Leer una revista en tierra o en el aire, o por mar o tren debe ser seguramente una experiencia muy distinta. Leer una revista en un consultorio u hociqueando el desayuno, o de reojo en el subte o colectivo seguramente es una experiencia muy distinta a leer una revista (o varias revistas) en un interminable viaje de 12 horas o casi a traves del Océano Atlántico.
Porque lo que es circunstancial o meramente anecdótico, apenas un acompañamiento banal, o un entretenimiento fugaz en tierra, en un avión se convierte en una delicada operación de análisis y revisión permanentes, de lectura de pe a pa y de combinación de notas que aunque entre si no tienen nada que ver, a través de la maravillosa maquina de conectar pautas que es el cerebro quisquilloso y omnívoro se convierte en mucho mas que un pasatiempo.