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Día: 6 abril, 2013

La interminable querella entre los duros y los blandos, los antiguos y los modernos, los datos y la interpretación

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La Tradición Clásica

Hace chiquicientos años compré dos voluminosos tomos del FCE laboriosamente burilados por Gilbert Highet titulados la Tradición Clásica (traducción del original de 1949 de The Classical Tradition: Greek and Roman Influences on Western Literature). Alli en mas de 800 págines Highet se hacía preguntas que tienen hoy tanta vigencia (sino mas) que hace medio siglo atrás.

¿Qué debe nuestro mundo contemporáneo al mundo de Grecia y Roma? ¿Qué lazo nos une con Homero y Virgilio, con Píndaro y Horacio, con Cicerón y Plutarco? Para Highet los hombres del Renacimiento no necesitaban preguntárselo: la atmósfera en que ellos vivían estaba saturada del hálito de la Antigüedad, pues el Renacimiento, en la literatura, no fue en gran parte sino una resurrección del admirable pasado de Grecia y Roma. Highet, Batesonianamente buscaba (inventar) pautas que conectan.

Pero el hombre moderno, envanecido por sus adelantos técnicos, necesita plantearse esas preguntas. Es lo que hace ese libro de Gilbert Highet. Nuestra deuda para con el mundo clásico, el lazo que con él nos une, los bienes espirituales que de él hemos recibido: tales son sus temas. Tradición y creación individual son las dos grandes fuerzas que mueven la literatura. Y la tradición clásica ha sido y es, una de las más poderosas. Amplifivada hasta el paroximo por la daga de la muerte del libro que hoy vive su enésima reencarnación.

Gilbert Highet traza la historia de esta deuda de las literaturas modernas para con las literaturas clásicas, desde la remota Edad Oscura (bastante menos de lo que creemos) hasta los tiempos presentes, pasando por la Edad Media, el Renacimiento, la era barroca, la era revolucionaria o romántica y el siglo XIX.