Políticos amateurs ni fu ni fa
Ustedes saben que nunca me cayó bien Anibal Ibarra. Mi rechazo en contra suyo siempre fue visceral. Lo conocí hace mas de 10 años en un programa de Televisión al que nos había invitado Leonor Benedetto. Su aparición fue pobre, insulsa, deslenguada.
En esa época el hombre corría con dos caballos a favor. Por un lado haber tenido un buen desempeño como Fiscal para los Juzgados Nacionales de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital en 1986, cargo que ocupó hasta 1990.
Después de la mano de Chacho Alvarez haber desempeñado una carrera política que lo llevó de concejal a Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, mas porque el Chacho no quiso competir (y en se momento ganar el cargo) que porque Anibal hubiese demostrado alguna habilidad especial en la materia aparte de una especial tendencia a la flotación.
Desde aquel programa no me resultó ni fu ni fa y lo vi navegar la ola con la misma habilidad como cualquier político no profesional que tiene que devenir en uno si quiere llegar lejos y alto. El problema es siempre saber para que se hace política. Cromañon lo encontró a traspié y allí salió a relucir su cara mas débil, su incapacidad de poner el cuerpo y la sangría de una retórica que cuando se enfrenta con la realidad estalla en mil pedazos.
Golpes que a uno le dan, cuando uno mismo ayuda
Es probable que como él lo dice una y otra vez, su eyección haya sido un golpe político que no sabemos del todo si Mauricio Macri -muy parecido a él en muchos sentidos- logró instrumentar. Pero para quienes lo seguíamos de lejos, veíamos como construía poder, constatábamos de quienes se rodeaba y evaluábamos para quien trabajaba (muy poco para el ciudadano común entre los que nos contamos, muchisimo para acumular poder propio y familiar), vimos como un castigo casi divino que rara vez viene por donde correspondería, su apartamiento de la cosa publica.
Pero empezamos desviándonos como de costumbre, porque no queriamos aquí hablar de Ibarra sino de su monje negro, quien fuera su compañero de ruta durante años y su delfín político. Quien lo aconsejaba y tutoreaba y sobre cuyas espaldas y agallas caía gran parte de la gestión ibarrista.
La verdad es que cuando Ibarra se vio obligado a renunciar lo que mas me intrigaba era quienes se quedarían junto a Telerman, quienes se irían por voluntad propia y quienes serian idos por incompatibilidad política, profesional o personal con Jorgito.
Y cuando después de mucho chicaneo finalmente se anunció el relevo, la mayor sorpresa no fue tanto quienes se iban (la ausencia de un par me puso particularmente feliz y el ingreso de mi amigo Alberto Sileoni en educación me alegro muchisimo), sino quienes se quedaban y en particular alguien muy especial. Nada mas y nada menos que el mano derecha de siempre de Ibarra, el señor Raúl Fernández.
El hombre que nació atornillado a una silla
Alguien comentó en su momento que su rol quedaría diluído en el carnaval que supuso la elevación de las Secretarias a Ministerios, pero lo cierto es que Fernández siguió tejiendo poder al lado de Telerman. La gran incógnita era para quien jugaría de entonces en mas, si como nexo con Ibarra o contra Ibarra.
La incógnita se develó recientemente al romper su sociedad política con el ex jefe de Gobierno. El personaje en cuestión dio muchas entrevistas y explicaciones cada una mas inverosímil que la otra.
Si el refrán dice que el que avisa no es traidor, parece que muchos se escudan en el aviso para hacer las mas extraordinarias piruetas en el aire y cambiar de bando o de camiseta como mejor les venga en ganas.
Ladero y mentor de su ex-jefe ahora se dio vuelta como un panqueque. Lo que es normal y natural en la política vernácula y extranjera. Pero lo interesante no es que prefiera mantenerse en el poder a como sea, sino la facilidad que tuvo para adoptar un discurso inverosímil para acusar de inverosímil el discurso de su ex-aliado y padre político de hasta ayer nomás.
En una entrevista que le hizo recientemente Santiago Rodríguez en Pagina/12 decidió andar un camino diferente al de Aníbal Ibarra y lo deja bien claro. «No veo la sustentabilidad política de ese planteo», sostiene frente a la denuncia del ex jefe de Gobierno de que la actual administración porteña que Fernández integra como secretario general es manejada por Carlos Grosso, y también manifiesta su desacuerdo con la cercanía de Ibarra con el kirchnerismo.
Con una facilidad para defender hoy lo negro mientras que hasta ayer defendía lo blanco, imagina ingenuamente que los lectores nos sentiremos acariciados por su buen tino y capacidad reflexiva diciendo que «Jorge Telerman es parte del centroizquierda; Daniel Scioli no«. En esa línea, descarta sumarse a una coalición que tenga al vicepresidente como candidato y agrega que «para derrotar a la derecha hay que encontrar un candidato que la tensione. Telerman puede jugar ese papel«.
No voy a discutir aquí si Ibarra era mas so menos progresista porque se apoyaba en Kirchner o por si lo combatía. No voy a decir una sola palabra acerca de la sutileza y las diferencias infinitesimales (que solo RF deberá entender supongo) entre imaginar un marco de acuerdo político con el kirchnerismo pero no ser parte de su misma construcción y suponer que ese neonato sello Foro Porteño encarna esa maravillosa invención.
Progresismo cuantas sandeces se dicen en tu nombre
Me me da ternura el comentario del señor RF cuando, con un tupé que hace rato no veíamos en ningún funcionario local, insiste en que si las políticas públicas que surgieran de Telerman fueran absolutamente disímiles de lo que Foro Porteño piensa, se iría. Hace mucho que no veo a alguien tan atornillado a su sillón como él, y me cuesta imaginar que terremoto ideológico debería ocurrir en el universo para que el se mosqueara.
Me quedo mas tranquilo cuando se equivoca en el nombre de pila del ministro de educación llamandolo Eduardo -cuando todos sabemos que es Alberto- y eleva por la nubes a la periodista Gabriela Cerruti devenida ahora en Ministra de Desarrollo Social, porque construye con Hebe de Bonafini que entre las extravagancias de las ultimas semanas insistió en que Julio López se autosecuestró.
Me enternece asimismo cuando insiste que en toda su carrera política la hizo respetando al otro, no haciendo política anti. Azuzado por el periodista quien sostiene que Ibarra tiene una cuestión personal con Telerman porque entiende que lo traicionó, ¿y preguntándole a RF si no teme que Ibarra piense lo mismo de el?, RF desde su silla eterna responde que Aníbal tiene una visión equivocada de Telerman: si tuviera la mínima duda de que eso fue así, no estaría siendo parte de este gobierno. En relación con el -prosigue-, los seis años de gobierno y lo que fue el 2005 lo eximen de hablar de sí mismo. A confesión de partes…
Defendiendo lo indefendible y justificando lo injustificable
Leer cada pregunta es saber de antemano la respuesta que defiende lo indefendible y que justifica lo injustificable. A esta altura no sabemos con quien NO quedarnos, si con el incombustible RF o con su ex padrino político hoy refugiado en otra Fundación (y van…) que rema en el Riachuelo para decirle a su sucesor que lo limpie, siendo que él que estuvo en el gobierno mas de 6 años y como varias cosas mas de limpieza de fondo, se olvido de hacerlo.
Ah sí Anibal Ibarra tiene su propio weblog. Con cara adusta del estadista que no fue, apostrofa e ilumina. Insiste que «Con el voto de la gente, vamos a volver al lugar de donde nos sacaron» y cuatro comentarios escuálidos saludan su propuesta
Menos mal que hay otras forma de hacer política y otra gente que a pesar de estos caudillos de la palabra fácil y los actos retorcidos están/estamos trabajando sin tanta sanata o sarasa.
«Es probable que como él lo dice una y otra vez, su eyección haya sido un golpe político que no sabemos del todo si Mauricio Macri -muy parecido a él en muchos sentidos- logró instrumentar. Pero para quienes lo seguíamos de lejos, veíamos como construía poder, constatábamos de quienes se rodeaba y evaluábamos para quien trabajaba (muy poco para el ciudadano común entre los que nos contamos, muchisimo para acumular poder propio y familiar), vimos como un castigo casi divino que rara vez viene por donde correspondería, su apartamiento de la cosa publica.»
Si usted razona que fue un golpe político y por una antipatía personal hacia Ibarra se pone contento de que a los vecinos del montón nos hayan burlado, no puedo menos que despreciar sus opiniones. Lo suyo suena a Ibarra te lo tenés merecido. No me gusta el resentimiento. Se parece a «Yuyo» Shifrin.