Una verdad insípida nunca interesará. Una mentira excitante sí.
(William Bernbach)
Docente que no comunica superlativamente tiene poca duración
Como les anticipé apenas pude leer parte del libro mas reciente de Joan Ferres La educación como industria del deseo. Un nuevo estilo comunicativo en el último viaje de regreso de España, Ferrés que es un viejo y admirado conocido nuestro, pescó un par de requisitos básicos para determinar que es ser un buen docente en el siglo XXI.
Para él es imposible/impensable un docente que no tenga capacidades comunicativas superlativas, únicas que lo inmunizarán y le permitirán competir con la oferta creciente de estímulos y de potenciacion del deseo supuesto por el complejo mediático, y mas aun por la convergencia mediática extraordinariamente bien ejemplificada en el último libro (ya viejo de dos años) de Henry Jenkins Convergence Culture.. Todo docente que se precie debe ser un maestro en competencia comunicacional.
Docente que no seduce/persuade tiene poca duración
Menos previsible, pero no menos importante, es el segundo requisito para ser un buen docente a principios del tercer Milenio. Si un docente quiere ser escuchado, entendido, asimilado e incluso contestado criticamente, necesita ser un excelente vendedor, un poderoso publicitario, necesita llegar no solo a la cabeza de los chicos sino sobretodo hacer titilar (y educarlos en) sus emociones. Todo docente que se precie tiene que ser un maestro en inteligencia emocional
Si bien los ejemplos y las argumentaciones de Ferrés resultan muchas veces simplistas y desconocen el detalle de como ha cambiado la comunicación y el deseo en los tiempos de Internet, en un terreno anquilosado por una proclama retórica de valores, un desconocimiento creciente de la asimetría/asincronía entre los tiempos de la escuela y los tiempos de los chicos, y sobretodo, habiendo hecho una apuesta insensata buscando volver a algún paraíso perdido que nunca fue, justo en un momento en donde una serie convergente de tecnologías e infraestructuras hacen posible imaginar una democratización auténtica de las competencias y las habilidades como nunca antes, conviene analizar en cierto detalle sus propuestas y recomendaciones.
De la transmisión a la transacción
El problema con gran parte de la profesión educativa es que dice creer una cosa y sus exponentes hacen otra. Dice buscar ciertos objetivos pero utiliza herramientas que los vuelven imposibles de alcanzar. Es demasiada la energía que se gasta en declamar y despotricar, pero es muy poca la energía efectiva que se utiliza para reinventar la profesión, para recuperar lo mejor de la tradición pedagógica, a la vez que se añade la sal y la pimienta de los nuevos dispositivos y categorías epistemológicas que nos permiten no solo entender al mundo sino construirlo a través de procesos cada vez mas complejos e inextricables.
Pero nos equivocaríamos mal y pronto si imagináramos que los problemas centrales a tratar son de naturaleza operacional (usar o no tecnología en el aula, cambiar o no de didáctica, medir cuan conductistas o constrtuctivistas somos en el aula concreta) cuando en realidad son de naturaleza política y conceptual, y están vinculados a factores relacionales, emocionales y sobretodo vinculares escasamente tratados. Por eso es tan valioso -aunque a vces a un tanto superficial- el aporte de Ferres.
El educador como mediador
Porque si bien fue cierto siempre que el educador para ser tal debía privilegiar la dimensión mediadora de la tarea educativa y ser llamado a mediar, a conciliar polos opuestos e integrar contrarios, en este mundo mas polarizado, mas irreconciliable, mas atravesado de diferencias y mas dispuesto que nunca al conflicto y a la confrontación, tal tarea aparece desde el vamos como condicionante de todo lo demás.
Mediadores hay de muchos tipos y clases y muchos se quedan cortos en cuanto a su relevancia docente. El mediador que estamos imaginando no es ni el mensajero, ni el mecenas ni el editor, o incluso las propias musas. Tampoco son los sacerdotes y las celestinas, los chamanes o los diputados, los creativos publicitarios, los árbitros, los críticos de arte, aunque todos ellos cumplen cierto tipo de función mediadora.
En todos esos casos queda claro que el mediador es un tercero entre dos, que actúa siempre en el terreno del conflicto utilizando estrategias conciliadoras. En el caso educativo, -como siempre- la cosa es mas compleja y sutil. Porque el mediador no solo debe ser capaz de resolver los conflictos (en un mundo donde éstos vienen agigantados por la diferencias de capital cultural y simbólico, social y emocional, cognitivo y económico) sino que encima -para que la mecha educativa finalmente encienda, también debe ayudar a crearlos.
El educador resuelve conflictos pero que los crea también
He aquí la definición de educador que queremos endosar. Ser un buen educador implica poseer esa capacidad mediadora de resolver los conflictos derivados de la divergencia de intereses de los educandos y de la institución académica, así como la capacidad de crear en ellos conflictos cognitivos, de romper sus esquemas, de sembrar dudas, inquietudes, incertidumbre, desasosiego y curiosidad intelectual -pero tambien emocional, asi como atizar las otras inteligencias a la Howard Gardner o a la Daniel Link.
Algo que por otra parte es la definición misma del mundo actual, que a diferencia de etapas anteriores sobrenada en las contradiciones y necesita muchas veces, antes que inventar sesudos esquemas intelectuales o sofisticadas didácticas, simplemente ver lo mismo (el mundo cada vez mas supuestamente absurdo que nos rodea), pero con otros ojos. No los del desaliento o de la critica comparativa con edenes perdidos, sino los de la valoración plena de la complejidad, la perplejidad y el caos como disparadores maravilloso de nuevos fenómenos de comprensión.
De la mediación educativa a la mediación tecnológica y vuelta. Y de como repensar ambas
La mediación educativa queda muchas veces subsumida como un capitulo menor de la mediación técnica entendida en el peor de los sentidos. Por eso venimos desde hace años trabajando con autores de la categoría y capacidad irreductiva de Bruno Latour, Lucien Sfesz, Scott Lash y tantos otros para revertir esta doble miopía.
Uno. La tecnología no opera como los marketinetros y vendedores de ilusiones sostienen, simplemente por osmosis, generalización, extensión, aceptación acrítica y fundamentalmente en forma inercial.
La variante educativa de este tecnofetichismo insiste en que basta que un mensaje sea vehiculizado por una tecnología para que se convierta en eficaz. En esta versión edulcorada, progresista y lineal de la articulación tecnología/educación, las nuevas (viejas) tecnologías serian la oportunidad que nos regalarían los nuevos tiempos para recuperar de manera automática el interés de los alumnos por el aprendizaje
Zapping cognitivo ¿triunfo o fracaso de los nuevos formatos?
Dos. Sabemos al revés de lo que promulga ese fetichismo generalizado, que las tecnologías no solucionan de por si los problemas educativos, ni en el ámbito de la enseñanza, pero tampoco en el del entretenimiento. La inanidad de este recorte esta ejemplificada por el zapping utilizado como herramienta en contra del lenguaje televisivo tradicional.
Como siempre McLuhan sabía que decir y porque lo decía. Nadie insistió como él en la capacidad que la sociedad y el poder establecido tienen para forzar a los nuevos medios a desempeñar el papel de los viejos. Con las tecnologías en el aula pasa exactamente eso. La introducción de la TV, el video y ahora la computadora en red en su seno, ha sido irrelevante porque en vez de potenciar el carácter disruptor de los nuevos lenguajes, narrativas y medios, se las ha utilizado simplemente como ilustración y amplificación de una voz poderosa, unidireccional, asimétrica cual fue tradicionalmente la del maestro y ahora es la del productor del canal, el director o las políticas autorales.
Hasta ahora el uso de la tecnología en el aula ha permitido perpetuar el viejo discurso de siempre, un discurso verbalista y monolítico -aunque se vende como crítico y dialógico. Y cada vez que se le pide a la tecnología que esté al servicio de la pedagogía en realidad lo que se busca (o se logra) es reforzar estos modelos y negar otras promesas implícitas o encubiertas de la tecnología, entre las que están romper irreversiblemente con ellos.
La publicidad como modelo para la enseñanza
Cortemos pues con el rollo. Los problemas educativos no se resolverán con panaceas tecnológicas. Porque no son problemas tecnológicos sino básicamente comunicacionales. Es decir de estilo comunicativo. La eficacia de la tecnología en los procesos de enseñanza-aprendizaje está condicionada por la efectividad del estilo comunicativo con las que se las utilizan.
Para que el nuevo medio brinde lo mejor suyo necesita de una explicitación de su especificidad expresiva. Y sobretodo de un estilo comunicativo capaz de conectar con la sensibilidad de los destinatarios, de sintonizar con ellos, un estilo que se adecúe a los cambios producidos por el nuevo entorno social en la nuevas generaciones de los alumnos.
En este sentido Ferres se mete en un atajo, raramente frecuentado por los educadores, al insistir en que si la eficacia educativa está condicionada por la eficacia comunicativa, es necesario asumir que la publicidad es un modelo para la enseñanza. Porque mas alla de las diferencias entre la educación y la publicidad, hay puntos de convergencia sumamente significativos entre ambas.
Comunicación educativa y comunicación publicitaria
Ambas son tipos de comunicación persuasiva/seductora destinadas a modificar los conocimientos, las actitudes, los valores y las pautas de comportamiento de los receptores. Los profesionales de ambos campos se ven constreñidos a elaborar sus mensaje en función de un target muy delimitado que hay que conocer con anticipación en sumo detalle.
Ambas formas de comunicación se ven obligadas a vencer indiferencias y reticencias de todo tipo, relacionadas con la falta de interés que despiertan los productos que se desean vender. Para decirlo de una forma brutal que deberia llevarnos a cambiar a los educadores gran parte de lo que hacemos, los publicitarios son maestros en su arte mientras que nosotros no dejamos de declamar nuestra impotencia y fracaso.
¿No es este un motivo mas que claro para alentar la comunicación competitiva, confrontativa en/con los docentes siguiendo el modelo publicitario, rompiendo con viejos prejuicios y saliéndonos de la cajita de cristal edulcorada, con la que queremos seguir identificando a la docencia con los cuentos de hadas?
Vocabulario bélico y educación
El tipo de vocabulario que usan los publicitarios para referirse a los componentes del proceso comunicativo está básicamente extraído del vocabulario bélico. Los educadores que se jactan de su pacifismo a ultranza y de su predisposición por la conciliación antes que por la confrontación, detestan el lenguaje publicitario y lo sindican en las antípodas del educativo.
Deleitarse en los lenguajes políticamente correctos puede ser un rasgo constitutivo de la profesión docente, pero encubre tanto como devela. Conozco a demasiados docentes de todos los niveles, (y me pasaba hasta hace algunos años en la UBA, cuando finalmente reinventamos nuestro enfoque) que ven las clases como un campo de batalla, ignorando qué armas utilizar para alcanzar sus/nuestros objetivos, imaginando que existen herramientas mucho mas poderosas que las dominadas por nosotros para vencer resistencias y para despertar conciencias.
Por eso Joan Ferres nos invita a quitarnos la máscara, a poner los puntos sobre las íes, y a asumir plenamente que la docencia es una campaña publicitaria que necesita definir su blanco, afinar la puntería, recurrir a las mejores armas, diseñar una buena campaña, seleccionar las mejores estrategias y el listado continua indefinidamente.
Tecnologías para la seducción de audiencias
Entre las enseñanzas que nos regalan los publicitarios figura haber descubierto que las nuevas tecnologías son una excelente oportunidad para la elaboración de mensajes seductores. Ellos mejor que nadie han identificado el poder corrosivo del estilo comunicativo de las tecnologías por encima de las tecnologías en si mismas.
A diferencia de la escuela y de la Iglesia que están centrados en la sobreestimación de los contenidos en una actitud unilateral, de broadcast, top down, los publicitarios y marketineros saben que el éxito del proceso comunicativo radica basicamente en la capacidad de sintonizar con el receptor, de conectar con sus habilidades, intereses y deseos, es decir en la primacía del receptor como nos viene enseñando la teoría de la recepción desde hace 3 o 4 décadas, pero sin que la escuela ni la Iglesia (como lo testimonia el crecimiento imparable del evangelismo) lo perciban y contraataquen.
Porque en el discurso educativo lo que brilla por su ausencia es el receptor. Ignorando los brutales cambios cognitivos, emocionales y relacionales disparados por una inversión de 180 grados en los medios, que han pasado (por razones tecnológicas, culturales e ideológicas), de ser medios de broadcast a medios de narrowcast pero invertidos (donde el receptor de antaño se ha trasmutado el/ella mismo/a en emisor), el receptor brilla por su ausencia.
Diseñando nuevos emisores
Parte de la fascinación que el receptor siente por los mensajes publicitarios, por los programas televisivos o por los videojuegos, proviene del hecho de que le devuelve su propia imagen, la de sus preocupaciones y esperanzas, deseos y temores.
Jugando con las etimologias, que puede ser tanto fuente de sabiduría como capricho bien desplegado, recordemos que educar viene de e-ducere que significa exponer las potencialidades, mientras que seducir (se-ducere) significa llevar a alguien a otra parte, extraviarlo y acercarlo a otra dimension. Solo se puede educar si se es capaz de seducir.
Educar es sintonizar con otros seres que viven en otra longitud de onda (Baricco lo dice sin pelos en la lengua: sintonizar con los barbaros), tener que mediar entre una institucion escolar refractaria a la evolución y al cambio, y personas que cada día cambian mucho mas rápido que cualquier institución imaginable. El conflicto es tan evidente que por eso es pasado sistemáticamente por alto.
Crisis encastradas
La crisis de la escuela es la crisis de la racionalidad occidental, la del dualismo cartesiano, la de las inteligencias acotadas lógico/matemáticas y lingüisticas. La escuela se desentiende de las emociones y de la intensidad, de las pulsiones y del deseo y se refugia en un limbo (aunque el Vaticano lo haya decretado como inexistente) hiperracional desprovisto de todo contenido empático y relacional.
La situación es contradictoria por cuanto el propio Aristóteles definía a la educación como educación del deseo. Con nuestra inveterada capacidad para reducir lo complejo a lo simple, y lo interesante a lo trivial, esta desafección por las ideas es tomada como apología del entretenimiento, la distracción y la evasión.
Como bien dice Jeroen Boschma en Generación Einstein, se trata de los mas listos, mas rápidos y mas sociales, pero definidos a la inversa como epítomes de una juventud haragana, inculta, «bárbara», cometiendo una falacia de concreción mal aplicada que haría las delicias de Alfred North Whitehead, acuñador del término.
Continuará…..
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