‘no great improvements in the lot of mankind are possible, until a great change takes place in the fundamental constitution of their modes of thought.’ (Stuart Mill Autobiografía, 1873)
De encrucijada en encrucijada
Que estamos en una encrucijada, no solo técnico-material sino también social-emocional y moral -pero sobretodo política, es algo que comprobamos cada día. Lo que no está tan claro -salvo para voceros como nosotros obsesionados con la cuestión- es que no estamos preparados ni intelectual, ni filosófica y -menos aun moralmente-, para hacernos cargo del mundo que estamos creando.
Las categorías de distinto nivel que nos han servido para navegar en los milenios finales del Holoceno (últimos 11.700 años desde la mas reciente glaciación), ya nos nos sirven. En vez de escandalizarnos e indignarnos -como hacemos a diario-, deberíamos en cambio dirigir nuestras energías para reinventar nuestras nociones de libertad e igualdad, de poder y propiedad y de qué significa en 2018 que un sistema sea democrático (con los ejemplos extremos de China y USA como respuestas posibles a la pregunta equivocada).
Hasta hace pocas décadas atrás la pregunta central de la política era determinar qué porcentaje de vida social quedaba en manos del Estado y cuánta en manos del Mercado. De ahora mas esa pregunta es ingenua y desviada, porque lo que hoy debemos aprender a discutir es la medida en que nuestras vidas deberían ser dirigidas o controladas por las plataformas digitales, y bajo que términos.
Nadie niega los beneficios del exponencialismo informacional (a diferencia de los tecnofílicos simplistas, que creen que nuestras sugerencias y señalamientos nos arrojan del lado de los ludittas). Hasta podría ocurrir -siguiendo los lineamientos entrevistos por Douglas Engelbart a fines de los años 60- que fuéramos capaces de “aumentar” nuestras mentes y cuerpos, en tal medida que la biología dejaría de ser nuestro destino.
Ello no quita que algunas tecnologías hace ya rato que se han desbocado, y que están empezando controlar tanto nuestro pensamiento como nuestras acciones, obligándonos a comportarnos de modos ni siquiera entrevistos, y muchos menos atribuibles, a máquinas y algoritmos -como está empezando a ocurrir cada vez con mas frecuencia y desconocimiento.
Otras tecnologías filtrarán nuestra percepción del mundo definiendo qué conocemos, cómo pensamos. Y cómo actuamos. Quienes controlen estas tecnologías nos controlarán a nosotros. Los dueños de la tecnología con su poder limitarán nuestra libertad, el futuro de la democracia social, todo de la mano de algoritmos (como tantas series de Netflix nos recuerdan a diario).
Así las cosas los Estados asociados a las grandes empresas tecnológicas tendrán un poder incomparable al de cualquier otro momento histórico. Si queremos participar en conversaciones y doblarle el brazo a los superpoderes tendremos que inventar nuevas distinciones y categorías, nuevos toolkits y nuevos sistemas de pensamiento.
Un mundo muy abollado
Más allá de la pretensiones de los neoiluministas (desde Steven Pinker a Hans Rossling y varios mas), el mundo está bastante abollado. Y la política urge, porque mayoritariamente o desconfiamos de ella o la depreciamos (especialmente aquellos que creen estar reinventándola). En el medio la máquina de fabricar noticias falsas, de la mano de los medios tradicionales ingenuamente a su servicio, potencian a las plataformas sociales reguladas por algoritmos, que utilizan la venta publicitaria, configurando una tormenta perfecta que la mayoría de los bien pensantes o ignora o contornea.
Cada vez más, como señaló Barack Obama al final de su presidencia, ‘todo es verdad y nada es verdad’ agiganta este infierno hasta límites inconcebibles) (y la ciencia-ficción como State Tectonics (ver mas abajo) lo atestigua. Es cada vez más difícil para los ciudadanos comunes (de cualquier lealtad política) separar el hecho del fraude, la realidad del rumor, la señal del ruido. Muchos han dejado de intentarlo y el resultado son los tiranos elegidos democráticamente (desde Trump a Bolsonaro non-stop).
Las transformaciones que se delinean en el horizonte podrían ser al menos tan importantes para la humanidad como la revolución industrial, la revolución agrícola o incluso la invención del lenguaje -todas juntas. Y como en aquellas ocasiones. a pesar de las retóricas colaborativas y “crowd”, no tenemos idea de lo mucho que ponemos en riesgo, cuando delegamos asuntos de importancia política en el pequeño grupo que tiene la tarea de desarrollar las tecnologías digitales aquí y ahora (las GAFA y sus acólitos).
El capitalismo de plataformas es profundamente antifilosófico. Como bien nos lo recuerda Jamie Susskind en su libro-antídoto Future Politics (2018), -que glosamos descaradamente en esta nota- el propósito de la filosofía, según Isaiah Berlin, es siempre el mismo: ayudar a los humanos a «entenderse a sí mismos y, por lo tanto, a operar de manera abierta, y no de forma salvaje, en la oscuridad«.
Ese es el objetivo de la obra de Susskind también, y el de las preguntas que se hace, mientras el capitalismo de plataformas cree que las preguntas deben ser mayoritariamente operacionales, y que los algoritmos deben alcanzar y sobrar para contestarlas (Srnicek, 2018).
La teoría política apunta a entender la política a través de los conceptos que usamos para hablar de ella. ¿Qué es el poder? ¿Cuándo debería recortarse la libertad y sobre qué base? ¿Requiere la democracia que todos tengan la misma capacidad para moldear el proceso político? ¿Qué es una distribución justa de los recursos de la sociedad?
Nada mas alejado del capitalismo de plataformas, pero también de los populismos y de sus rivales pseudoliberales hoy en ascenso, que enunciarlas o pretender contestarlas.
La inesperada actualidad de la ciencia política (académica)
¿Qué pasaría si los desarrollos en la tecnología sucedieran tan rápido que nos faltara el aparato intelectual para darles sentido? Sin pensar, estamos a punto de desencadenar un futuro que no podemos entender, y mucho menos controlar. Eso es lo que ha sucedido con las Big Four (GAFA) y hasta recientemente nadie se las hacía, y todos miraban para otro lado.
Las nuevas tecnologías pueden llevarnos a revisar de nuevo nuestras opiniones políticas, al igual que un nuevo plato en el menú de nuestro restaurante favorito puede llevarnos a desafiar nuestro gusto por la comida. Y si bien para los argentinos es difícil salirnos de la milanesa con papa fritas y diversificar nuestra dieta, hace varias décadas que nos va mucho mejor con la expansión de nuestras opciones gastronómicas que con las politicas -en permanente retracción.
Como bien insiste Sullivan, algunas tecnologías son «inherentemente políticas» en el sentido de que en realidad requieren «tipos particulares de relaciones políticas» o al menos son muy compatibles con ellas. En el caso de las GAFA son los monopolios y la falta absoluta de regulación a la que le escapan como la peste comprando votos y voluntades al por mayor.
Una conexión más sutil, entre tecnología y política es el modo en que nuestros inventos tienen una manera de integrarse en nuestra vida política e intelectual. Así como el reloj mecánico inventó a la cultura occidental (Mumford, 1970) otro tanto esta ocurriendo con las GAFA y el entumecimiento del cuerpo (tanto físico, pero sobretodo político) que está llevando a su colapso.
La conexión entre información y política es fundamental, y ha dejado su marca en nuestro vocabulario. La palabra estadística proviene del término alemán Staatwissenschaft, del siglo XVIII, la «ciencia del estado» que los profesores universitarios enseñaron a los príncipes del Sacro Imperio Romano. A mayor o menor información, mayor o menor política, a mayor procesamientos de datos mas posibilidad ligada a una política (como a una medicina) personalizada.
McLuhan y las plataformas sociales
La forma en que recopilamos, almacenamos, analizamos y comunicamos nuestra información, en esencia, cómo la organizamos, está estrechamente relacionada con la forma como organizamos nuestra política. Entonces, cuando una sociedad desarrolla tecnologías extrañas y diferentes para la información y la comunicación, también debemos esperar cambios políticos mayúsculos como los que están ocurriendo hoy.
Pasando del pasado al futuro, debemos preguntarnos cómo las tecnologías digitales transformadoras, las tecnologías de la información y la comunicación, afectarán nuestros sistemas políticos. Y contrariamente a la visión edulcorada y optimista de los años 2010, las cosas han ido en una dirección contraria.
En gran parte como resultado del mundo comercial y político en el que nació, internet ha estado bajo la dirección y el control de grandes entidades corporativas y políticas que filtran y dan forma a nuestra experiencia en línea. Creíamos que controlábamos a la tecnología pero desde el colapso de la de las revoluciones árabes hasta llegar a la Trumpomania, ha sido exactamente al revés.
Lenin creía que la sumatoria positiva del poder de los soviets y la electrificación de todo el país sería garantía del progreso moral. Los 50 años que nos separan del Mayo francés y de las últimas revoluciones de la izquierda muestran que estaba profundamente equivocado (terminando en los bochornos de Maduro y Ortega).
Cuando nadie da un peso por el progreso moral, es hora de tomárnoslo en serio
Lo cierto es que tecnología y democracia cada día se llevan peor. Por eso es tan importante maridar nuevamente a la ciencia política con el estado del arte de la tecnología. Es lo que hace Sullivan en su reciente libro y algo que deberíamos empezar a declinar por casa.
La primera parte de su libro sienta las bases. Esboza una visión del futuro con tres características definitorias. El primero son sistemas cada vez más capaces: máquinas que son iguales o superiores a los humanos en una variedad de tareas y actividades (capítulo 1). El segundo es la tecnología cada vez más integrada: la tecnología que nos rodea todo el tiempo, integrada en el entorno físico y construido (capítulo 2). La tercera es una sociedad cada vez más cuantificada: más y más actividad humana (nuestras acciones, expresiones, movimientos, emociones) capturada y registrada como datos, luego clasificada, almacenada y procesada por sistemas digitales (capítulo 3).
El término que utiliza para describir este futuro es el mundo de la vida digital (digital lifeworld), un sistema denso y que une a los seres humanos, máquinas poderosas y datos abundantes en una red de gran complejidad y delicadeza.
El capítulo 4, «Pensando como un teórico», analiza los desafíos políticos e intelectuales que presenta el mundo de la vida digital y las herramientas teóricas que tenemos para enfrentar esos desafíos. La parte II se dirige al futuro del poder. Su argumento central es que ciertas tecnologías serán una fuente de gran poder en el mundo de la vida digital (capítulo 5).
Algunas de estas tecnologías ejercerán poder al aplicar un tipo de fuerza sobre/contra los seres humanos. Imaginenemos un automóvil que se conduce solo y se niega a estacionarse en una línea amarilla, o una aplicación de compra que no procesa los pedidos de materiales que se parecen a los que se necesitan para fabricar una bomba (capítulo 6). Otros ejercerán su poder a través del escrutinio, reuniendo y almacenando detalles íntimos sobre nosotros, e incluso prediciendo nuestro comportamiento antes de que suceda (capítulo 7) -al peor estilo Minority Report.
Un conjunto final de tecnologías ejercerá poder al controlar nuestra percepción (al mejor estilo Black Mirror). Estas plataformas podrán filtrar lo que sabemos del mundo más amplio, establecer la agenda política, guiar nuestro pensamiento, avivar nuestros sentimientos y movilizar nuestros prejuicios en mayor medida incluso que los barones de los medios de comunicación del pasado (capítulo 8). Como está ocurriendo actualmente.
Estas tres formas de poder (fuerza, escrutinio y percepción-control) son tan antiguas como la política misma. Lo nuevo es que la tecnología digital les dará una potencia que supera con creces a cualquier instrumento de poder anterior conocido por la humanidad. La principal consecuencia para la política, será que aquellos que controlan estas tecnologías de poder serán cada vez más capaces de controlarnos al resto de nosotros. Este cambio en la naturaleza del poder afectará todos los aspectos de la vida política. La parte III analiza las implicaciones para la libertad.
La libertad ya no se dice como en el mundo analógico
Por un lado, los nuevos inventos nos permitirán actuar y pensar en formas totalmente nuevas, desencadenando nuevas y emocionantes formas de creación, autoexpresión y realización personal (la cara tan promocionada por Silicon Valley del paraíso digital).
Por otro lado, deberíamos esperar ver un aumento radical en la capacidad de las autoridades políticas para hacer cumplir la ley, lo que lleva a una reducción correspondiente en lo que podemos lograr. En resumen, el mundo de la vida digital albergará sistemas de aplicación de la ley que posiblemente sean demasiado efectivos para los seres humanos imperfectos e imperfectos que gobiernan (capítulo 10)
Además, un número cada vez mayor de nuestras libertades más preciadas, incluida la libertad de pensar, hablar, viajar y reunirse, se confiará cada vez más a empresas privadas de tecnología, cuyos ingenieros y abogados diseñarán y operarán los sistemas a través de los cuales se ejercen esas libertades.
Para la libertad de expresión, confiaremos en la restricción de los medios sociales y las plataformas de comunicación; para la libertad de pensamiento, dependeremos de la confiabilidad de las noticias y los algoritmos de búsqueda; para la autonomía moral, nos basaremos en el juicio de quienes determinan lo que podemos y no podemos hacer con sus sistemas digitales. Eso es el capítulo 11.
Ese es el enfoque de la Parte IV, que considera el futuro de la democracia. Sugiere varias formas en que la democracia podría transformarse, para bien o para mal, mediante una mayor participación humana en forma de Democracia Directa, Democracia Deliberante y Democracia Wiki; o por una mayor participación de la máquina en forma de Data Democracy y AI Democracy -algo que exploraremos en próimas escritos.
El peligro central identificado en este libro es que gradualmente, y tal vez inicialmente sin darnos cuenta, nos veamos cada vez más subyugados a los sistemas digitales que apenas podemos entender, y mucho menos controlar. DEse futuro ya ha llegado
Dar el gran salto (narrativo)
Para enriquecer esta lectura podemos sumarle ejemplos que provienen de la ficción especulativa y del diseño idem. Como aparece en la obra de la autora Mala Older autora de la fascinante trilogía The Centenal Cycle formada por Infomocracy, (2016), Null States (2017) y muy recientemente State Tectonics (2018).[
Una omnipotente infraestructura de datos y una organización tecnológica de intercambio de conocimientos se ha extendido por todo el planeta. Las conspiraciones globales para difundir propaganda y arregar elecciones están siempre presentes. Los algoritmos determinan lo que la gente ve como verdad objetiva, y las organizaciones terroristas se preparan para derribar el monopolio de la información.
Malka Older enfrenta un problema que pocos autores especulativos de ciencia ficción enfrentan en sus vidas: hacer que su trabajo se convierta en un modelo para la realidad. La autora, ahora descubre que sus planes han saltado de la página y se han convertido en el alimento diario de los programas de noticias por cable y las investigaciones del Congreso. Su universo se establece décadas en el futuro, pero la historia se está acelerando, y décadas en el futuro ahora puede significar 2019.
El viejo mundo está construido sobre dos premisas simples. Primero, a través de un proyecto llamado microdemocracia, el mundo se ha subdividido en 100,000 unidades de gobierno conocidas como centenarios, y todos los ciudadanos del mundo tienen el derecho de migración a elegir el gobierno que desean. Esto crea artefactos extraños, por ejemplo, en áreas densas como la ciudad de Nueva York, los ciudadanos pueden cambiar los gobiernos de un paraíso libertario respaldado por una empresa a un oasis ambiental de izquierda tan rápido como una parada de metro.
En segundo lugar, para garantizar que los ciudadanos puedan tomar las mejores decisiones por sí mismos, una organización global llamada Información (un híbrido de Google, las Naciones Unidas y la BBC) trabaja incansablemente para proporcionar información objetiva a los ciudadanos sobre política y el mundo, verificando las afirmaciones de todo desde la elección. Promete el sabor de los artículos en el menú de un restaurante.
Mientras que en su último trabajo Null States, el enfoque se centró en la desigualdad y la falta de acceso a la información, en State Tectonics, Older cuestiona el significado del monopolio de la información sobre … la información en sí.
En este mundo microdemocrático, es un delito proporcionar información no verificada a las personas y, sin embargo, la información apenas tiene un conocimiento infinito sobre el mundo. Un grupo en la sombra comienza a proporcionar información local sobre ciudades y personas fuera de los canales de información normales, y eso plantea preguntas profundas: ¿quién es el «dueño» de la realidad? ¿Cómo decidimos qué verdad objetiva es incluso?
Todos estos temas fueron sobrevolados (pero no tratados) en la charla del miércoles pasado en nuestra charkada sobre Internet de las Cosas en Digital House. Lo bueno de estas incitaciones es que convocados para tratar ciertos temas del iceberg digital, cuando volvemos a casa los repensamos mas a fondo y de allí salen observaciones como éstas que se merecen una nueva presentación, y así sucesivamente como las capas de cebollas que conforman esta compleja realidad.
Mientras…
Algunos libros recientes que se toman muy serio estas cuestiones, mientras nosotros nos tomamos muy a la ligera la IoT, la IA, el Blockchain y otros aceites curalotodo (snake oil), a veces con suma razón.
El poder oculto de las GAFA
Galloway, Scott. The Four: The Hidden DNA of Amazon, Apple, Facebook, and Google, 2017.
Parker, Geoffrey G &Van Alstyne, Marshall W. Platform Revolution: How Networked Markets Are Transforming the Economy and How to Make Them Work for You. W. W. Norton & Company, 2016.
Foer, Franklin World Without Mind: The Existential Threat of Big Tech. Penguin Press, 2017.
Lanier, Jaron Ten Arguments for Deleting Your Social Media Accounts Right Now Henry Holt and Co, 2018.
Taplin, Jonathan. Move Fast and Break Things: How Facebook, Google, and Amazon Cornered Culture and Undermined DemocracyLittle, Brown and Company, 2017.
Umoja Noble, Safiya Algorithms of Oppression: How Search Engines Reinforce Racism , NYU Press, 2018.
Virginia Eubanks Automating Inequality: How High-Tech Tools Profile, Police, and Punish the Poor. St Martin’s Press, 2018.
Wu, Tim The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads ADS, 2016.
Dataismo y dataficación
Lohr, Steve Data-ism: The Revolution Transforming Decision Making, Consumer Behavior, and Almost Everything Else. HarperBusiness, 2015.
Mayer-Schonberger, Viktor, & Cukier, Kenneth Big Data: A Revolution That Will Transform How We Live, Work, and Think. 2014.
O’Neil, Cathy Weapons of Math Destruction: How Big Data Increases Inequality and Threatens Democracy. Broadway Books, 2016.
Stephens-Davidowitz, Seth Everybody Lies: Big Data, New Data, and What the Internet Can Tell Us About Who We Really Are Dey Street Books, 2017.
Tenner, Edward The Efficiency Paradox: What Big Data Can’t Do . Knopf, 2018.
La siliconización del mundo
Alter, Adam Irresistible: The Rise of Addictive Technology and the Business of Keeping Us Hooked. Penguin Books, 2017.
Broussard, Meredith Artificial Unintelligence: How Computers Misunderstand the World. The MIT Press, 2018.
Cohen, Noam The Know-It-Alls: The Rise of Silicon Valley as a Political Powerhouse and Social Wrecking Ball. The New Press, 2017.
Turkle, Sherry Reclaiming Conversation: The Power of Talk in a Digital AgePenguin Books, 2015.
Zuckerman, Ethan Digital Cosmopolitans: Why We Think the Internet Connects Us, Why It Doesn’t, and How to Rewire It W. W. Norton & Company, 2013.
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