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Apenas unas pocas palabras entre Barcelona y Madrid, camino a Vic

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El refrán es mas que elocuente: «vivere non necesse, navigare necesse est». Contra tantos autombombistas de la palabra, parece que vivir viene primero y contar después. Probablemente vivamos para contar (aunque Gonzalo Frasca y muchos otros ludologos viene insistiendo desde hace mucho que también y sobretodo vivimos para jugar), ¿pero eso de contar para vivir no es después de todo una que manera muy rara de entender las cosas, aunque seguramente es la justificación bíblica que cualquier escritor de fuste dará de su accionar diario?

Aquí no hay tiempo de contar porque pasan miles de cosas por minuto. Leer los diarios es imposible, sumergirse en las bibliotecas (como esa hermosisima de Catalunya enfrente de la casa de Hugo o la impresionante de la Universidad Autónoma de Bellaterra que volví a pispear camino a sus aulas de postgrado en estos días), es una utopía, hojear hermosuras, muchas veces inalcanzables (especialmente por intransportables), en las librerías -como el impresionante El interior del cuerpo humano. Imágenes Fantásticas bajo la piel (Blume) es un deporte de reyes.


Porque aquí especialmente en el Raval y en las zonas mas céntricas de Barcelona, todo pero todo es tan hermoso, gótico, antiguo, maravilloso. Y aunque apenas hayamos cruzado dos palabras con los locales, aunque nos pasemos casi todo el tiempo con nuestros amigos y conocidos, aunque comamos poco y mal (clara hasta que llegamos hasta 7 puertas en la zona del Puerto en Barcelona, y comimos fideua y arroz negro y la boca se nos hizo a un lado, o se aguo para siempre) y no podamos ver ni los espectáculos (cuando llegamos a Madrid la movida que mas nos interesaba pasaba en Barcelona y viceversa en cada ciudad de las 4 que visitamos en estos días), ni conjugar las tentaciones -porque los precios de los objetos son inalcanzables para nuestros sudacas bolsillos, a excepción de un puñado de libros- lo cierto es que nos pasan días como los que nos han tocado estar agraciadamente aquí en España (después del sueño que fue pasear por el norte de italia) y todo resulta escaso y nos volvemos exageradamente pedigüeños.

Deberíamos estar una semana mas, un mes mas, un año mas, y aun así nunca seria lo suficiente. Tenemos anotados decenas de libros nuevos (de los cuales apenas compraremos 3 o 4 mas, ademas de la decena que ya tenemos escondidos en la valija depositada en la terminal 4S en Barajas), hojeamos tantas maravillas que ya no nos acordamos de como nos maravillamos en ese primer contacto, aunque la Treo ayuda como nunca y guarda impertérrita nuestras primeras y ultimas impresiones.

Estamos conectados, hiperconectados. Estamos relacionados hiperrelacionados y jamas se nos ocurriría llorar con/como Pedro Barcia o con/como Irene Bordelois que sueñan con un mundo que nunca fue, mas que nada para sus parientes mas próximos. Decididamente preferimos mil veces mas la postura de Vicente Verdu quien en su reciente Yo y tu, objetos de lujo. El personismo como primera revolución cultural del siglo XXI, que ya nos estamos devorando cacho a cacho, pone las cosas patas para arriba, como debería ser siempre, aquí y alla.

En su obra anterior El estilo del mundo, parte de la cual fuera consumida por alumnos del Cátedra de Datos durante el 2005, Verdu había mostrado en que consistía el capitalismo de ficción que sucedía al de producción y al de consumo. En esta nueva obra de fines del 2005 Verdu insiste en que el elemento central del consumismo moderno, es estar conectado.

Pero a este descripción añade en esta segunda vuelta el término: el «personismo«, nuevo ideologema que para él designaría la respuesta que la sociedad del siglo XXI está dando a golpes de mandoble (y que esta supraprepresentado en sitios como my space.com o facebook.com) al fracaso tanto del colectivismo como del hiperindividualismo.

La persona es comunicación, algo que ya apuntaba Verdú en su obra El planeta americano cuando contemplaba a Estados Unidos como una sociedad en la que las relaciones interpersonales eran parciales y de escasa profundidad. El «personismo» como expresión de un nuevo tipo de hombre y de mujer augura más cooperación y humanitarismo.

Si siempre los críticos melindrosos europeos pueden regocijarse en sus letanías o autobombos es porque casi siempre viven en un tapper, porque les importa un corno lo que realmente pasa mas alla de sus molleras, (es decir en nuestros infiernos cotidianos) salvo cuando Evo Morales les quita los yacimientos y mil y otras cosas que no son pavadas pero que no anulan la experiencia vivida, esa que sin tapujos tanto ensalza Verdu, aunque según Raffo de lo que esta hablando, por alla no la comemos ni la bebemos.

Lo cierto es que cada vez que venimos a Europa nos gusta mas, no menos. Lo cierto es que cada vez que estamos aquí nos damos cuenta de que pequeñito es nuestro mundo, pero tampoco nos tienta mudarnos para siempre. Lo cierto es que reconciliados con las mieles del mundo que nos gusta tanto trasegar, haber estado en Barcelona 72 horas es un premio que no se le puede negar a ninguno, así que ojalá nos toque muchas mas veces una sortija tan elegante, tan prístina, tan hermosa como esta.

Publicado enCrónicas

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