El frio parecía achicarse un poco pero lamentablemente no fue ese un día para triscar por las calles neoyorquinas, porque debíamos salir para Washington. Claro los viajes se han vuelto insospechadamente caros. Ya no son épocas del shuttle de Eastern que por apenas U$S 30 nos llevaba de NY a Washington o a Boston, sino que el viaje de ida y vuelta cuesta casi U$S 400 por lo que las intempestivas ganas de la opinologa de acompañarme tuvieron que matizarse y levantándonos tempranito la deje debajo del Manhattan Bridge porque consiguió un tour de chinos por apenas U$S 20 la ida. Ven que las truchadas (la sana competencia dirían otros) existen siempre.
Lo cierto es que después de dejarla me fui con el taxista hasta La Guardia. El pakistaní o algo parecido tomo el FDR una especia de autopista rápida que bordea el East River. Hay que admitir que llego a la luz del rayo pero al pasar el Triboro Bridge y con la vuelta enorme que dimos, y debiendo pagar U$5.50 por el peaje el reloj del taxi seguia marcando y marcando obsesivamente.
Así que lo que hasta no hace mucho costaba unos 20/30 dólares me salió 40/45. Dirán que estoy obsesionado con los precios, lo que es rigurosamente serio. Pero mucho mas lo estoy con estos deslizamientos invisibles (como el 20% de aumento que se comió el pasaje de las monedas nacionales al euro a principios del 2000 y que no fue contabilizado por ningún registro inflacionario).
Pero bueno llegamos y fuimos felices y comimos perdices antes de abordar un avioncito de American Eagle que nos llevaría al aeropuerto de Washington ahora llamado Ronald Reagan.
Ni siquiera habría que hacer check-in porque tienen unas maquinas automáticas, que ya sea llevando valijas o no, permiten el auto-servicio (que los pasajeros trabajen para las compañías es un sano motto que se cumple cada día mas a rajatabla, Internet mediante).
Como los aparatos y yo no congeniamos mucho -aunque hace añares que me he convertido en su vocero-, la maquina se negaba a darme el bendito pase a bordo. Por lo cual acudí a un solicito a agente que me dijo que mi vuelo había partido ayer,
Una vez mas, ya sea por mal pedido o por mala respuesta, había problemas en la asignación de vuelos, por ejemplo no había lugar para el del día siguiente a la tarde en el cual debería haber vuelto. Por suerte el avión no era una de las cucarachas en las que volaba hace 20 años atrás para los vuelos caribeños, así que el jet (brasileño!!!) nos dejo sin mayores sobresaltos en Washington después de haber sobrevolado mansa y bellamente ambas ciudades.
Lo que pueden las fotografías!!!! Si ustedes ve la home page del Mandarin Hotel en Washington -como la pusimos aqui- ensalzado como el mas fashion de la capital norteamericana se van a caer de espaldas, o de frente como ustedes prefieran.
Ojo no es cierto que el hotel no sea maravilloso, las habitaciones lujosas, los restaurantes llamativos, la comida exquisita y el trato por parte de los organizadores de una abrumadora eficiencia y exquisitez.
Pero la entrada es fría y el hotel esta enclavado en un borde del río que lo vuelve difícil de comunicar, y aunque la vista (desde ciertos cuartos, aunque no del mío) es espectacular, para entrar en la ciudad hay que caminar unas cuantas cuadras hasta llegar al metro mas cercano.
Las habitaciones son lujosas pero no exageradamente grandes, eso si cuestan entre U$S400 y U$S600 (aunque el musculo corporativo las baja a U$S 230), y hay muchos restaurantes y sectores compartidos que por la intensidad del encuentro no pudimos visitar, aunque ustedes no lo crean.
La cena del martes fue toda una ceremonia, éramos unos 10 argentinos y nadie sabia que pedir. Los platos parecían muy fashion pero no se entendía muy bien en que consistían, a pesar de que nos atendieron dos hostesses que hablaban castellano. Al final cada uno se encomendó al dios del buen gusto y pedimos appetizers y segundos platos. Todo lo que vino nos gusto, pero eran porciones para pigmeos, nada superaba una ensalada escuálida, así que allí seguimos con los postres que mantuvieron su escualidez. La coherencia oblige.
Como en todo congreso lo mas interesante son los encuentros casuales, conocer gente que se creia imposible de detectar en otros ambientes, y entre los que siempre hay sorpresas, aunque ustedes no lo crean.
Hay situaciones -mas alla del lujo circunstancial- que no tienen equivalente y que se repiten al estar inmersos en otra cultura, otros idiomas, otros estímulos intelectuales, y sobretodo ciertas ideas al compartir estos eventos con gente con experiencia de vida y laboral, que lidia con las dificultades latinoamericanas, que no se da por vencida, que trata de pensar y actuar un tanto mas y mejor en la complejidad, y aunque hay mucha aquiescencia y la critica se apoca por las circunstancias, esto no quiere decir que todos los asistentes se traguen sapos.
Justamente la mas grande sorpresa de la reunión fue la capacitación en servicio a las que nos sometió el general Colin Powell afirmando suelto de lengua que la droga no es un problema basicamente latinoamericano sino de la demanda generada por USA (y por Europa). Solo a alguien que tiene los huevos como para aceptar esta realidad merece nuestro respeto y comprensión.
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