Compuertas evolutivas
Llueven datos para confirmar/disconfirmar que estamos entrando en una nueva fase civilizatoria. Como cada uno escande sus bisagras históricas según el calendario que mas le viene en gana (antes o después de Cristo, antes o después de Google, antes o después del capitalismo, antes o después del fordismo, antes o después de la ideología, antes o después de Perón, antes o después de los K o quien mas o menos les venga en gracia), podemos recortar y puntuar a piacere (al mejor estilo Watzlawick), y la realidad que queramos construir se apoltronará mejor o peor a nuestro relato de turno.
Durante las últimas décadas el fiel de la balanza de la filosofía de la historia osciló entre modernidad y postmodernidad, entre estructuralismo y existencialismo, entre autores y teorías, para quienes hemos hecho del consumo de símbolos, además de una necesidad cotidiana, una forma de (reproducción material) vida.
Por eso es muy dificil saber si el libro, el periodismo, o los profesores, o la publicidad o la política están moribundas o rozagantes, están en coma (natural o inducido), están por revivir o nunca murieron del todo, o si son como la hidra, autorreproducibles o como los autómatas de Von Neumann autorreplicables.
Tomemos la ya aburrida distinción libro de papel vs libro electrónico. Hace al menos 20 años que se la anunció como dipolo merecedor de discusión y enconos, de argumentos y justificaciones, peros sobretodo de inversión y de apuesta.
Porque si bien la discusión tiene mil variantes y niveles, en definitiva hay dos polos que se verán afectados en forma significativa por la transmutación del libro, o su lisa y llana desaparición, si es que eso pudiera ocurrir algún día.
La desaparición de autor
Los principales involucrados en estas trifulcas de los formatos seremos en un extremo los lectores y en el otro las editoriales. No los autores obviamente, meros espectadores en la lucha. Algo raro porque los extremos del dipolo deberíamos ser autores y lectores y las editoriales deberían ser los intermediarios prescindibles o refundables, pero no determinantes en la ecuación.
Por aquí va la cosa y cuando me desgañito permanentemente en contra de las profesiones/coporraciones P de esto estoy hablando. Del sutil desplazamiento que ha logrado la industria de los contenidos por hacer aparecer como estratégicos a los intermediarios y de descuidar en cambio a los productores.
O sea en la cadena de valor los importantes deberían ser (o haber sido, ya que estamos en el momento alquímico del devenir creativo de los colectivos) el productor (autor, iniciador, mashupeador, o como les guste llamarlo) y el consumidor, (que en nuestra terminología es siempre un coautor o coproductor). Pero por infinitas razones mas ligadas a los sistemas de distribución, disfrazados de filtrado de calidad, y de paso cañazo de generación de escasez, los intermediarios han tomado la sartén por el mango y el mango también.
La Napsterización de la industria editorial y pedagógica
Durante un siglo los monopolizadores lo hicieron con la música, hasta que Napster primero y iTunes después rompieron, la alianza y el control. En lo que hace al (des)control del video Youtube, Vimeo y los descargadores semi-ilegales como Megaupload o Rapidshare también lograron romper el monopolio, por ahora.
Pero en otras industrias del contenido como la editorial o la educativa las cosas son mucho mas complejas, y no será un gadget (como el iPod) ni una idea genial (como la atomización de los contenido via iTunes), la que cambiará de cuajo sistemas de des/reencuentro entre productores y usuarios que ya tienen miles o centenares de años de implementación.
No se si la muerte de la música empaquetada o del video en cajitas está ligada a su corta vida de un siglo (con la consiguiente facilidad de recambio generacional que supondría su sustitución), y en el caso de los libros y de la educación lo ancestral de las prácticas conspira contra su rápida sustitución, pero la longevidad de una industria no es un dato menor en cuanto a la posibilidad de su evaporación.
Mientras tanto debemos repensar las profesiones P en términos de sistemas de distribución y emergencia de nuevos formatos. Por eso debemos comenzar con algunas observaciones acerca del libro electrónico, no tanto en términos de prescripción o deseo, sino de descripción y constatación.
Solo que hasta 2008 cuando apareció el combo Kindle+Amazon Store el presente del libro electrónico era mucho mas una hipótesis que una realidad.
Combos soportes/contenidos
A dos años vista tenemos ya algunos datos duros que dicen algo, pero no mucho, a saber que habría en el mercado entre 3.5-4.0 millones de e-readers en circulación, de los cuales 2.3-2.7 millones son Kindles.
Mientras tanto un elemento central para alterar la balanza libro papel/e-book ha sido la reciente introducción de la Ipad como puede leerse en Making Sense of Early Sales for Magazines’ IPad Editions, que entró pisando fuertísimo, pero que a medida que vamos viendo los resultados de ventas de aplicaciones de revistas en los primeros 6 meses no termina por alterar definitivamente nada.
Todo es tan nuevo y sorprendente (lástima que no tenemos testimonios de como se dio este proceso en el Renacimiento, aunque no viene nada mal repasarThe New Renaissance: Computers and the Next Level of Civilization) que para dar un paso adelante, necesitamos dar dos para atrás. O sea que hasta tanto iTunes no tenga una sección específica para revistas es muy poco lo que podemos saber acerca de si el 1% de las suscripciones de una revista como Glamour o People (que en sus ediciones en papel venden 100.000 ejemplares) es mucho o poco).
Tampoco nos dice demasiado que Wired la revista tecnológica por excelencia haya visto 105.000 descargas en Mayo, el mes de lanzamiento de la Ipad, para estabilizarse hoy en 35.000 1/3 de las suscripciones en papel. Y si bien hemos visto interesantes desarrollos comunicacionales, los de la propia Wired, o el Eyewitness de The Guardian, o la llamativa bola de entrada del ABC News, una version gratuita por unos meses de The New York Times (bastante convencional), el desastre que ha sido la app de Clarin y la bastante pasable que es la de Ñ, ninguna de estas producciones compara con la Flipboard, una revista a medida.
Formatos emergentes, logros y limitaciones de Flipboard
Flipboard es una revista “social” (y gratuita) hecha a medida para cada usuario de la iPad. Recopila ideas, fotos de Facebook, actualizaciones de los estados de las redes sociales, vídeos y artículos recomendados por amigos o influyentes y crea con ellos una revista única para cada usuario.
Flipboard muestra sólo parte de la noticia. Para ver artículos largos es necesario visitar la página web original, pero a cambio ofrece una nueva forma de descubrir contenido en una era en la que las recomendaciones y menciones suelen ser claves para el éxito de las publicaciones.
Su fuerte indudablemente es que mezcla fuentes, prescinde de filtros humanos, recupera info a medida (como buen formato pull que es) y va a contracorriente de todas las modalidades de periodismo información push que conocemos.
Sus defectos son tan evidentes como sus logros: la selección de contenidos en Facebook utiliza un criterio aleatorio cuando tenemos muchos amigos y mucho contenido, confunde contenidos pasados con actuales, en los álbumes de fotos o artículos, es imposible hacer un scroll vertical y por lo tanto, no podemos ver artículos o albums grandes, etc etc.
Referencias interesantes
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