El dipolo nativos/inmigrantes digitales
Que Pedro Barcia haya llevado a un grupito de alumnas geniales de una escuela del interior de nuestro país a refutarlo con donaire, y a dejarlo chiquito por defender posiciones recalcitrantes, ingenuas y poco interesantes, cuando de atender a la emergencia de nuevos tecnodialectos se trata, es algo que recordamos en cada charla que damos porque nos encanta mostrar como la guerra entre David y Goliath es ganada nuevamente por una pequeña David. Que una mocosa de 12 años como Ana Clara dalla Valle de la escuela Kennedy de Pujato Prov. Santa Fé, de vuelta al presidente de la Academia Nacional de la Lengua es algo que da para pensar y nos obliga a tomarnos en serio el dipolo nativos/inmigrantes digitales.
Pero mas alla de la anécdota, no nos llama tanto la atención la postura de Barcia, porque hemos vista mil y una veces a gente de su edad, pedigree, relevancia institucional y defensores del viejo orden analógico exhibir otras semejantes. Lo que realmente nos dejó patitiesos fue toparnos con la tapa de la revista The Atlantic tapizada con un enorme titulo con la caligrafía googlesca que se/nos preguntaba provocativamente si Google no está estupidizándonos «Is Google Making Us Stupid?» por Nicholas Carr (estoy seguro de que Carr no leyó a Cassin para inspirarse en ella, con lo que las preguntas tontas parece que afloran solas).
Carr comienza su nota con una mención iconográfica a la fantástica escena en la cual Dave Bowman desconecta a HAL 9000 al final de la maravillosa 2001: A Space Odyssey de Stanley Kubrick obligándola a cantar una Daisy Daisy cada vez mas gutural y deshumanizada.
Mi mente está desapareciendo, lo estoy sintiendo, lo estoy sintiendo
HAL implora desesperado/a que no lo desconecten mientras musita «Mi mente está desapareciendo», «lo estoy sintiendo, lo estoy sintiendo«. Y Carr se apoya en esa referencia inolvidable, insistiendo en que desde hace unos pocos años alguien (como Bowen hizo con HAL) está jugando con su cerebro (con el de todos nosotros), remapeando los circuitos neuronales, reprogramando su/nuestra memoria y decidiendo -sin nuestro conocimiento y mucho menos sin nuestro consentimiento- convertirnos en otros, muy distintos de los nosotros mismos que supimos y quisimos ser, durante décadas o siglos y milenios.
Según Carr ya no pensamos como antaño y el mejor diagnostico según él -se vive en esos experimentos cruciales- como es la lectura de un libro o de un artículo largo, delicado y difícil. Aparentemente nuestra concentración se desvanece a las 3 páginas, perdemos el hilo, a los 10 o 20 minutos ya queremos hacer otra cosa, y la lectura profunda que fue la norma durante casi 500 años estaría camino del olvido.
El culpable de tamaño sacrilegio no es otro que el que todos ustedes imaginan, ese que desvela a Barcia y le da argumentos a los adultos, a los pedagogos, a los hombres de letras llevar que es nuestra sobreexposición a la red. Internet convertida en la cocaína del siglo XXI, discurso purificador si los hay.
Google tiene la culpa
La forrajería en línea, la cacería de ideas, las referencias inifnitas, los links sin parar, la nueva forma de citar sin hacerlo, la obra abierta soñada por Mallarmé y teorizada por Eco, el docuverso y Xanadu de Ted Nelson, todas las metáforas condensadas y superpuestas de un medio inmersivo e invasivo que, habiendo cumplido los sueños de McLuhan acerca de la identificación entre medio y mensaje, se estaría convirtiendo, asimismo, en la pesadilla que está terminando con las sagradas operaciones (o deberes) de la mente, cuales son la concentración y la contemplación que bien le haría a Cassin, Carr y asociados repasar las obras mas recientes de Michel Onfray como El cristianismo hedonista y Las Sabidurías de la antigüedad para aplacar su sed cognitivo/moralizante.
Según Carr su padecimiento no es personal sino social y compartido. Su círculo de conocidos y amigos -todo letrados de primer orden como él mismo- dicen experimentar los mismos males y estar sucumbiendo a los mismos peligros y amenazas.
Los nombres de famosos letrados (algunos pasados al vulgar mercado de los weblogs) se suceden y todos convergen en lo mismo. Scott Karp (online media), Bruce Friedman (computers in medicine) ya no son capaces de leer textos largos y profundos, un post de mas de 4 párrafos les causa urticaria, y la lista sigue y sigue.
¿A ustedes se les mueve un pelo adhiriendo al temor de Carr? A mi no. Habiendo leído mamotretos durante cerca de 40 años y amando cada día mas la «lectura» en línea, me parece que estamos logrando un estado de nirvana maravilloso, polialfabetismos, alfabetización analógica multiplicada por la digital, conversaciones transmedia, acoples intergeneracionales, la Biblia (de Gutenberg) y el calefon (de Breton o de Duchamp) en dosis equivalentes e iluminadoras, de por medio.
Anécdotas vs mas anécdotas
Pero no es tan fácil sacarnos a un aguafiestas como Carr de encima. Porque sabedor de que su suma de anécdotas es tan poco convincente y argumentativa como podría la suma de las nuestras, Carr acude a la sacrosanta ciencia para convencernos de que el David Bowan que vive en Mountain View, y que mora en unas dachas muy fashion denominadas Googleplex, está tramando borrar nuestra capacidad argumentativa.
Es por ello que se refugia en la sacrosanta ciencia, y aunque sabe que aun nos falta mucho para confirmar como Internet infecta (perdón afecta) la cognición, recurre a un estudio reciente acerca de los hábitos on line publicado por University College London, Pioneering research shows ‘Google Generation’ is a myth que corrobaría que estamos atravesando una compuerta evolutiva -para mal.
Tomando como base los logs de visitas a la British Library por un lado, y a un consorcio de entidades educativas inglesas por el otro, se habría confirmado el supuesto de los letrados (base de la batería de argumentos de Barcia et al), de que estamos adviniendo a un tipo de actividad de sobrevuelo de la información, saltando de una fuente de información a la otra y rara vez o nunca volviendo al original.
Saltamontes informacionales y el cerebro lector
Estos usuarios (la gran mayoría, nosotros mismos, todos nuestros alumnos) serían saltamontes informacionales, no leerían mas que una página o dos de un libro, grabarían algún artículo largo pero nunca lo revisitarían. La gran novedad del estudio (para Carr) es que no se lee en línea, sino que se flota, saltea, hojea (No tenía qe invetsigar muhco para llegar a esta conclusión, esto es algo que Jakob Nielsen el guru de la usabilidad había descubierto hace ya mas de una década atrás y que cualquier análisis de eyetracking confirma). Copiando alguna justificación de un psicoanalista argentino los autores del «sesudo» ensayo insisten en que se lee en línea para no leer de verdad.
Gente mas versada que Carr como Maryanne Wolf, de Tufts University autora de Proust and the Squid: The Story and Science of the Reading Brain que nos agenciamos en uno de nuestros ultimos viajes, insiste en que el privilegio que le otorgamos a la «eficiencia” y a la “immediatez” por encima de cualquier otro valor está liquidando nuestra capacidad de lectura (y suponemos también que de argumentación e interpretación profunda -como insistía Clifford Geertz cuando hablada de descripción densa).
Como la lectura no es innata, e implicó un largo trabajo cultural de varios miles de años, intempestivamente y a partir de ejemplos aislados, de un récord de no mas de 15 años de experiencia en la red, y de muchas ganas de que la realidad se acomode a los medios y a los perjuicios, autores de este calibre, (que defienden tanto la inteligencia humana como sus propias profesiones y privilegios), temen que nuestro cableado cerebral colapse y nos borre lo que de mas humanos tenemos que es ser lectores, profundos. La tesis de Wolf es mas compleja y volveremos sobre ella.
Telegrafía conceptual
Haciendo eco al Heidegger que deploró en los años 60 el uso de la máquina de escribir como deficiencia de la capacidad expresiva, Carr no tiene mejor idea que dar el ejemplo de un Nietzsche comprándose una máquina de escribir Malling-Hansen Writing Ball, en 1882 que terminaría -como bien dice Friedrich A. Kittler en Gramophone, Film, Typewriter – trastrocando sus argumentos en aforismos, los pensamientos en juegos de lenguaje y la retórica en un estilo telegráfico -aunque a mi particularmente me gusta mucho mas este Nietzsche epigramático post-1882 que el anterior verborrágico de El Orígen de la Tragedia.
Carr pega trompadas para todos lados. Lo que generalmente podríamos imaginar como una buena noticia, a saber la plasticidad del cerebro humano, la capacidad de autoreconfigurarse y de reinventarse, es vista por Carr y cia como un enorme riesgo. Podriamos perder en un par de décadas lo que habríamos ganado en miles de años. Gigantes de las ideas -pero también tecnófobos- como Lewis Mumford o críticos inteligentes como Joseph Weizenbaum son reclutados por Carr en su saga latouriana tratando de mandar al infierno a Google.
Leyendo a McLuhan al revés, Carr sugiere que Internet se comerá a todos los medios anteriores (¿no oyó hablar nunca de remediación o de retroprogresión?, yanqui tenía que ser el muchacho), recreándolos a su imagen y semejanza, para detrimento del medio anterior y autoenaltecimiento de la Red. Siempre desde una lectura conspirativa que trata de dispersar nuestra atención y de volver difusa nuestra concentración.
El colonialismo epistemológico de la web
Esta colonización de los medios anteriores se reflejaría en la mala costumbre de los medios tradicionales de incrustar en su soporte la retórica y el estilo comunicativo de la red. El peor sacrilegio cometido en esta dirección seria la osadía del The New York Times de dedicar la segunda y tercera página del diario a abstracts de artículos que responderían al gusto de los lectores interneteanos.
Carr como Cassin no tiene empacho en saltar de la preocupación al delirio. De jugar con una intuición, sin mayor base empírica y solo validada por una tribu endogámica como la suya (los lectores y escritores compulsivos pre-1980) y de pronto invocar a Frederick Winslow Taylor y a sus experimentos en la planta de acero de Midvale y a la invención del algoritmo laboral, adscribiéndole la paternidad de y el carácter de precursor de la tarea de goma borralotodo cultural de Google.
La taylorización de la fábrica y algo mas
Porque cualquiera que conozca algo de teoría e historia organizacional sabe que Taylor (su vida y obra están magistralmente registradas en esta biografía monumental de Robert Kanigel The One Best Way: Frederick Winslow Taylor and the Enigma of Efficiency) aprovechando la «buena voluntad» de los trabajadores de Midvale, deconstruyó cada tarea en una serie de pasos discretos convirtiéndolos en un conjunto de instrucciones precisas (algoritmos) que de ahora en mas determinarían la tarea de cada trabajador en particular. Aunque los trabajadores protestaron al verse automatizados la productividad creció en forma exponencial.
Pronto se cumplirá un siglo desde la publicación de The Principles of Scientific Management, (1911), un manual omnicomprensivo del mejor método de trabajo. La utopía de Taylor no se limitaba a los cánones de la fábrica e imaginaba (absurda y maniqueamente) no solo la reestructuración de la firma, sino también de la sociedad toda, alterando la máxima de Protágoras e insistiendo en que si en el pasado primero había sido el hombre, en el futuro lo seria el sistema, su sistema
La máquina que nos está usando/y que somos nosotros
Despertar a Taylor de su sueño dogmático es rendirle honores insiste Carr, quien no tiene empacho en calificar a Google (a Brin & Page & Smith) pero probablemente también a la propia máquina que nos está/usando/siendo de versión tayloriana para las artes de la mente.
Casi calcando, sin saberlo, los argumentos de Cassin, Carr insiste en que Internet es una máquina diseñada para la colecta, transmisión y manipulación de la información en forma eficiente y automatizada. Y sus programadores serían (cual trabajadores taylorizados aggiornados) los encargados de encontrar el mejor método (el algoritmo perfecto) capaces de reproducir cada uno de los movimientos mentales de los trabajadores del conocimiento.
Cayendo una vez mas en la misma trampa en la que cayó Cassin y que se tendieron ellosmismos, Carr se aferra literalmente a la misión autoproclamada de Google de «organizar la información del mundo y volverla universalmente accessible y útil«. Pero Carr va mas lejos y se aprovecha de un slogan marketinero, aunque también debemos admitir la facilidad con la que Page cae en los delirios futuristas, quien insiste en que Google está tratando de crear inteligencia artificial en gran escala, para endosarle el sanbenito de Taylor redivivo.
Lo que vuelve loco a Carr (en esto Page & Brin son tan tábanos como Raymond Kurzweil el profeta de la próxima singularidad) son las comillas mas ideologizadas del discurso de los fundadores de Google. Cuando estos personajes geniales flirtean mas con Spielberg que con Asimov y se proclaman a si mismos los verdaderos sacerdotes de la inteligencia artificial como propiedad emergente de una máquina, Carr estalla en odio. Si algo les falta a Carr y a los amantes el canon literario es sentido del humor.
No renunciar nunca a la ambigüedad
Lo que irrita a Carr (y a los defensores del paraíso analógico por igual), es la supuesta eliminación que un proyecto de estas características -de tener éxito- provocaría en los dominios tan inexactos y por ello tan valorados de la contemplación, la anfibología, la indeterminación y el riesgo de implosión permanente del sentido.
Según Carr, los googlófilos somos unos antropofóbicos que insistimos en que el cerebro humano no es otra cosa que una computadora obsoleta que necesita un procesador mas rápido y un disco duro mas grande para estar a la altura de los tiempos.
Carr le rindió honras fúnebres a Socrates e hizo lo propio con el humanista renacentista Hieronimo Squarciafico quien anticipó gran parte de las heridas narcisistas que la imprenta infligiría en contra de la autoridad religiosa, la corporación de los eruditos y escribas difundiendo la sedición y el escarnio.
Carr es -a pesar de haber escrito esta elegía- un tipo inteligente, sabe que será tildado ipso facto de luddita. Igual para él Internet no es el alfabeto, y la lectura profunda de la imprenta que estaríamos perdiendo a manos de la Red nos estaría privando del diálogo reflexivo, profundo, pletórico de reverberaciones, asociaciones inferencias y analogías que son la estopa de la cual están hechas nuestra propias ideas. ¿No afirma acaso la citada Maryanne Wolf que la lectura profunda es indistinguible del pensamiento profundo? Con lo cual abandonar ese estilo de lectura es ipso facto abandonar el propio pensamiento
Las subjetividades letradas las únicas que vale sostenr
Al final de su nota Carr se extravía mas que nunca. Le resulta impensable que así como nuestra identidad fue construida durante 5 siglos (pero no antes) por una interiorización creciente y decantada del mundo sobre el papel (como bien dice David Olson en su libro del mismo titulo), cualquier versión del mundo en la pantalla necesariamente devaluará esa subjetividad, liquidará al yo reflexivo y crítico y en definitiva minará la democracia y destruirá a Occidente.
Con una contumacia que nos lo vuelve interesante como interlocutor a refutar, Carr sostiene -siguiendo a Richard Foreman– que a medida que perdemos nuestro repertorio interno de densa herencia cultural, nos convertimos en panqueques meméticos, disparados en nuestros estados emocionales y cognitivos por cualquier link berreta, por cualquier alusión mecánica o por cualquier trivialidad que no merecería un lugar salvo en un juego de mesa.
Carr incluso alienta mas piedad por Hal 9000 convertida en una chatarra mecánica al ser deprivada de la conciencia que le daban sus módulos de memoria (en su caso y en el de Blade Runner responsables a su vez de una intensa vida emocional), y contrasta el pobre destino de la máquina con la eficiencia catatónica y deprivada de emoción alguna de los astronautas que supuestamente debían ser servidos por ella y cuya amenaza de interferencia en la misión llevaría A Hal -capturado por un double bind instalado por sus prograamdores- a asesinarloa a todos, demostrando quizás en esto mas humanidad para Carr que el rencoroso Bowan «matando» a la máquina.
Una supuesta crítica política enmascara una lectura ideológica de pacotilla
Pero Carr al haber iniciado su lectura del terrible futuro que nos esperaría, en la medida en que Google se convierta en nuestra forma tecnológica de vida interiorizada (la conciencia pasteurizada de un algoritmo deshumanizado), deja al descubierto que su planteo no es político sino ideológico, que su nivel de análisis está totalmente limitado por su defensa paranoide de un narcisismo asechado, y en definitiva que en sus planteos filosóficos, anida tanto un resentimiento de clase, como sobretodo el riesgo profesional y corporativo que veremos crecer y crecer, a medida que Google, la red, el software social y muchas otras tecnologías nos brinden mas posibilidades emancipatorias, instantáneamente canceladas por los profetas de lo viejo.
Ayer fue Cassin, hoy es Carr. Ayer fue Andrew Keen en The cult of the amateur, hoy es Mark Bauerlein en The dumbest generation. Acostumbrémonos en el futuro inmediato a ver muchas mas reacciones como éstas, asi como violentas confrontaciones intentando enarbolar los estandartes del viejo orden cognitivo e intelectual.
Ideas claras y distintas
Estemos atentos asimismo a políticas educativas, culturales, tecnológicas que en nombre del viejo orden analógico, y diciendo defender a la humanidad que nos merecemos, que habría encarnado especificamente -como sucedio en Heidegger para quien la posibilidad de filosofar se reducia exclusivamente al griego y al alemán-, en ciertos contenidos curriculares, en ciertas formas argumentativas, en ciertos estilos narrativos y en definitiva en ideas claras y distintas encapsuladas en soportes definidos y codificados.
Lo cierto es que el mash-up, los cross-media la vj culture (ver VJ: Audio-Visual Art and VJ Culture: Includes DVD de D-Fuse) la cultura del reciclado, las ideologías del rip, mix & burn, pero sobretodo la cultura de la copia, la remediacion, la estética relacional, la post-producción y el remixado, están abriendo un mundo nuevo que esta siendo entusiastamente abrazado por las nuevas generaciones.
No es menos cierto como bien nos recuerda el maravilloso informe de Roma Shore The power of pow wham! Children, Digital media & our nation’s future. Three challenges for the coming decade (The Joan Ganz Cooney Center at Sesame Workshop, 2008), que debemos prestar tanta atencion al viejo dipolo brecha analógica/brecha digital, como a la nueva vieja brecha digital/nueva brecha digital. No lo es menos que el tic tac de las tecnoculturas es imparable, y que si bien apreciamos las criticas políticas de todo, cada dia nos resultan mas indiferentes y poco inspiradoras las criticas ideológicas del nuevo orden (en nombre del viejo) como las de Cassin, como las de Carr, como las de Barcia (amontonado en una compañía que lo excede) y muchos mas.
[…] aún sigue vivo, sobre los medios fast food. Luego nos acusan de leer en diagonal. O en palabras de Piscitelli, con el que estoy bastante de acuerdo, ayer fue Cassin, hoy es Carr. Ayer fue Andrew Keen en The […]
Pues no sé si hay mucho más que decir. O sí. Lo he intentado en un artículo al respecto. La verdad es que estoy contigo en que se trata de defender la superioridad del conocimiento de algunos. Y eso va contra el espíritu de la red. Mientras debatimos, los nativos digitales se preocupan de desarrollar este nuevo entorno.
En fin…siempre habrá retrógrados, que satisfacen además el apetito de quienes se sienten perdidos ante tantas ideas.
Te dejo el artículo en el que hablo del tema: http://www.dreig.eu/caparazon/2008/06/24/google-nos-hace-estupidos-menos-a-mi/
Un saludo y felicidades por el tuyo. Creo que añadiré un párrafo más.
Me ha parecido excepcional.
Alejandro: Realmente leíste eso en el artículo? Es tan lineal? Es blanco o negro? me parece que hay cosas para pensar, aún para los que estamos de este lado. Por ejemplo, con cuantos nativos digitales (si tal cosa existe) trabajas? Nosotros tenemos un background de «marmotretos» y no somos una muestra válida, ok los japoneses hace haikus, pero no sólo haikus, su brevedad se basa en una «densidad» cultural preexistente. Nietzche arriba a los aforismos desde una formación tradicional, pero, se puede deconstruir lo no construído? como preguntas me parecen válidas, no todos los críticos son seres temerosos de perder su cuota de poder en una estructura enciclopedista.
saludos
D
Nicholas Carr leerá esta nota?
casi MUERO de risa con el paréntesis «yanqui tenía que ser el muchacho»
jajaja
Como dice mi hija «es túmach, Alejandro»
saludos!
VeRa
[…] Filosofitis y la La estupidización de las multitudes […]
[…] Filosofitis y la La estupidización de las multitudes […]
Gente:
Creo que estamos como los apocalípticos e integrados de Eco. A mi parecer estamos hablando de dos cosas distintas. Unos hablan desde sus islas y otros desde sus barcos. Los dos se manejan en medios distintos.
No creo que unos sean retrógrados y otros estupidizados, sino dos monólogos que tratan temas en apariencia similares pero que en profundidad son diferentes.
Y en ambos casos se cae en la menospreciación o en la sobreestimación de las personas. Unos en una única forma de uso y otros en que todos conocen todas las formas de uso.
google es un medio¿?
[…] un tiempo atrás escribimos una larga nota acerca de la supuesta estupidización que Google nos estaría provocando. Una enorme literatura […]
[…] habríamos hecho este proyecto con mis compañeras, y no nos habría visto en este video Alejandro, ni escrito sobre nosotras, justo cuando decían que Google nos estupidizaba. No hubiese comentado algunas pavadas, ni hubiese […]
Veo que lo que molesta es la reflexión de Carr. Tal vez seas tú el que no tienes sentido del humor. La red es imparable, pero la estupidez humana también. Bienvenidos al mundo de los zombies.
Los datos frente a las ideologías… La estupidez socializada, la Realidad 2.o, la falta de escepticismo de los escépticos… El ensalzamiento histérico de los Me gusta, la falta de atención, la incapacidad de leer fuera de pantalla… Uf, parece suficiente como para tener que agregarle los reportes de investigaciones en ciencias cognitivas sobre el fenómeno inverso a la creencia de los optimistas… No es Google solamente, son las redes sociales y las tecnologías que hacen por uno lo que uno debe hacer para mantener en uso lo que si no se pierde… Y si te quedas sin tech? sin Internet y sin celular? Por supuesto, tu backup te salva… se trata de ti, y de tu soberbia convicción de que la tienes clara así… de taquito. Andáaaa….