Cuando Heráclito y Parménides tenían los dos razón.
El eterno dilema del autor es como combinar su narcisismo y deseo, que lo/nos lleva a querer reinventar(se) permanentemente, para ser idéntico a si mismo en el flujo y las transformaciones. Porque en la eterna guerra entre Heráclito y Parménides al final, como era previsible, ambos tenían razón. Al mismo tiempo, en el mismo rincón de la mente, en el mismo repliegue del corazón.
Nadie se baña dos veces en el mismo río (mientras queden ríos), porque las moléculas tanto propias como ajenas están siempre en constante mutación, pero al mismo tiempo «el ser es y el no ser no es», y eso mientras estamos vivos y a lo mejor después también.
Basta de maniqueísmos y basta de reduccionismos. Lo proclamaba indignado Martín Varsavsky hace poco, y no hay momento u ocasión que no nos obligue a hacer lo mismo a nosotros. En su polémico observatorio acerca de la sociedad y de si mismo en que se ha convertido su weblog, Varsavsky decía no entender porque él escribía en colores y sus lectores (algunos lectores especialmente los argentinos) insistían en leerlo en Blanco y Negro.