Momento de bifurcación, hay que cambiar la isla de Lost de lugar
Ha llegado el momento. Durante décadas lo hemos estado entreviendo, primero como hipótesis de trabajo, después como saturación ante el estado decepcionante de la cosas educativa, finalmente como punto de bifurcación. En América Latina tenemos muchos y mejores antecedentes que en el Norte, porque las condiciones siempre fueron mas difíciles, el modelo de conciliación -entre conocimiento para la contemplación y conocimiento para la acción- de allá arriba nunca fructificó colectivamente (salvo en pocos instantes históricos convertidos ahora en añoranza y epopeya), desde la Pedagogìa del Oprimido de Paulo Freire a la Pedagogía del aburrido de Ignacio Lewcowickz) y ahora la crisis suena a terminal o casi.
Nos referimos a la inviabilidad de los sistemas de transmisión actuales como forma de preservar (vivo) el pasado, de entender el presente y de diseñar el futuro, especialmente tal como existen hoy y son defendidos a rajatabla por sus cultores de los formatos mas convencionales de la educación formal.
Nos referimos asimismo a los indicios, llamados de atención y a veces fuegos de artificio, que insisten en atraer la atención de los jóvenes, que se autopresentan o insinúan ser congruentes con sus intereses y dietas cognitivas, y que amenazan con una fuerza jamás vista previamente, a la escuela en sus funciones mas inveteradas y que le dan identidad.