Lindo titulo, aunque no sea mío. Lo acuño Leonardo Moledo director del Planetario de la Ciudad de Buenos Aires -también coordinador del suplemento Futuro de Pagina/12– y buen divulgador científico al reseñar la obra ¿Somos nuestros genes?, la segunda entrega de los “ensayos de divulgación científica”, estrenada hace apenas unas semanas en el Centro Cultural Ricardo Rojas pergeñada por Rosario Bléfari y Susana Pampín. Actrices ambas, cantante la primera que ya habían autorado en forma conjunta Somos nuestro cerebro, y que lamentablemente nos perdimos en su momento.
Pero esta vez alentado por la critica de Moledo y de varios otros comentarios afines, nos apropincuamos finalmente a la sala Batato Barea del Rojas, en la que por razones varias nunca habíamos estado previamente, y pudimos comprobar como tres personas/personajes (Rosario, Susana y Javier) dialogan y hasta divagan sobre esa pregunta, probablemente una de las más serias que hoy se plantean: ¿somos un producto de la herencia evolutiva o del entorno que nos rodea?; o mejor dicho: ¿qué hay en nosotros de biológico y qué hay de cultural?, ¿estamos condenados a vivir guiados ciegamente por los dictámenes de nuestro verdadero yo interior, los genes?, ¿y cómo se articulan estas dos “herencias”?
La obra es curiosa porque en realidad es cualquier cosa menos una obra de teatro. Se trata en realidad de una especie de clase guionizada que debe evitar por todos los medios el didactismo y el pedagogismo. Lo que los actores y coautores logran apelando permanentemente al absurdo mediante intervenciones inesperadas de personajes laterales.
Como bien dice Julian Gorodischer «el desafío de Somos nuestros genes es volver atractivo un monólogo colectivo que no contempla la acción dramática, ni conflictos, ni máscaras para Susana, Rosario, Javier. Se lanzan a lo increíble: la monografía actuada. Lo que se ve es el formato algo rígido del texto académico, ni siquiera alivianado por las reglas del ensayo, dividido en capítulos técnicos (Mutación, Transgénicos, Personalidad, Clonación), recitado a velocidad, sin omitir el detalle de la formación celular y los últimos debates sobre homosexualidad y predeterminación«.
Por otra parte Moledo es igualmente preciso al insistir que «el recurso no es (peligro que se sortea) una encarnación estilo teatro infantil, que apunta a la literalidad, sino que establece una nueva convención: los genes no se encarnan en arquetipos, sino que hablan, se introducen en la corriente del lenguaje y en esa conversación que es el teatro. Y por supuesto, aquí conversa la ciencia con su público y le cuenta ese cuento con multiplicidad de significados; un cuento lleno de sonido y de furia«.
La obra empieza con una escena ubicada en el año 2020. Un médico les da a sus pacientes los resultados del análisis de su mapa genético; las consecuencias son devastadoras. Como un video didáctico introductorio, éste da pie a la aparición de los tres actores que, interpelando al público, harán de la función una conferencia.
Lo que allí se discute fue tema de estas editoriales alla lejos y hace tiempo. En particular lo tratamos en bastante detalle y con bastante pavor en los números 482/3 ¿Para que sirve la información cuando no existe ninguna esperanza? y en las 542/3 La vendetta del colonialismo. El patentamiento de los genes ajenos. Y aunque los actores trabajan un poco la idea la dejan pasar como una de otras tantas, lo que es una pena soberana
Quizás lo mas interesante de la puesta sea el uso original del video (realización a cargo de Julia Masvernat y Dina Roisman), ya que cumple múltiples funciones. Desde presentarnos testimonios hasta acompañar los parlamentos con imágenes explicativas, que a veces de tan aclaratorias son sumamente graciosas.
Pero es constantemente la relación entre ciencia y teatro lo que se nos cruza por el pensamiento. Que el arte tome temas científicos parece hoy en día abrir un campo de posibilidades poco explorado, al igual que cuestionar a la ciencia desde el campo del arte.
El teatro siempre dialogó con los conflictos e imaginarios sociales pero, hasta hace unos diez años, no lo hizo de manera muy fecunda con las ciencias duras. Sin embargo, obras como estas, nos muestran que no sólo es posible sino que además da muy buenos frutos.
Quizás el único punto flojo sea la actuación de Rosario, que es casi tan linda como me la imaginaba, pero que como actriz (esa dicción…) es bastante flojita (parece que cantando compensa y como). En cuanto a resonancias y filiaciones Somos… retoma la tradición de los relatos de César Aira, donde se equipara lo complejo y lo mundano en un mismo nivel de reflexión, y caen las jerarquías del pensamiento ilustrado.
Sin duda esta obra es una pegada, aunque resulte un tanto monocorde y debemos apostar a nuevas e inquietantes variaciones de esta gente que con poco hace mucho, y que se mete con la ciencia sin miedo pero tampoco sin la ingenuidad de los que la critican a diario sin entenderla para nada.
Ojalá pronto se animen con la inteligencia artificial, con la inteligencia de los animales y sobretodo con los robots emocionales. Allí si que nos sacaremos el sombrero y aprovecharemos el mix de formato y temática para poder trasmitir ideas sumamente complejas en un formato ameno y comprensible. Aunque haya que prestar mucha atención para no perder el hilo.
Eso si debería ser obligatoria para los alumnos (y sobretodo los profesores) de humanidades tragarse la saga entera de estos para-docudramas, ya que desconociendo estos temas literalmente se ven impedidos de pensar todo, no solo lo social o lo individual, sino la propia especificidad de lo contemporáneo, que es la complejidad irreductible a una lectura chata y distraída como es la que predomina (con alguna saludable excepción) en las ciencias sociales
Para un indagación en detalle de los peligros del pre-conocimiento ver nuestro ensayo
¿Para que sirve la informacion cuando no existe ninguna esperanza?
Sé el primero en comentar