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Tienen un nombre. Pero no es el que nosotros les conocemos.

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Palabras y frases intraducibles

Hace un tiempo ancestral en esta era de la Internet que vivimos cada vez mas aceleradamente, nuestro querido amigo Howard Rheingold publicó un brillante opúsculo titulado They have a word for it. A Lighthearted Lexicon of Untranslatable Words & Phrases

Rastreando en mas de 20 lenguas Howard identificó un conjunto de palabras y frases intraducibles que, refractarias a cualquiera barrera decodificadora, singularizan acciones, estados de ánimo, formas de hacer o de pensar al punto tal que le hacen pito catalán a la noción misma de traducción.


Mientras tanto uno de mis divertimentos mas grandes en mi larguisima carrera como habitante de otros lares y culturas fue buscar siempre el modo como los nombres propios se amoldan a las idiosincrasias lingüísticas. Siempre me divirtió leer el primer verso del Martín Fierro en inglés, siempre me llamó la atención escuchar pronunciadas las voces propias captadas en otros idiomas, pero a veces esa sorpresa se convirtió en nuevas formas de comprensión.

Y no estoy hablando aquí de la imposibilidad de reconocer caracteres como el cirílico o el arábe, sino de estar acostumbrado a leer nombres propios en el original o castellanizados con mínimas diferencias y de repente encontrarnos en medio de otro idioma romance y sentirnos como cuando fuimos a Japón y nada era decodificable.

Upgrades lingüísticos irreversibles

Para que no crean que me voy por las ramas mas de lo corriente, todavía repiquetean en mis oídos las primeras veces que escuché nombres como los de Hegel, Freud y Bach en las doradas aulas de Vincennes a fines de los años 60 y no sabia de que estaban hablando.

Porque Bach (baj) sonaba literalmente a Bach, Hegel (egel) era ahora Heguel con acento en la segunda e y Freud (froid) se había convertido en =Fred. Y había muchos otros nombres igualmente indescifrables.

Si nos acordamos de estas simpáticas jeringozas auditivas es porque ya nos paó en los últimos años mas de una vez sorprendernos por los cambios en la grafía o en la pronunciación (cuando accedemos a ella a través de la voz de un locutor de una cadena televisiva extranjera o en la propia red) de una palabra que durante décadas había permanecido insonora.

En general se trataba de algún nombre propio pero no tanto de personas como de ciudades. Así mientras que por décadas hablamos de Pekin hace ya mas de una década que le decimos Beijing. Y lo mismo paso con la famosa Bombay que hace rato que es Mumbai y Madras que se llama ahora Chennai testimoniando como India ya estaba pasando por un upgrade lingüístico irreversible.

Parece que lo que antes fue un mero detalle o dato ahora se está convirtiendo en tendencias y con una justificación ideológica tan profunda como para imaginar un rebautizo masivo de ciudades y lugares que van a volver todavía mas complejo de lo que es hoy saber de que estamos hablando, como se llama el lugar al que querríamos ir y poder decir con algún grado de precisión donde acabamos de estar.

A rebautizar ciudades se ha dicho

Y encima los cambios no remiten a algún poblado desolado sino a ciudades mas que conocidas y mencionadas. Es el caso de la ex-Bangalore -tan ensalzada por Thomas Friedman en The world is flat– que desde hace pocas semanas se llama ahora Bengalooru, que en el lenguaje Kanada local significa ciudad de los guisantes cocidos.

En todos los caso no se trata de un mero capricho sino de una profunda movida de autoafirmacion lingüística que exige terminar con los bautismos coloniales que han durado en algunos casos siglos y que ahora finalmente se ven repudiados mediante al recurso de los neologismos locales.

La movida no es solo asiática. En Sudáfrica ya son docenas las comunidades que han trocado sus denominaciones ancestrales bordadas por los Afrikaners a manos de nombres locales previos a su aparición colonizante. Es el caso de Pietersburg que se ha convertido en Polokwane (lugar seguro) e inclusive de la propia capital Pretoria que podría llamarse prontamente Tshwane nombre de un jefe precolonial que barrerá con la memoria del héroe afrikaner usurpador que durante décadas se hizo con el nombre de la capital.

En Iraq esta pasando lo mismo y los alrededores de Bagdad que hasta la caída del dictador se llamaban Saddam City ahora se están convirtiendo en Sadr City en homenaje al padre del lider Shiita Muqtada al-Aadr una clérigo de nota que fue asesinado durante el régimen de Saddam.

USA no podía quedarse atrás… pero por otros motivos

En USA también se están repatentando ciudades y cambiándoles acorde sus denominaciones de orígen. Pero en este caso no por razones de identidad profunda sino de vil metal que también tiene lo suyo. Sucedió con Halfway en 1999, una minúscula localidad de Orejón que se jacta de sus 337 habitantes y que se convirtió durante un año en Half.com en agradecimiento a un magnate que les regalo U$S 200.000 y 10 PC. Y en Noviembre del 2005 la ciudad de Clark en Texas con 394 habitantes hizo lo propio autorebautizándose como DISH después de que la señal de TV les regalara conexión gratuita durante 10 años a los 55 hogares del lugar.

Publicado enLenguajes

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