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De «Wittgenstein flies a kite», a «The Craftsman» de Richard Senett

«Idas y vueltas en nuestras errancias librescas

Con un libro reciente me pasó lo mismo que me pasó en su momento con History of The Pencil. A story of design and circumstance de Henry Petrovski. En viajes sucesivos, que en ese tiempo tomaban intervalos de a lo mejor de un año, lo ví en los anaqueles, lo hojeé un par de oportunidades, y aun así no me lo traje en las faltriqueras que solo admiten una decena por viaje.

Esta vez se trata de Wittgenstein Flies a Kite: A Story of Models of Wings and Models of the World de Susan Sterrett, que en el curso de dos meses ya pasó dos veces por mis manos, en ambos casos a un precio mas que reducido, y que aun así me pareció tan exótico (pero al mismo tiempo tan tentador), que di vueltas y vueltas y otra vez lo dejé reposar en los anaqueles.

Esa obra mas que extravagente revisaba otro de los aspectos extremadamente singulares de la personalidad de Ludwig Wittgenstein (ya bastante curiosa de por si al combinar en una misma persona a un filósofo y a un lógico de fuste, con un arquitecto, un maestro de escuela y un pederasta salido del closet, una de las personalidades mas avasallasten de la cultura finisecular y al mismo tiempo un atormentado singular (habrá que recuperar nuestro artículo escrito en su momento y aparecido en La Maga).

Pues bien esa extraña obra (apenas una de las decenas que sobresalen en esas excursiones a las wunderkameras que son las librerías norteamericanas especialmente en las atiborradas mesas de saldos) trae a colación una observación, que en mas de una ocasión Wittgenstein le habría dicho a sus amigos, según la cual los modos de representación pueden tomar su fuente de inspiración de modelos a partir de los modelos en escala. Intuición que se le habría revelado en su vida de soldado en el otoño de 1914.

Otra (la enésima) cara de Ludwig Wittgenstein

Susan Sterrett imaginó que esos modelos a escala no necesariamente eran muñecos o cajitas o dibujos, sino modelos en escala de ingeniería experimental. Lo que no resulta nada descabellado si recordamos que Wittgenstein había sido un ingeniero aeronáutico antes de convertirse en uno de los discípulos mas agraciados de Bertrand Russell con quien estudiaría filosofía en Cambridge en 1911.

No es el menor de los misterios esta causalidad invertida que lo llevó a imaginar el carácter ideacional de los modelos muchos años después de haber dejado de ser ingeniero. Aunque el misterio no es tal, ya que fue recién en 1913-1914 que este método experimental de creación de modelos se convirtió en un principio de diseño general acerca de cualquier sistema simbólico capaz de representar relaciones físicas.

Y fue justamente en esa época (décadas antes de que esta problemática fuera recuperada primero por la teoría general de los sistemas, después por la cibernética, mas tarde por los autómatas celulares y últimamente por modelos computacionales distribuidos cada vez mas poderosos – revelando así las múltiples reinvenciones diacrónicas de una problemática-) que «explotaron» miríadas de discusiones acerca de la similaridad en las áreas de la física, la biología y la química.

Inteligencia manual (o práctica, o encarnada o instanciada)

Si hoy nos lamentamos de esta providencial postergación en la compra, no fue porque de pronto hayamos tenido una insuperable «saudade» del gran Ludwig, sino porque acabamos de anoticiarnos de lo que seguramente será uno de los shocks meméticos mas grandes que habremos experimentado en este tumultuoso 2008 (conflicto con la república unida de la soja de por medio) cual es la aparición de un nuevo libro de Richard Sennett.

Este intelectual apolíneo y medido, un pianista excepcional, marido de Saskia Sassen con quien cenamos amigablemente hace un par de anõs, y que nos regaló un texto clave que usamos en la Cátedra de Procesamiento de Datos cual es Las Culturas del Nuevo Capitalismo, acaba de publicar una nueva obra que dará mucho de que hablar.. y de hacer durante largo tiempo.

Se trata de The Craftsman (Yale University Press,2008) que comienza precisamente con una referencia a la cara arquitectural de Wittgenstein, quien no estaba tanto interesado en «crear edificios» cuanto en presentarse a si mismo «los fundamentos de todos los edificios posibles»

En una vuelta de tuerca genial Sennett insiste en su última obra en que «hacer es pensar» (resonando su sentencia con autores y tradiciones de pensamiento/acción tan distintas como las de Jean Piaget, Donald Norman, Donald Schon, Michael Schrage, la gente de Ideo y miles mas) y la experiencia vital de Wittgenstein como arquitecto ilustra (con gratificación y al mismo tiempo decepción) los principios y alcances de esta tesis

La mano es la ventana de la mente

Con su habitual perspicacia Sennet insiste en la profundidad (y no demasiada detectada afinidad, a excepción de con Wittgenstein Flies a Kite: A Story of Models of Wings and Models of the World, la obra que mencionamos mas arriba), entre lo que Wittgenstein aprendió construyendo una casa y la inversión en su filosofía que lo alejó de la lógica rígida y formalista del Tractatus, y lo llevó a un compromiso lúdico con el lenguaje ordinario, las paradojas y las parábolas que terminarían en sus maravillosas Investigaciones Filosóficas (a años luz, o no tanto, del ya mencionado Tractatus)

Como bien dijo Lewis Hyde en su comentario al libro de Sennett, si la tesis es osada y si su aplicación al caso de Wittgenstein es problemática aunque plausible, de lo que no cabe duda es de que rara vez como en este caso la múltiple casualidad que interviene entre el pulso de la mano y el latido de la mente -y viceversa- se ve en forma tan transparente acompañando el recorrido hecho tan brillantemente por Sennett.

Porque por suerte Sennett remueve el avispero y pone las cosas en lo que para nosotros es el lugar que corresponde. La ilustración no es
,como los intelectuales latinoamericanos insisten en glorificar, una catedral de ideas bien engarzadas, sino un ejercicio práctico en transformación de la materia
que tiene su disparador supremo en la Encyclopedie.

Inesperadamente fue el mismo Kant quien apostrofó que la mano es la ventana de la mente. Pero curiosa (y nada ingenuamente) generaciones enteras fueron directamente por la mente y se pasaron la mano por alto. Es por ello que Sennett en vez de seguir (como hizo Foucault) encandilando a varias generaciones con «¿Qué es la Ilustración?» remitiendo al Kant leído en clave excelsamente ideacional, se toma esta sentencia del propio Kant mas que en serio y nos pide que miremos no en dirección del dedo sino de la cosa misma que el dedo no señala: la L’Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers (aqui los 17 volúmenes de texto) en 35 volúmenes que le mostraron a los hombres y mujeres de su época como cuidar abejas, hacer sidra o zapatos de madera, curar tabaco, crear un molino o -que es lo que le interesa especialmente a Sennett, y es algo que vimos hacer en la ciudad de los niños en Rosario, hacer papel).

Muchas formas de creernos y/o ser iluminados

No somos iluminados porque podemos jugar cada día mejor con los conceptos, sino que la ilustración es una conversación interminable entre las personas y las cosas, no materia de conversación entre personas exclusivamente entre si. No es iluminado y capaz de entenderse a si mismo, y a los demás, quien vive en la nubes de úbeda de los textos, sino quien se desgarra las vestiduras y comercia con los objetos, las relaciones entre objetos y personas, y sobretodo la confusión, la ambigüedad y las paradojas que implica la vida en relación permanente -conflictiva y muchas veces desalmada.

Sin manos inteligentes (que hoy están ligadas en parte al uso del código como que la arquitectura es la política en principio de la red, pero también de la red del mundo real) no hay personas integrales. El tour de force de Sennett no es menor porque animándose le tira una estocada a fondo a una de sus madres intelectuales – y también pitonisa de la mayor parte de la intelectualidad local- es decir a Hannah Arendt quien insistía en que había que separar el mundo de las necesidades animales del mundo mucho mas sublime del arte, la política y la filosofía.

Y no es solo Arendt quien fomentaba esa división sin resto, sino gran parte de la filosofía de las formas simbólicas (desde Ernst Cassirer a Susan Langer, desde Susan Sontag a la mayoría de la intelligenstia local).

Errores epistemológicos, barrabasadas políticas

Fomentar ese dipolo es para Sennett tanto un error filosófico garrafal, como una propuesta ética y política descabellada. No solo desvaloriza a quienes trabajan con las manos, sino que desconoce que la ciudadanía está ligada a la socialización de las habilidades, y que no hacerlo implica caer en la tiranía de los expertos.. a quienes les sobra el cerebro pero les faltan las manos.

Invirtiendo una formula canónica (según la cual cualquier puede pensar bien), Sennett insiste en que cualquiera puede convertirse en un buen artesano o habilidoso con las manos, y que quien aprendió a hacerlo (aprendió a no ser chapucero y a trabajar bien con la manos) está dando el paso necesario para el gobierno de uno mismo y la construccion (¿bildung?) de los buenos ciudadanos.

Claro que esta tesis se basa en un presupuesto complicado cual es el que las habilidades (como el lenguaje para Chomsky) son innatas y están distribuidas democráticamente ,y que si son bien estimuladas y enseñadas (como ocurre con el esclavo platónico del Menon) permitirán que todos los habilidosos se conviertan en personas públicas sensibles y dedicadas (¿un poco o un mucho utopico no?).

Negociando entre la autonomía y la autoridad

¿Pero qué sabe realmente un artesano? Nada mas y nada menos sabe como negociar entre la autonomía y la autoridad, como trabajar, no contra la realidad que se le resiste -admirable definición dada por Max Scheler en «El Puesto del hombre en el cosmos«-, sino con ella (como hicieron los ingenieros con los primeros túneles debajo del Támesis), como completar su tarea usando un mínimo de fuerza, como encontrarse con los otros usando una imaginación simpática (como hace el soplador de vidrio con su anticipación corporal que le hace ganarle un paso al vidrio en tren de disolución), pero sobretodo sabe jugar, ya que el juego es el origen del diálogo que el artesano mantiene con materiales como la arcilla y el vidrio, la madera y la piedra, el estuco y la epoxina.

El carpintero, el técnico de laboratorio o el director de orquesta son todos ellos artesanos, porque se dedican a lo suyo con esmero, humildad pero, sobretodo, en su mas poderoso carácter de intransitividad. Hacer por hacer y el resto (desde la plata, hasta el reconocimiento simbólico) vendrán por añadidura, si es que vienen. Y no por ello dejarán de hacer… y lo mejor posible.

No puede haber artesanía sin preparación y dedicación extremas. Hacen falta no menos de 10.000 horas de experiencia para forjar un carpintero o músico de fuste. A medida que las habilidades se refinan, los problemas se vuelven mas contextuales, la tarea deja de ser una actividad mecánica, y el artesano puede pensar profunda e intensamente acerca de lo que hace, hasta llegar -como dice Keith Richards en un maravilloso pasaje de «Shine a Light» la película de Martin Scorsese- a sentir pura y exclusivamente, porque en el escenario no hay tiempo para pensar (porque se lo hizo muchisimo y previamente) y solo queda hacer/sentir.

La mano como ventana de la mente

Como dijimos previamente, el filósofo alemán Kant, como buen genio que fue, anticipó muchas de estas reflexiones- al sostener que la mano es la ventana de la mente. La ciencia moderna ha tratado de demostrar este carácter certero de la mano y como, su ductilidad y exquisitos movimientos, permiten entender mas y mejor a nuestra mente (el libro de Frank Wilson The hand. How it shapes the brain, language and human culture (1998), traducido por Tusquets sigue siendo una anomalia y una exquisitez que mereceria un seminario entero).

¿Porqué recién 200 años mas tarde empezamos e estar en condiciones de mostrar como los infinitos movimientos de la mano (tan pobremente imitados hasta ahora por los robots), asi como las distintas formas que ésta tiene de abrazar los objetos, de tocarlos, de reconocerlos y de inventarlos, afecta (codetermina, inspira, autoriza, define, integra, dispara) los modos en que pensamos?

Lo que impide que la mayoría de nosotros seamos (gustemos) de tareas manuales y de la producción de sonidos, colores, formas, generados por el cuerpo propio, es que casi siempre vemos al instrumento (algo parecido le sucede a los docentes con las computadoras), como un obstáculo al logro, y no como el camino que permite llegar al objetivo. Este es el secreto del método Suzuki para que los chicos aprendan a tocar el violín sin obsesionarse con donde poner los dedos para obtener sonidos perfectos (algo que se logra pegando cinta adhesiva de colores sobre los respectivos tonos). El movimiento de la mano está orientado por el destino fijado de antemano para los dedos. Y esta pequeña diferencia hace todas las diferencias entre la impotencia y la omnipotencia.

Limitaciones del enfoque mecánico de Suzuki

Pero la solución admirable tiene patas cortas y cuando se quita la cinta el problema del artesano reaparece y se acentúa. Como excelente músico que es, Sennett sabe de que esta hablando, revela las limitaciones del enfoque mecánico de Suzuki, insiste en la necesaria coordinación de acciones que debe haber entre la posición de los dedos de la mano, el sonido obtenido, el movimiento lateral, la presión y el permanente ida y vuelta entre acto, percepción, reflejo y reinvencion.

Y como -al igual que muchos de ustedes- mi artesanía consiste en las presentaciones y las puestas en escena de ideas, en la ilustración de conceptos a través de analogías de lo mas variadas, en el remixaje de perspectivas, pero sobretodo en la ilustración, ampliación y retorcijón de los conceptos, cada una de la observaciones de Sennett me aclara que es lo que hago, como lo hago y como hay que mejorarlo.

Nadie quiere cometer errores

Como corresponde al guía de estas musitaciones, ningún cliché tiene patas largas. Esto de lo que estamos hablando no se reduce al simplismo de «aprender de nuestros errores». Porque para hacer algo debemos querer hacerlo. Y en la mayoría de los casos, por la frustración que implican, por el rechazo que inspiran, y por la sensación de pérdida de tiempo y de falta de progreso que las acciones testimonian, es muy difícil querer cometer (voluntaria e inevitablemente) errores, para después tener que corregirlos.

El tema da para mucho, aunque aquí recien empezamos a destilarlo. El ideal del mecanismo fue el algoritmo perfecto. Optimizar la ecuación costo-beneficio, eliminar los procedimientos superfluos y la redundancia del artificio, que no sobre ni falte nada. Pero lo que está muy bien en el orden de la filogenia necesita de un exceso, de un desgaste, de una excedencia, en el plano de la ontogenia. Sucede en la tecnología y sucede en el arte, sucede en la pedagogía y sucede en el periodismo, sucede en la filosofía y sucede en la memética. En ninguna de estas profesiones nos encontramos solo con problemas. Muchas veces debemos inventarlos para poder reconocerlos. Mejorar la técnica no es jamás cuestión de mecánica.

Y si bien no todos podemos ser Piccasos ni Duchamps, Mozarts o Hugh Lauries (Dr. House) todos podemos hacer lo que hacemos (y lo que no hacemos) mil veces mejor, porque una cosa es el talento y otra la habilidad, porque una cosa es lo que los genes proveen, y otra lo que el esfuerzo, el despliegue fiísico, las ganas de encarnar los deseos, y la devolución (reconocimiento/desconocimiento) de la sociedad permite, fomenta, reconoce y explota.

Los tres dones del artesano

El artesano se caracteriza por tres dones, dotes o habilidades: sabe encontrar (concretiza los temas), sabe preguntar (reflexiona sobre las cualidades) y sabe abrir(se) (expandiendo los sentidos).

La autoridad que recae en un artesano tarda años, sino décadas en establecerse, y presupone un desarrollo de habilidades que se conquista pari passu, que exige mucha devoción y concentración, y que está lo mas alejada posible de los trámites mecánicos, como una buena de clase en acció de un guión o de un punteo.

La buena noticia que nos regala Sennett (él mismo un anfibio ejemplar al ser uno de los mejores sociólogos vivos, y al mismo tiempo un pianista de reputación, aunque voluntariamente amateur), es que el reconocimiento del artesano, pero sobretodo la exquisitez de sus productos y la fascinación de sus procedimientos, no está escrito en los genes, sino que permite que muchos mas que los que hoy pueden encontrar, preguntar y abrir problemas (trilogía que bien ejercida define al artesano) también no una sino muchas oportunidades sobre la tierra.

Destilando/corporeizando buenas intuiciones

No es casual que en el momento en que nos vemos envueltos en discusiones apasionantes acerca de la tiranía de los expertos o la de los amateurs, la ignorancia o la sabiduría de las multitudes, la posibilidad de que los lazos débiles sean mas determinantes de nuestro paisaje de negociaciones y bienestar que los lazos fuertes, salten estas chavetas.

En un momento en que mucho saber tradicional, decimonónico, hiperracionalista y sobretodo causalmente determinado y reduccionista estalla en pedazos, en este mismo instante el artesano, el bricoleur, la inteligencia práctica pero sobretodo distribuída, fuera de las estrategiass formales de comunicación y de poder, y en una socialización y divergencia absoluta de los cánones instituidos, se difunde, aumenta, explota.

Cuando sepamos como destilar estas brillantes anotaciones de Sennett convirtiéndolas en máximas de acción aplicables a los docentes y a los alumnos, a los especialistas y a los técnicos, a los sacerdotes de la alta cultura y a los políticos sinceramente abiertos al cambio -que también los hay-, este mundos seguramente será un espacio mucho mas convivible que hoy. Artesanizar la alta cultura está entre esas demandas, pendientes, aspiraciones.

Referencias

Labours of love

Fulton Suri, Jane Thoughtless Acts?: Observations on Intuitive Design

Hyde, Lewis Making It

Moggridge, Bill Designing Interactions

Sennett, Richard The Craftsman. Capítulo 1

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9 comentarios

  1. gpe quintero gpe quintero

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  2. […] tríptico que se continuaría con Guerreros y Sacerdotesy El extranjero, cuando hicimos en “De Wittgenstein flies a kite”, a “The Craftsman” de Richard Senett” una oportuna referencia a una obra que Anagrama traduciría un año mas tarde, y que debe figurar […]

  3. […] tríptico que se continuaría con Guerreros y Sacerdotesy El extranjero, cuando hicimos en “De Wittgenstein flies a kite”, a “The Craftsman” de Richard Senett” una oportuna referencia a una obra que Anagrama traduciría un año mas tarde, y que debe figurar […]

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