanques en Tiananmen, permite comprender que el «suicida», como el que se sacrifica por una causa, es algo más barrial de lo que muestran los pastores informativos de TV. Nuestra cultura popular tiene al Sargento Cabral, al que no llamamos fanático fundamentalista.
Markus Wolf es un tipo notable. Tengo su autobiografía, pero debe ser la ficción presentable de lo que puede llegar a decir un maestro de espías. De su juicio post caída de Alemania Oriental, no estoy seguro si fue liberado o le dieron una pena simbólica. El tipo sabe mucho del poder político, económico y social de Europa Occidental como para ir preso. Brandt seguro que no fue el único transparente. Supongo que la de Guillaume será algo similar: muestra lo que quiere mostrar.
Espero que llegue esa obra de teatro aquí. A esperar.
Inferencias infelices de una inteligencia que es narrativamente superior
Inferencias infelices …