Quien no es programador, es un analfabeto digital
Estos días estamos viendo violentas e interesantes confrontaciones acerca de los usos sociales de las redes. Que oscilan entre el fanatismo y la ingenuidad de quienes las poseen o las usan, para vender fruta de distinta calidad, hasta quienes las ven como un reencarnación del panóptico bemthaniano/foucaultiano. Y en el medio una gama de usos mas o menos libertarios o meros espejismos, al mejor postor.
En la última reunión de cátedra con Mario hablábamos del gran déficit que padecemos como internautas o internetólogos. Dado que vivir en red es básicamente padecer (u ofrecer) arquitecturas, quien no tiene habilidades de programación (es mi caso y el de la mayoría de los cientistas sociales, filósofos, humanistas, investigadores de todo tipo, pontificadores y vendedores de combustibles espirituales o de aceites curalotodo a excepción es claro de Carlos Reynoso), es un analfabeto digital de nuevo cuño.
Cuanto menos conocimientos de programación tengamos, mayor será nuestra dependencia respecto de los programadores, las empresas que los contratan, o ellos mismos convertidos en empresas unipersonales, de los vivos que no quieren avivar giles, y de quienes terminan generando un emporio/imperio como es Facebook.
Si no queremos ser presas del negocio del grande de turno, que en definitiva no cambia mucho respecto del formato tradicional (venderle almas a los anunciantes), deberíamos ser capaces de generar nuestras propias aplicaciones (¿por ejemplo weblogs en servidores propios en contraposición a las «falsas» redes sociales?). ¿Tanto? ¿Tan poco?
Dejen Facebook, salgan de Gmail.
A ello convoca en estos días David de Ugarte en ¿Redes sociales o redes de control social? un post mitad acriminoso, mitad «te lo dije, ahora no llores sobre la leche derramada» .
El mismo sigue y orienta la dirección de los comentarios hipercríticos en contra de las redes sociales, como mecanismos (abiertos o encubiertos) de control social, a los que aludimos la semana pasada de Diego Levis, de Daniel Krichman y de Mariana Affronti, y que se verán reforzados día a día con los resultados de la etnografía de Facebook que emprendimos hace menos de un mes, y que están mas que bien inventariados en el diario de a bordo de los muchos males (y cada vez menos bienes) que generarían macrositios como Facebook.
Ojo no es que haya que ser un rocket scientist para tener un servidor propio, aunque si hay que tener competencias que desconocemos para customizar nuestros CGI´s, para optimizar nuestro XML, o para escribir aplicaciones en o fuera de Facebook, que permitan articular lo que queramos hacer sin depender de «ellos» (Blue Meanies, techies, nerds, vendidos al oro corporativo).
Asi que nos parece interesante aprender a programar como modo de liberarnos de desconocimientos, insuficiencias o manipulaciones. Pero de allí a promocionar el discurso conspiracionista neo-frankfurtiano , hay un largo trecho que no pensamos recorrer
Confrontaciones que no ayudan. Vanguardias que no nos seducen
Pronunciarnos en una dirección (las redes sociales son un espejismo inventado por el capitalismo de ficción para apoderarse de nuestra plusvalía cognitiva, que encima nosotros regalamos candida y alegremente) u otra dirección (las redes sociales son el combustible virtual de la revolución cognitivo/social), sin hacer el trabajo del concepto (para el cual estamos diseñando el Proyecto Facebook), sería además de temerario, caer en la tentación barata del verbalismo argentino o español (¿hay alguna diferencia?).
Por ello necesitamos hacer trabajo de campo, usar las propias redes para estudiar sus alcance sy limitaciones, y ver hasta qué punto sirven o nos sirven. Tambien conviene desconfiar de adhesiones furibundas, pero no menos de cuestionamientos supuestamente libertarios, pero que son tan ideológicos como la ideología (webdocismo) criticada.
Mientras buscábamos establecer nuestras hipótesis de trabajo nos topamos con un interesante trabajo de Bernardo Huberman, Daniel Romero y Fang WuSocial Networks that Matter: Twitter under the microscope, que pone paños fríos sobre las fantasías utópicas de que con las redes (sociales) se come, se educa, se trabaja y se es feliz -todo por el mismo precio-.
Sin embargo los resultados de Hubermas nos llevan al mismo tiempo a tomar con pinzas los pronósticos apocalípticos de quienes ven a las redes sociales, como a la última encarnación maléfica del capitalismo de distracción o de ficción. Agravado porque en este caso nadie nos pone un revólver en la cabeza para creer que podemos ser felices, útiles y productivos (lúdicamente) en su seno o de su mano.
Redes nominales y redes reales
Las tesis de Huberman et al son empero irritantes. Sostienen que es un espejismo suponer que las redes sociales online pueden considerarse como un modelo adecuado de propagación de las ideas, de la formación de lazos sociales y del marketing viral.
Su duda no es conceptual sino empírica, no es impresionista sino casuística. Un link entre dos personas no supone interacción (efectiva) entre ambas. En su interesante trabajo realizado sobre una enorme base de usuarios de Twitter, quedó en claro que los links declarados no tenían relevancia alguna desde el punto de vista interaccional.
Así las cosas debemos volver a viejas distinciones como latente/manifiesto, para deslindar la red realmente existente de la red declaradamente existente. Algo que solo se puede lograr mediante estudios empíricos, modelos relacionales, análisis de redes mas profundos, estudios del tipo actor-red a la Latour, y sobretodo poniendo entre paréntesis prejuicios y emociones que afloran instantáneamente cuando de estos temas se trata.
Obviamente una cosa es Twitter y otra muy distinta Facebook. Los resultados de Huberman no se aplican pari passu a Facebook, y deberemos ver donde están las diferencias. Sin embargo hay aquí una veta muy rica para explorar
Antes de declarar difuntas a las redes masivas (tlldándolas de pseudorredes y abogando el regreso esclarecido a «mi(su) propio weblog») , o de proclamar que ya es tiempo de migrar a campos mas transparentes, cuando muchos aun ni llegaron al destino, testimonia cierto elitismo arduino, y cierta ingenuidad en cuanto a la posibilidad de vivir en los márgenes, que no nos atrae, y tampoco nos parece una opción política progresista ni iluminada.
Referencias
Diego Levis Facebook: Un fabuloso mecanismo de control social.
David de Ugarte ¿Redes sociales o redes de control social?
Bernardo Huberman et al Social Networks that Matter: Twitter under the microscope
Martin Varsavsky Haciendose amigo de los hijos
Facebook: Un fabuloso mecanismo de control social. Tópico del Proyecto Facebook
Lo de «piscifactorías» hasta me resultó simpático dentro de un discurso ¿ingenuo-paranoico? Ladran Sancho, señal que facebookeamos. Cierto: cada link no garantiza una interacción pero es un contacto siempre latente con derivaciones inesperadas. Ale, por ser un analfabeto digital te movés bastante bien (ja). Besos.
Alejandro, estoy muy lejos de ser hipercrítico. Solamente veo, miro, pienso, analizo y después escribo. Uso provechosamente la red y promuevo su uso desde hace 15 años. Lo cual no implica aceptar con los ojos cerrados todo lo que ofrece, y mucho menos tragarme todas las promesas que circulan a su alrededor.
Un abrazo
Diego
No puedo estar más de acuerdo… con el post, aunque habría algunas cosillas que matizar… si me lo permite.
Aunque lo haré , pensando des-pacito, …un saludo sevillano
…se me olvidaba!!!.. dice un refrán andalú (españó) ..algo habrá también en el acervo argentino no? … es de bien nacío ser agradecío… asi que gracias por su blog, siempre (hace muchísimo que lo leo) un lugar donde se descubren referencias interesantes, ..en este caso descubrir a http://carlosreynoso.com.ar/ ha sido interesantísimo… y el de Huberman habrá que leerlo… 😉
[…] Publicado originalmente en: Filosofitis […]
[…] Entrada original en: Filosofitis […]
[…] Esto es lo primero que quiero decir: no hay que confundir la ciudad con sus viviendas, ni FB con la Web, ni la arquitectura con el control, excepto, claro, que se quiera obtener alguna ventaja. […]
soy adri de san justo