Si algo no anda, no es por casualidad
Estamos hartos de las fórmulas mágicas. De los profetas y los gurúes que dicen venir con la solución a males ancestrales con solo escucharlos y poner en marcha sus maquinaciones y promesas. Porque cada día queda mas claro que los problemas que tenemos -en todas las áreas del conocimiento y la acción- los hemos inventado nosotros. Que si las cosas no funcionan no solo es por negligencia y malicia, sino porque hay intereses -explícitos e implícitos- que a eso llevan. (Interesante aporte aquí de Paul Ormerod, Why things always fail), aunque insuficientemente desarrollada la analogía biología/economía como sistemas vivientes).
Debemos renunciar al diagnóstico llorón y al reduccionismo explicativo, que supone que la política, la economía, la ecología, el trabajo, la salud, la educación funcionan a medias, si es que funcionan del todo, debido a malas decisiones administrativas, por miopía en la gestión, por desconocimiento de la complejidad, y por incapacidad de pensar en el largo plazo.