Demasiada enseñanza y muy poco aprendizaje.
Si bien no vivimos en México por lo cual difícilmente alguien nos diga maestros y aunque nuestras clases están a años luz de las de Adrian Paenza o las de Bernardo Houssay, por lo cual difícilmente algún alumno nos califique como tales, muchos de los que lidiamos con el triángulo de las bermudas de la tecnología, el diseño y los negocios, enancados en el eje de la epistemología, también somos maestros.
Lo somos cuando nos paramos frente a una clase, lo somos cuando armamos un programa y elegimos la bibliografía, lo somos cuando decidimos qué método de evaluación servirá para someter a prueba nuestras capacidades oratorias u organizativas de la información y sobretodo cuan bien o mal encaminadas están nuestras acciones en dirección de la transmisión de saber, el hacer, las habilidades, las competencias, las estrategias, los formatos de interrogación y auto-interrogacion y toda la parafernalia de la que se jactan esas disciplinas tan precisas (y tan poco expresivas) como son la pedagogía, la didáctica, la psicología del aprendizaje y alguna otra rama del saber por el estilo.