Primer día gris de la cuarentena. Menos consumo de ficción que la que practicábamos cuando estábamos de vacaciones. Nuestros vecinos hacen trampitas y alojan hijos por una noche, la guardia llama al 134. Se preocupan de que las piletas de las casas en construcción, y que el pasto no crezcan tanto como para alimentar al dengue. Colapsan los ingresos cerrados a la capital. Los municipio se creen countries norteamericanos y bloquean los caminos. Los camiones no pueden abastecer, los médicos llegan tarde a trabajar. Tenemos que acumular paciencia y rezar (aunque seamos agnósticos).
Hace exactamente 60 días nos propusimos con un grupo de tertulianos de un círculo de lectura que todos los integrantes transcribiéramos experiencias de lo vivido a partir del día 1 de la Cuarentena iniciada el Viernes 20 de Marzo en Argentina. Podía tratarse de testimonios, fotos, citas, algún tweet. Buscaríamos focalizarnos en COMO la estábamos viviendo, QUE estábamos sintiendo, PORQUE creíamos que nos está pasando esto, y COMO creíamos que será el mundo una vez que (esta) pandemia termine.
Aunque nuestro metier está bastante alineado con la educación, o mejor con la contra-educación, durante estos 60 días de cuarentena hemos escrito poco y nada, y especialmente nada de nada en materia tecnoeducativa. En parte porque estamos hartos del simulacro de normalidad que implicó el pasaje militar a la virtualidad. En parte porque vemos que sesgos de todo tipo están incapacitando imaginar otros futuros (y empezar a construirlos). En parte porque ahora se está endiosando la presencialidad de las escuelas y las universidades, como si fueron lugares de aprendizaje señeros. Hace rato que eso no sucede, salvo en casos excepcionales. En vez de aprovechar la pandemia para teñir con esa excepcionalidad (para nosotros la red de Colegios Montserrat y la Universidad Minerva y Team Labs serian excelentes ejemplos a seguir), caimos nuevamente en la tentación de endiosar el pasado, y a escaparle como a la peste a un futuro sin sorpresas. Así las cosas imaginar operativamente como podríamos hacer las cosas distinto (como mucha gente lo hacía antes de la pandemia y otra lo volverá a hacer después) es indispensable. Lástima que en el medio casi todos miran para otro la
Un programa académico que nunca Fue CARTOGRAFÍAS CONECTOGRÁFICAS
Después de un atrapante cuatrimestre de verano en el año 2018, recién vueltos de nuestras excursiones mexicanas, tratábamos de mirar en alguna dirección no tan prevista para hincarle el diente a nuevos desafiós, lecturas y propuestas.
En ese entonces (2 años que parecen 2 siglos) estábamos mas que influenciados por las tesis del Parag Khana de Conectografía. Mapear el futuro de la civilización mundial (inclusio le pedimos a Carlo Scolari que nos consiguiera una versión en papel de la traducción castellana de Paidos de 2018) porque queriamos compartirla con los alumnos.
Hubo un tiempo en que jugando el juego académico podríamos escribir larguísimas ponencias, incluso en algunos casos leerlas en público, tal como todavía hace algún ilustrado septuagenario. Mucho antes de que llegara el virus, nos habíamos anoticiado de las ventajas de la escritura concisa, los concepto precisos, y la necesidad de comunicar mucho con la menor cantidad de palabras posibles.