Hace años que queríamos dictar una materia rara, fuera de todo parámetro. No porque no lo hubiésemos logrado en la UBA durante un cuarto de siglo en sucesivas mutaciones. Cambiando incesantemente de programas, armando equipos grandes que iban rotando a medida que los alumnos devenían ayudantes, egresados y seguían sus múltiples ánimos e historias de vida.
Pero ya sea por de la existencia unos contenidos mínimos, que nunca respetamos pero que de alguna manera acotaban nuestra intervención, ya sea porque cuando lidiamos con centenares de alumnos divididos en 5 o 10 comisiones el peso de la cursada estaba mas en el práctico que en el teórico, ya sea porque si bien siempre quisimos sintonizar con el pulso del mundo (y no con el pulso de la academia), nuestra lancha rápida al devenir crucero empezó a tener menos capacidad de maniobra, esa materia sin nombre, mas orientada por las asociaciones libres y los gustos que por un armazón curricular se nos iba escurriendo de las manos. De hecho hace ya mas de 10 años que no dábamos materias (ocasionalmente seminarios) incómodos con el formateo que cualquier iniciativa universitaria impone en la selección de contenidos, en la articulación de temas y en los métodos para haber vibrar las neuronas de los alumnos (y de los profesores) tan dormidas en los últimos tiempos, por multitud de factores entre lo cuales la pandemia viene a ser el último.
Por eso cuando a fines del año pasado Alex Blanch me llamó insistentemente, me invitó a almorzar un par de veces al campus de UDESA, me invitó a asistir a presentaciones finales de los alumnos, y me ofreció reiteradamente dictar la materia Escenarios del Futuro, me picó el bichito. Nunca terminé de aceptar formalmente, le iba dando vueltas a la cosa, no quería meterme en una obligación semanal de las que por suerte había zafado durante largo tiempo.
Bajando de mi último viaje internacional a fines de febrero, una llamada de su mujer Laura Novik comentándome de su internación, y la noticia aciaga de su fallecimiento pocos días mas tarde cerraron el circuito. Sumado Julio Alonso al proyecto sería cuestión de ver cuanto de legado y/ o cuanto de reinvención tendría la cursada.
El primer encuentro en los inicios de Marzo nos arrojó a una bellísima aula con todas las prestaciones y tapizada de esas hermosas sillas Steelcase que había conocido 10 años atrás en EAFIT, Medellín y que son el abc de la transformación de las arquitectura de aprendizaje en el TEC de Monterrey
Ahora había que arremangarse y convertir en oro todo lo que tocábamos. Las primeras dos clases acaecieron en el mundo de la vieja anormalidad. Cuando todavía se miraba a los ojos a los alumnos, nos semblanteábamos mutuamente y empezábamos a tejer mundos compartidos.
Ya lo decía Malcolm Gladwell en Blink: The Power of Thinking Without Thinking (2005) -basada en el thin slicing de Nalini Ambady- «un alumno tarda un par de segundos en descubrir si su docente es bueno«. Lo cierto es que a los pocos minutos estábamos mas que cómodos en ese entorno, la bandada de chicos (unos 18 entre 20-23 años, mas una Baby Boomer) nos tomaron un poco el pulso y desde entonces no paramos a lo largo de 15 semanas de montaña rusa de las ideas.
El programa giró alrededor de 50 años de futuros deseables. No por nada nuestro involucramiento en la prospectiva tuvo lugar en los años 70 y hasta trabajamos en esa función varios años en la última mitad de esa década aciaga.
Fue en ese tiempo inmemorial que nos familiarizamos con el método de los escenarios de Shell y la DATAR francesa, que leímos a Alvin Toffler, a Gaston Berger y a Michel Godet. Que nos asociamos a la World Future Society. Que asistimos a convites internacionales en USA y participamos de la inolvidable First Global Conference on the Future de Toronto junto a Miguel Grinberg y Heloísa Primavera, donde le dieron un premio in absentia a un Marshal McLuhan ya convaleciente que moriría a fines de ese año 1980.
Epoca en la que devoramos los informes del Club de Roma y los trabajos de Donella Meadows. Que nos familiarizamos con las respuestas del Modelo Mundial Latinoamericano (MML) de la Fundación Bariloche de 1975 a los escenarios catastrofistas del MIT. Todavía hoy contamos con varios estantes de libros de aquella época (algunos donados por la Biblioteca Lincoln cuando cerró sus puertas en la era de la guerra sucia) que utilizamos en la parte inicial del curso. A ello le sumamos preocupaciones no menos inquietantes respecto de la importancia de la ciencia-ficción (hoy devenido en ficción especulativa o realismo a secas) en el diseño de futuros (género que nos fascinaba desde la secundaria). Aunque en aquellos idus siempre nos interesaron tanto las anticipaciones cuanti como cuali, si algo hemos ganado a lo largo de estas cuatro décadas es una formidable tormenta de datos que han convertido los tanteos de entonces en aquel marco mas certero de la mano el Big Data pero también del warm data (Nora Bateson).
Paradójicamente en el ínterin también brotaron divisiones epistemológicas brutales y el ascenso de los fake news de la mano del irracionalismo científico dificultan cada vez diseñar de un modo-no ideológico el futuro (si eso quiere decir algo).
Durante la cursada abordamos algunos de estos problemas desde el Factfulness de Hans Rossling, revisando la noción de sentido común y cambiando los análisis reduccionistas por la noción de multidimensionalidad en el análisis de los (hiper-)-objetos de la mano de Timothy Morton y Donna Haraway. También invitamos a los alumnos a hacer sus primeras aproximaciones al futuro aunque salieron mas bien a predicciones en esa clase inicial, devoradas por el Corovirus, sea dicho de paso.
Nos centramos mas que en las técnicas prospectivas (que sobrevolamos) en una redefinición de las categorías de espacio y de tiempo con mucho énfasis en la Big History y la desoccidentalización de la mirada (atisbando muy vagamente porque el futuro será asiático a lo Parag Khana) y eso de qué lugar de la divisoria riqueza/pobreza nos deja. Trabajamos muy ordenadamente y el pasaje de lo real a lo lo virtual (con la repentina declaración de cuarentena) fue muy fluido. Porque con el thin slicing alcanzaron con dos clases presenciales para que pudiéramos encajar bien nuestras valencias, porque al planificar detalladamente siempre quedaba claro qué hacer y como tratarlo.
Igual los pingos (nosotros y ellos) se ven en la cancha y el gran desafío era pasar de lo discursivo a lo performativo. Poder soltar lastre y que las propuestas se convirtieran en apuestas, que nuestro amor por las conexiones libres germinara en algún recorrido coronado por un dispositivo para poder pasar del modo enunciativo al performativo de los chicos.
Para lograrlo era clave liberar las voces, aportar alguna polifonía, despertar al poliedro interpretativo. No es fácil conseguirlo, supone modular, tensar y al mismo tiempo dejar que el «let it go» vaya penetrando conciencias, pero sobretodo los cuerpos.
Teníamos un objetivo final que los seis grupos en los que quedó finalmente ensamblado el grupo desarrollaran objetos encantados siguiendo las premisas de David Rose que imagina un futuro menos domesticado por las pantallas, las prótesis y la computación afectiva y mas ocupado por objetos que faciliten nuestro ser en el mundo coexistiendo armónicamente con la tecnología (mas cercano al slow now de Tristan Harris que al Move fast y break things de Mark Zuckerberg).
Dimos muchos ejemplos provenientes de sus propias exploraciones, podíamos imaginar que los alumnos querrían construir los suyos propios, pero esto no sería una camino lineal. Para liberar las voces hicimos ejercicios de presentaciones, los invitamos a imaginar sus futuros de mediano y largo plazo y pudimos en entregas sucesivas ir tejiendo objetos evocativos, Esos que Sherry Turkle inventarió en un libro con ese título, y que en nuestro caso se tradujo en una elegía a favor de los objetos analógicos, cuando en la mayoría de los casos la historia de vida de los alumnos es relativamente corta, lo que no impidió que entronizaran sus objetos afectivos con pasión y picardía.
En el interin ya sea a nivel individual o en grupos fueron exponiendo y haciéndose cargo del espacio escénico. Fue muy útil, además de movilizador, contar con un cuarteto de docentes invitados, que barriendo un abanico que fue del diseño especulativo Post-covid (Gaba Najmanovich), pasando por la danza de las interfases (Carlos Scolari), los OCVI (Objetos culturales vagamente identificados) y lo viral (Jorge Carrión), y la cultura maker y la robótica infantil y la biografía intercultural (Marina Umaschi) ilustraron excelentes nuevas dimensiones del futuro con cara humana
Dedicamos por último la sección final a la aceleración exponencial y a las dinámicas explosivas y a la variante de un mundo sin nosotros y el manifiesto a-humano en los bordes del Atrpoceno. Los itinerarios no estaban prefijados sino que se iban elaborando semana a semana barriendo una cantidad enorme de temas y cuestiones, donde lo primordial estaba en el entanglement (entrelazamiento, paradigma acuñado por Joi Ito y Neri Oxman) de problemáticas, indicios y propuestas, y en un decantamiento progresivo por parte de los alumnos de los temas tratados con una pedagogía sui generis.
Porque trabajamos mucho en clase y fuera de ella, y ya sea en nuestras propias presentaciones o en las suyas, fuimos hilvanando una cantidad llamativa de referencias cruzadas que alcanzó mas de una decena de páginas de insumos, y que permitió ir balizando nuevos territorios y sugerir direcciones de exploración e investigación al futuro.
El resultado de esta didáctica en vivo se tradujo en trabajos de los seis grupos que podrán ver en detalle en el siguiente posteo : 1) ¿Quién soy? Un generador de experiencias que funciona como relicario de recuerdos y creador de experiencias multisensoriales. 2) Atria, una brújula vintage de bolsillo que al abrirse, sirva de portal a la experiencia del viaje. 3) CenoChip, la nueva interfaz clave en la Era Centauro, el espacio donde humanos y cyborgs conviven por un futuro más… unido. 4) Occeous, un dispositivo de RV que permite a los estudiantes estimular la diversidad, la creatividad y la curiosidad. 5) Eddie. Una plataforma educativa que une (y resuelve) los problemas educativos de hoy (en el futuro). 6) OpenMind. ¿Es posible la transmisión de pensamientos? Un nuevo sentido a la comunicación de los pensamientos.
A medida que fuimos coevolucionando con los alumnos, que fuimos codiseñando la materia, que se dictó por primera vez en este cuatrimestre, imaginamos otros itinerarios posibles, sabemos que podemos enriquecer las lecturas, confinados como estuvimos con la cuarentena perdimos posibilidades de visitas a Labs y el uso de la videowall que seguramente habría realzado los resultados, pero que esperamos recuperar retroactivamente.
Igualmente se trató de un experiencia de un valor y una potencia inesperados. Afortunadamante acepté la encomienda de Axel y creemos haber esta a la altura de su demanda. La presencia de Julito fue clave en múltiples aspectos, desde organizativos y evaluativos hasta conceptuales, como así también al dinamizar las sesiones y hasta hacer de DJ de las últimas sesiones de Zoom.
Con lo mucho aprendido ahora nos queda la deuda de reensamblar el programa, mejorar las lecturas, volver mas fluidos los temas tratados, imaginar nuevos ejercicios y tareas para los alumnos, e incluso proponer alguna otra gama de dispositivos a generar como trabajos finales.
Como bien decía Steve Jobs the journey is the reward y el viaje que emprendimos en la estela de Alex y con la dedicación y la provocación que son propias de estas mentes jóvenes, despiertas e insaciables de conocimiento y búsqueda, fueron un estímulo rejuvenecedor y sobretodo -en tiempos de pandemia- esperanzador. Agradecidos eternamente pues a estos centennials (incluyendo a uno fake y a la baby boomer). «Ce n’est que un debout continuons le combat» (Mayo francés de 1968)
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