Vida cotidiana (¿y alienación?) en Playa Unión, Chubut

Una imprevista estancia en Playa Unión

Aunque nos fascinan los mapas de Google y muchos otros mas, los insólitos, los inesperados, los fantásticos, los añorados (me sigue pareciendo maravillosa esa obra que veo a diario en una de las esquinas de mi biblioteca cual es Mapping the invisible y me encantaria agenciarme de otros titulos afines como You Are Here: Personal Geographies and Other Maps of the Imagination de Katharyne Harmon, o de mapas de accidentes posibles como Warning de Nicole Recchia y porque no de experiencias únicas como The Art of Looking Sideways de Alan Fletcher. Para no hablar del impresionante Cartographia: Mapping Civilizations de Vincent Virga). Pues bien mas alla de tantas exquisiteces con solo agarrar uno de esos que descansan en las góndolas de las estaciones de servicio tendríamos para mas que sorprendernos y maravillarnos.

Porque son tantos los lugares de referencia, los pueblitos, las ciudades desconocidas, hay tanto para ver y apreciar en territorios tan enormes como son los nuestros y de tantos lugares podemos enamorarnos o alternativamente odiar, que es otra forma de quererlos, que ningún catálogo como los anteriores suple la vivencia, el desplazamiento, el encuentro con el territorio.

¿Porqué es el viaje y no mas bien nuestra casa?

En la mayoría de los casos, sobretodo cuando se trata de espíritus hipersedentarios como el mío, anoticiarme de que hay estos lugares en el mundo es casi siempre resultado de alguna invitación o recomendación, de algún pariente o conocido que quiere compartir emociones o vivencias, historias y anécdotas y generosamente quiere arrastrarnos.

Y como uno es grande y algo está vivido, estas experiencias se convierten fácilmente en reediciones, conocer algo es reconocer algo parecido y la alternancia entre recuerdo e invención no para nunca (esta tesis es la Nora Lezano presentada como diario en el Confesionario de Cecilia Szperling «vivir no se cuantas veces la misma situación, siempre como nueva; que nos cuenten lo mismo mil veces y siempre es una distinta» -no es mi caso, je).

Volviendo a Playa Unión, pero mas que como turista como padre sustituto

Sumando una cosa y la otra me encuentro estos días en Playa Unión, Puerto de Rawson. Jamás hubiese venido aquí a no ser que Flopi Morado no hubiese decidido irse de la Capital Federal e instalarse aquí con tres hermosos labradores (de los cuales uno es mi hijo adoptivo Bateson) y un brioso gato blanco llamado Gaudi.

Había estado aquí previamente tres veces por poquísimo tiempo. Las dos primeras en enero de 1998/9 o del 2000. La otra hace pocos meses. En ambas ocasiones me había parecido un pueblito pequeño -que me hizo acordar mucho de Paola en Cosenza Reggio Calabria del lado del Adriático. Con una población de apenas 15.000 habitantes hoy se parecerá probablemente a como Playa Unión será dentro de 10 años, o 50 o nunca, dados los extraños patrones de desarrollo que imperan por estos lares.

Porque quizás mas que con Paola habría que comparar a Playa Unión con Santa Teresita hace 50 años. Y tampoco porque la densidad demográfica y el crecimiento económicos van por otro lado. Chubut con 220.000 km2, con 420.000 personas, difícilmente pueda evolucionar como esas ciudades costeras.

Mientras el emplazamiento geográfico de Playa en la Bahía Engaño sobre mar abierto, formando un conjunto indivisible con Puerto Rawson ubicado en la desembocadura del Río Chubut constituye a Playa Unión en la Villa Balnearia de todas las localidades que conforman el Valle Inferior y ahora es visitada por los habitantes de toda la Patagonia, el sur de Chile y poco a poco del resto del país.

Etimologías y sentires

Su nombre se debe a un barco italiano llamado «UNION» el cual estaba al mando del capitán Julián Bollo, nave que en un temporal encalló y naufragó. El balneario se fundó el 17 de Noviembre de 1923 y hoy es una playa extensa de aguas tranquilas, por momentos con importante oleaje y en invierno ofreciendo un espectáculo de poder y fiereza cuando se producen las grandes marejadas, las cuales recomendamos vivir desde los restaurantes y confiterías ubicados en la costa o en la primera fila de edificación.

Anteriormente Playa Unión era un lugar para disfrutar en verano, lentamente esto ha ido cambiando y hoy el invierno también forma parte de su propuesta turística. Pero sobretodo se ha convertido en un pueblito con población permanente en constante aumento. De las 2 o 3 primeras filas ahora se ha extendido a la 9va.

En Canónigo Vivaldi donde vivimos ya hay 3 o 4 casas en construcción y todas las manzanas van creciendo cada año. Casitas de ladrillo a la vista. Chalecitos de distinto porte. Condominios. Lotes en venta y mucha construcción hacen suponer que en una década esto va a ser tan diferente como lo fue la casa de mis padres en Olivos en 1948 cuando era la única de la manzana.

La ciudad ha crecido mucho. Antes había un hotel piojoso y otros dos imposibles de habitar, en ese sentido la oferta no cambio mucho (en Madryn en cambio en 7 años han aparecido varios complejos y spa de lujo notables). Pero hay varias confiterías pasables, hay un casino, hay un complejo musical y hasta hay un minianfiteatro en donde mañana actuará algún conjunto conocido que hace tango electrónico.

Hay cosas que no cambian, el viento inclemente que de noche parece tener gana de volar los cimientos de las casas. Hace mucho calor, 30 grados, insólito para la zona. Es todo muy agreste. Al pasto le cuesta crecer y en general el paisaje es desolado y duro, agreste, desértico.

Es como estar en Lloret del Mar, cerca de Barcelona en 1969, como estar en Mar de las Pampas en el 2000, como estar en Alta Gracia hace medio siglo. Eppur se muove. Y ademas con la compañía de los discolos Bateson y Sati -dos hermosos labradores cafe con leche- y el bello Gaudi esto es un verdadero vergel.

Porque si bien la idea de retornar a la Península de Valdez era mas que nada un regalo a Taty, mi abuela postiza y verdadera de Toddy, sin quererlo ni beberlo hicimos de padres postizos de los dos perritos y el bello gato. Y lo que empezó con corridas furibundas cada vez que los bichos se escapaban (y a veces se alejaban muchas cuadras a velocidad inusitada) terminó en un emocionante connubio pleno de mimos, paseos y abrazos. Extrañaremos mucho a estos bichitos. Cuidarlos y retozar con ellos -mientras el gatito se entreveraba en los juegos- no tiene precio ni reedición posible.