Cursos y seminarios sin fin
Hemos dado tantos cursos y seminarios, hemos visitado tantos campuses y universidades, hemos estado en tantas salas y ambientes de aprendizaje que las cosas empiezan a ponerse borrosas, las caras de los alumnos y de las alumnas se desdibujan progresivamente y la sentencia del profesor Eugenio Pucciarelli (¿bendición o maldición?), fundador de carreras de filosofía en la Argentina, cada vez se vuelve mas pertinente.
Cuando tenia apenas veintipico bisoños años y acababa de terminar el profesorado en Filosofía, le pedí entusiasmado entrar rápido a las huestes de la enseñanza. Quienes en ese entonces nos dedicábamos al metier especulativo sospechábamos que nuestra consagración (vocación cumplida, felicidad aspirada, encuentro con el destino o algo por el estilo), pasaba obligadamente por la docencia, quizás antes y mejor que por la investigación -tan disociadas concebíamos en ese entonces ambas cosas.
Tan desesperados estábamos por contar(nos) algo, que sospechábamos que la clave de nuestra autoexpresion estaba en poder decir lo que sentíamos, pensábamos y creiamos, delante de un conjunto de alumnos de la misma edad – si eran mayores, mejor-, cuestionadores, hábiles, entretenidos y fundamentalmente dispuestos -tanto o mas que nosotros- a cuestionar nuestro narcisismo y a hacer crecer su autoestima vapuleando la nuestra.
No se si en ese momento lo hubiésemos podido describir así, después de todo pasaron mas de 30 años y ninguno fue lo que dijo querer ser. Pero mas alla de reinterpretaciones y resignificaciones previsibles, el dictum (¿bendición o maldición?) pucciarelliano continúa vivo. Empezar a dictar clases a los veintipico era el mejor pasaporte para esmerilar las neuronas a los 20 y los 30, quemarse antes de tiempo, perder el placer del aula y fundamentalmente convertirse en un taylorista de las ideas.
Desobedecer que es otra forma de obedecer
Si le hice parcialmente caso a Pucciarelli no fue tanto por elección sino por imposición. Porque en lo inmediato le dí la espalda y gracias a la maestría y el empuje de Orlando Pugliese ya a los 22 años estaba dictando filosofía de la ciencia en la UBA en pleno caos montoneril. Y ensarzarme en las sutileces de Descartes y Galielo, de Kant y Popper, de Spinoza y Kuhn a los veintipico, fue uno de los momentos mas fantasticos e inolvidables de mi vida. Pero justamente por la hiperpolitizacion de la sociedad y de la universidad, la facultad fue cerrada en 1974 y no pude volver a pisarla hasta 1984 -haciéndole finalmente caso a Pucciarelli, que sguramemnte hubiese aplaudido contento ese diferimiento.
En el interin me forme y deforme, dicte cursos privados en paralelo a la enseñanza oficial, arme y desarme grupos de estudios y acumule un enorme acerbo pre-Internet que me serviría para dar clases durante 10 años sin parar en la Universidad de Buenos Aires, exclusivamente en el ámbito de la Facultad de Ciencias Sociales.
Pero aunque diferí mi ingreso cotidiano a la docencia durante esos 10 años, ya entrados en el siglo XXI me volvió a alcanzar la maldición (esta vez) de Pucciarelli, porque 20 años de docencia ininterrumpida pueden limar al mas avieso o al mas travieso.
Y muchas veces cuando entro, especialmente los martes a la carrera de Comunicación, me pregunto si Pucciarelli no habría tenido mas que razón y en realidad, tanto para tener algo que decir, como para poder decirlo con propiedad, uno tendría que dar clases recién a los 40 o a los 50. Y durante poco tiempo, y cambiando permanentemente el foco, y buscando todo el tiempo nuevas estrategias, etc. etc.
Toda esta blableta tiene por suerte su contraste y su lado positivo. Porque si bien los cursos de grado resultan muchas veces tediosos, los alumnos tienen un bajo nivel de atención y se dedican al trabajo poco y nada, las instituciones padecen osteoporisis, la propia noción de universidad esta en crisis casi terminal, hay excepciones, cada tanto se producen encuentros (¿milagros?), hay clases que parecen fiestas, y hay formatos que por fin se evaden del destino.
Encuentros que devienen fiestas
Es lo que me acaba de ocurrir en estos tres días superenergizantes y mas que provechoso que acabo de pasar en Atizapan de Zaragoza, en el Estado de México a unos 30km al norte del DF (en la autopista Mexico-Queretaro) en la sede del Instituto Tecnológico de Monterrey (tiene dos delegaciones mas por aqui una en el sur del DF y el otro en Lomas de Santa Fe y una veintena mas en todo el pais)
Invitado por Fernando Gutierrez Cortese director de la carrera de comunicación de la citada sede, acabo de dictar un curso superintensisimo de 3 días (8 horas diarias) en Comunicación y Cultura Digital. Algo hasta aquí nada especial. Temas parecidos a estos he desarrollado innumerables veces en los últimos 10 o 15 años.
En cuanto a la idea de usar algún recurso en linea como un weblog, tampoco hay gran novedad. Lo hice por primera vez en el extranjero en la Universidad de San Luis Potosí en el bisoño 2002, y después en varios lugares como la Universidad Autónoma de Barcelona, aparte de numerosas veces en el interior del pais.
Ademas la idea del weblog la pense apenas como un punto de partida para avanzar hacia herramientas personalizadas mas sofisticadas como pueden ser www.netvibes.com o como la herramientas que investigaremos con Lukas y su tribu en el seminario de datos del segundo cuatrimestre basada en aroundme.com (http://www.barnraiser.org/index.php?page=SoftwareAroundme).
Lo mismo pero muy distinto
Aunque estaba contento con el programa, aunque habia logrado aunar una serie de temas que venimos trabajando hace rato desde la cátedra de datos, y si bien hace bastante que estamos integrando cada vez mejor lo tecnológico con lo cultural, lo metodologico con lo politico, lo conceptual con lo pragmatico, nadie podia saber que saldria de esta ensalada.
Ademas la semana anterior había tenido la experiencia en Rosario de dictar una versión concentrada de estas cuestiones (en apenas 8 horas) SIN conexión a Internet, y el resultado había sido bastante pobre. Por lo que el futuro del curso estaba mas que abierto.
Llegue finalmente al Tec de Monterrey después de un agotador viaje de día entero, y me encontré en una comodisima sala que podía albergar cerca de 60/80 personas, ocupada apenas por una veintena de alumnos.
La mayoría eran docentes del propio TEC, algunos provenientes de campuses cercanos como los del DF o Toluca, y entre los participantes había algunos administrativos (técnicos). La sala contaba con un poderoso cañón, conexión inalámbrica a la red lo que aseguraba que todos los alumnos podrían usar su computadora mientras seguian (o coconducían como finalmente ocurrio) la clase. Y siendo las 9 horas clavadas de la mañana del día miércoles empezó el baile.
Originalmente dividí las clases del seminario Comunicación y cultura digital. Innovación, prototipeado en línea y caja de herramientas en tres partes: 1 Mundo plano, mundo pinchudo y triada tecno-economica, politica y cultural (macroesferas), 2. Ideas/imagenes-fuerza. Multiples caras de la innovacion. (multiperspectivas), 3. Del consumo a la produccion par a par. Hacia la web 2.0 (politendencias)