“Hoy vivimos en el mundo de Dick, una pesadilla plural y demente en la cual nunca podemos creer del todo en lo que vemos, sentimos y escuchamos” Benjamin Labatut
“Entender es imposible” Mochizuki
Con una industria editorial mercantilizada hasta el caracú, con campañas de marketing mundiales, con premios (que vienen desde el fondo de la historia) y giras, mas propias del circuito tennístico que de los bienes culturales, resulta muy difícil ver alguna novedad, que circule con cierta prestancia, y que nos desvíe de nuestro camino, pautado por décadas de estilos, modismos y convencionalismos.
Si bien leo, hojeo, mordisqueo y me paseo por centenares de libros por año, es raro que alguno me golpee con la suficiente fuerza como para sacarme del camino, o al revés para volver a ponerme en él si es que me había extraviado.
Es lo que me acaba de ocurrir con Un verdor terrible de Benjamin Labatut. Una obra inclasificable que se superpone con muchas de mis obsesiones: la filosofía de la ciencia, las vidas privadas de los científicos, la afinidad profunda entre locura, misticismo y conocimiento, las fronteras porosas entreficción e historia, y tantos otros temas tan bien hilvanados por este novel autor chileno (que empezó a publicar hace una década y ya lleva 4 obras en sus alforjas).
Nacido en Rotterdam en 1980 y criado en distintas ciudades del mundo (La Haya, Buenos Aires, Lima); a los 14 años se instaló en Santiago de Chile. Estudió periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Uno de sus principales referentes literarios fue el poeta chileno Samir Nazal, a quien conoció en 2005 y que actuó como mentor durante sus inicios en la escritura. Otras influencias que ha reconocido incluyen a William Burroughs, Roberto Bolaño y W. G. Sebald.
Labatut pasó en menos de un lustro, del desconocimiento absoluto a la notoriedad exagerada. Si bien había publicado en 2012 La Antártica empieza aquí un libro de cuentos incipiente con el que al año siguiente ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago recién en 2016 -después de innumerables vaivenes emocionales- la editorial Hueders lanzó Después de la luz. Libro que recorre incidentes en la vida de una diversidad de personajes históricos: monjes budistas, científicos como Albert Einstein, psicoanalistas como Sigmund Freud, matemáticos como Srinivasa Ramanujan o escritores como Jorge Luis Borges, que tienen en común el hecho de que sus ideas rompieron moldes y redefinieron condiciones epistémicas en su época.
Ya en esa obra -y muchísimo mas en la que acabamos de leer- Labatut estaba buscando cosas que no tienen explicación, no pretendía dar soluciones, su intención es que la cabeza entre en un espacio de lo que no entiende, porque sólo ahí se va hacia adelante.
Festival de ininteligibilidades, géneros inclasificables, apuestas indomables a la proliferación infernal de preguntas mas que al bálsamo apaciguador de las respuestas, caracteriza esta escritura acuciante, que tanto nos atrapó y que ya ha sido traducido a 22 idiomas,
Su biblioteca es pequeña y solo lee a un puñado de autores. Durante la pandemia se enclaustró y no sólo escribió sobre literatura, ciencia y locura, sino que también aprendió artes marciales como jodo -el camino del palo- e iaido, el arte de desenvainar y envainar una katana japonesa.
La Pauta que conecta
Gregory Bateson es uno de nuestros Samir Názales, aunque no nos corrigió ningún manuscrito, ni siquiera llegamos a conocerlo en persona. Pero su lectura y el contacto con gurúes que trabajaron con él (como Francisco Varela otro chileno estelar) nos formatearon para siempre en nuestra forma de ver (y de reconocer que no vemos que no vemos).
Gregory Bateson nos enseñó a ”metaloguear”, a trabajar para atrapar a la pauta que conecta; a buscar conexiones allí donde generalmente solo se ven vacíos o non sequiturs. La pregunta central de su obra compilada mas importante Pasos para una ecología de la mente, deja mas que en claro cuál puede ser el principio central para el diseño de un conectoscopio.
«¿Qué pauta conecta al cangrejo con la langosta?, ¿y a la orquídea con el girasol?, ¿y qué es lo que une a todo aquello entre sí?, ¿y a todos ellos conmigo?, ¿y a Ud. conmigo?, ¿y a todos -nosotros y aquellos- con la ameba por un lado y con el esquizofrénico que encerramos, por el otro? Para lapidar más adelante, y ahora de un modo bastante más explícito y categórico “¿…cuál es la pauta que conecta a todas las creaturas vivas entre sí?”
El recorrido de Un Verdor Terrible nos resultó una puesta en acto de esa máxima batesoniana. Aunque no contamos con muchos antecedentes en nuestra extensa biblioteca en papel contamos 3 o 4 títulos que resuenan con el trabajo de Labatut como las de Jorge Volpi Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción; Arthur I. Miller Einstein y Picasso. El espacio, el tiempo y los estragos de la belleza o Edwin Schlossberg Einstein and Beckett A récord of an imaginary discussion o Jacob Bronowski Los orígenes del conocimiento y la imaginación y algunos mas.
Ciencia y Misterio, dos caras de una única moneda
Para Labatut la ciencia es la forma en la que el ser humano interactúa con el misterio. Lo que le atrae es la amplitud de su mirada, porque no solo estudia lo trascendental, sino también lo nimio, lo ridículo, lo imperceptible. Las historias que lo/nos atrapan son aquellas en las cuales un ser humano se topa de golpe con algo que no es capaz de comprender.
No es fácil convertirse en un preguntador serial, mas interesado en abrir nuevos interrogantes que en satisfacerse contestando los previos. A Labatut le llevó mucho tiempo y bastante sufrimiento (desde la psoriasis hasta el cirujeo) sentirse cómodo (y premiado) -aunque sobreactúa su desinterés por el reconocimiento-, en los antigéneros y en la producción de libros inclasificables.
Si bien reconoce antecedentes y tiene a sus propios (y escasos antihéroes) entre ellos a la Siri Hustvedt de La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres no le fue fácil llegar a diseñar un estilo que genera una textura extraña, un cierto tipo de realismo que los críticos (pero también los lectores llanos) confunden con la no-ficción.
Labatut trabaja por acumulación, haciendo cherry-picking, buscando en sus personajes las conductas, los pasatiempos y los giros mas inverosímiles. Para él la ficción implica ensuciarse las manos: inventar, modelar la historia y usarla como un arma
Labatut no selecciona los temas con los que trabaja, se le imponen. La profesión de escritor es peligrosa. Estamos jugando con partículas elementales. Nuestra materia prima son altamente reactivas incluso radioactivas. Siempre existe la posibilidad de que una llegue, golpee un pedacito de nuestro ADN y se convierta en otra cosa, en un monstruo, o un escritor respetado -afirma con vehemencia nuestro autor.
Por ello no eligió el período de entreguerras para narrar historias de científicos que modelaron la física y las matemáticas, y que cambiaron el mundo: las ideas que animan el libro tomaron forma en ese período, que fue tan fértil como horroroso. Las ideas son las que lo orientan. Parte de ellas y luego va descubriendo historias y personajes.
El primer ensayo de Un Verdor Terrible Azul de Prusia, es una deriva, y lo redactó con un método musical, parecido al que usa Sebald, en el cual va tirando de un hilo de la historia, y luego trenzas que apuntan hacia una extraña coincidencia, como si se estuviera descubriendo un sentido oculto tras las cosas.
Los laboratorios literarios de Labatut
La literatura de Labatut, si bien no hace apología de la ciencia o de los científicos, tampoco es conspiracionista. La ausencia de una narrativa central es una fuente de vértigo, es algo que asusta hasta al más valiente: la verdad y la locura son síntomas de la misma enfermedad. Lo que a él le interesa realmente es esa enfermedad (la teratología).
Contra la historia oficial de la ciencia que aún hoy se esmera en creer apodícticamente que el conocimiento mas valioso es generado por las personas mas admirables, lo que Labatut hace es abrazar la complejidad; reconocer que la fuerza dominante en el mundo (y en sus libros) es el azar, y desentenderse de la corrección historiográfica o del endiosamiento de los grandes sabios (que muchas veces han sido personas muy poco sabias).
Sus dos obras mas recientes se han volcado completamente a las paradojas de la ciencia. En los textos de Un verdor terrible y La Piedra de la locura trata de hablar un poco de la textura extraña que está tomando la realidad; de cierta nueva locura o extrañeza que todos estamos empezando a sentir, algo que se está colando en la experiencia y nos hace preguntarnos continuamente si lo que vemos, pensamos y oímos es real.
Labatut no es un adorador ingenuo de la verdad sino un amante convencido de la potencia creadora de la contradicción y la paradoja. Pero tiene una fantástica sensibilidad hacia el carácter ficcional de la historia científica y viceversa.
El nombre de los quarks viene de una frase de Finnegan’s Wake
Entre las infinitas migas de pan que Labatut va arrojando a lo largo de sus ensayos encontramos el carácter precursor del poema de Edgar Alan Poe Eureka en donde por esos misterios de la serendipity aparecen fenómenos como el Big Bang 80 años antes de que Lemaitre lo hipotetizara.
También las nociones del Big Crunch o contracción del universo; la equivalencia entre materia/energía de Einstein o la identidad entre luz/calor/magnetismo (Maxwell) décadas antes de que se las registrara como parte del paradigma científico.
Si hay algo que hipnotiza en este libro es la incapacidad de poder discriminar cuánto de “realidad” y cuánto de ”ficción” contiene, cuando la realidad es siempre un tipo de ficción, cuando toda ficción es un tipo de realidad. No es fácil convertir los enigmas de la mecánica cuántica en una nouvelle.
Tampoco aceptar que el genial Fritz Haber que desarrolló un método económico para síntetizar el amoníaco que hizo posible los fertilizantes nitrogenados y salvó a la humanidad de la maldición de Malthus (por lo que obtuvo el Premio Nobel en 1918), nos regaló asimismo el gas Zyklon, hizo posible la guerra química y terminó bautizando con su invención al exterminio de millones de judíos en las cámaras de gas nazis.
Si la lectura es apasionante ello se debe a que los puntos de intersección son inagotables, inesperados y sumamente atractivos, una batesoniana impar. ¿Qué tiene que ver el cianuro de hidrógeno (presente en la costra del cometa Halley); un precursor de nuestros aminoácidos y la Primera Guerra Mundial?
¿Qué tiene que ver la teoría de las cuerdas con un soldado alemán que resolvió las ecuaciones de Einstein, mientras su cuerpo era carcomido por una enfermedad necrotizante y de cuya solución apareció el primer agujero negro?
¿Qué tiene que ver un matemático japonés que publicó una prueba que nadie era capaz de comprender con el futuro de la humanidad?
¿Cómo es posible que hayan surgido dos versiones equivalentes -pero contradictorias- de la mecánica cuántica, la que le debemos Walter Heisenberg quien la creó leyendo a Goethe y sufriendo malestares sin fin a lo largo de meses y la de Erwin Schroedinger encerrado con una amante en un resort de esquí y que en una semana puso patas para arriba la otra?
Cuando la ciencia forma parte de la locura y viceversa
Para Labatut si se acepta que el propio punto de vista es limitado por esencia, la única manera de ampliarlo es multiplicándolos. Hoy, el que no tiene más de un par de ojos está ciego. Debemos ametrallar al mundo con infinitas visiones. Lectiones sont multiplicanda.
El punto de partida es claro: es un delirio pensar que podemos entender al mundo. Detrás de cada descubrimiento hay algo mas oscuro. La obra de Labatut está obsesionada con el Misterio. Lo realmente nuevo implica el fin de un mundo; un pequeño apocalipsis. Una forma de intentar acercarnos a algo es triplicar la aproximación vía el Arte/la Ciencia/la Magia (la irracionalidad hecha método).
En sus obras mas reciente La piedra de la locura (un anticipo suponemos que de muchas mas novelas metafísicas como ésta) Labatut se enfrasca en el horror atávico, el reflujo de ciertas normas antiguas y premodernas de sentir y de pensar. Las relaciona también con el logicismo, las ideas del matemático David Hilbert, y su intento por querer atrapar todo a través de las matemáticas; y también con uno de sus escritores favoritos, Philip K. Dick que tuvo una especie de extraña iluminación que le permitió un poco adelantarse a esto que estamos viviendo.
Peleado con el éxito, habiendo escrito directamente en inglés el último capítulo de Un verdor terrible, asi como La piedra de la locura y el que está terminando ahora, Labatut nos sacudió con su capacidad de escamotear el mundo artificial en el que vivimos desde ya hace mucho tiempo, y proponernos no una realidad mas genuina sino un trasfondo infernal de realidades sin fin. Nietzsche asecha.
Referencias
Benjamín Labatut, autor chileno de «Un verdor terrible»: «Hoy, el que no tiene más de un par de ojos está ciego
Benjamín Labatut se alía con Philip K. Dick para retratar el mundo que emerge de la pandemia en ‘La piedra de la locura’
El chileno Benjamin Labatut, nuevo fenómeno editorial de América Latina
Benjamín Labatut: «El fin del mundo es tan lento que quizá no acabe nunca»
Explorando bajo la tormenta
Benjamín Labatut: «El ser humano ya no es parte de la naturaleza»
Gracias Alejandro por recomendar lecturas que movilizan y nos conducen a cuestionar lo que creemos que sabemos.