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Shosetsu o acerca de conversaciones imaginarias que bien pudieron haber tenido lugar

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Haciendole cortocicuito a la historia *

No fue la primera vez que me encontré con un caso de éstos. Aunque no sabía que tenían un nombre tan apropiado (¿hay algo que no lo tiene?). Se trata de conversaciones imaginarias entre personajes reales. El sueño de todo ecologista de las ideas. Llevar al dominio social y de las interacciones intensivas la puesta en contacto de mentes y cuerpos privilegiados, para ver hasta que punto la coevolución de los memes produce (o no) fenómenos de aceleración evolutiva *.

Se trata de ejemplos de ficción científica para los cuales los japoneses encontraron el nombre justo tildándolos de «shosetsu». Hace unos cuantos años hubo una serie de televisión que ejercitó el derecho a poner en tele-contacto a gigantes de la acción y del pensamiento.


Se trato de Meetings of the Mind de Steve Allen que se irradio en USA entre 1977 y 1981 y que costo 18 años producir. Pero en ese caso la combinatoria era mas espectacular que temática, mas en el reino de los experimentos insulsos -jugando a seducir cholulamente al espectador.

Porque sentar en la misma mesa a Marx y a sir Thomas Moro, a Galileo y a Darwin, a Platon y a Voltarie, a Socrates y a Bacon daba mucho mas para una especie de Caras o Gente en el Túnel del Tiempo, que para una detenida y exhaustiva puesta en resonancia de ideas y modos de pensar y de ver.

Muy otro fue el camino transitado por Edwin Schlossberg quien obtuvo un PhD en Ciencia y Literatura en la Universidad de Columbia en 1971 (y que estuvo o está aun casado con Carolina Kennedy) y que hace exactamente 25 años publicó un testimonio de una discusión imaginaria entre Albert Einstein y Samuel Beckett.

El propósito de Schlossberg explicito en el libro era investigar las ideas de estos brillantes autores en el punto mismo de su ebullición. Fue un intento -bastante logrado- de convertir al texto en el lugar de intersección de estos dos payadores y del propio Schlossberg convertido en un «impresario» de las ideas ajenas.

Schlossberg es un tipo lúcido y por eso sabía que su osado intento no iba a poder sobrepasar el poder de las propias palabras en cuanto a tratar de descubrir al pensamiento en su status nascendi.

Diálogos a múltiples voces

Pero cuando uno quiere a un autor, cuando siente que lo que dice es lo que uno querría decir, cuando encuentra que conviene perder toda la esperanza de ser mas auténtico con los propios pensamientos, porque otro nos ha desnudado con la precisión de su prosa, la concisión de su sintaxis, la jocundia de su decir preciso y desentumecedor, entonces quien pone en resonancia no ya a dos (como hacemos todo el tiempo cuando leemos algo o nos leemos a nosotros mismos), sino a tres o mas autores (privilegio de la ficción: novela, teatro, etc.) transmite a los lectores su propia recreación del texto -como si lo estuviera leyendo otro, el segundo autor, el propio lector. Y los juegos de espejos se multiplican volviendo al mismo tiempo mas evasivo pero mas atractivo todo el juego de la interpretación.

Hay una gran dosis de autoreferencia, recursividad y juego de cajas chinas en este intento de discutir la comunicación escrita en el acto de ser comunicada. La osadía se complica aun mas cuando lo que se busca hacer resonar son ideas muy diferentes (literarias, científicas) tratando de detectar sus similaridades estructurales como hizo Schlossberg en su biografía novelada de las ideas de Einstein y Beckett.

Shosetsu es un tipo de narrativa muy distinta de los libros mas serios o sistemáticos, en donde se trata de poner en correspondencia o se buscan isomorfismos, homomorfismos, o cualquier otro tipo de ismos entre mentes que brillan.

Ejemplos de este tipo aunque bien no abundan pertenecen a una categoría muy diferente a los de la ficción científica que aquí estamos saludando. Porque por mas interesante que sea la puesta en correspondencia de las ideas y teorías de Gertrude Stein, Albert Einstein, Ludwig Wittgenstein y el Frankenstein de Mary Shelley en Reinventando el universo de John Brockman nada tiene que ver con la ficción cientifica.

Tampoco se emparienta con el interesante trabajo de Lawrence Leshman & Henry Margenau El espacio de Einstein y el cielo de Van Gogh. Mas alla de la realidad física, que es un interesante ensayo que busca hacer resonar los aspectos mas ricos de la revolución científica con zonas aledañas en la humanidades y las ciencias sociales.

Ahora que aclaramos un poco mas que no es el shosetsu y que dimos el ejemplo del texto de Schlossberg como una de sus encarnaciones, podemos pasar al tema que nos convoca hoy. Un excelente ejemplo de Shosetsu que fue traducdo al castellano hace un tiempo. A saber El quinteto de Cambridge» de John L. Casti (Taurus, 1998).

El Quinteto de Cambridge

En una tormentosa noche de verano convocados por Charles Percy Snow (me encanta encontrar los nombres completos de personajes que durante décadas solo conocí por sus iniciales) quien no solo era un abogado de la cruza de culturas (científica y humanista), sino también un mentor de la política científica y de guerra de Inglaterra, cinco de las mentes mas sustanciosas de mediados del siglo se encuentran para una cena de lujo en la habitaciones del Christ College.

La pregunta para la que han sido convocados a degustar (manjares e ideas) es la misma que me vengo haciendo desde hace cada 3 décadas: (¿será por eso que pase por la filosofía? ¿o será por ello que la filosofía paso por mi?) ¿es posible construir una maquina que pueda reproducir los procesos cognitivos humanos?

Quienes asistieron a esa cena imaginaria fueron Edwin Schroedinger físico cuántico premio Nobel de Física en 1933 (compartido con Paul Dirac) quien en 1944 publicó su extraño y extraordinario texto ¿Que es la Vida? donde habló por primera vez de la sustancia vital en términos de cristales aperiódicos sentando las bases para los fenomenales descubrimientos de James Crick y Francis Watson de una década mas tarde acerca de la estructura del ADN.

El otro participante genial fue mi muy amado Ludwig Wittgenstein que hizo el mas tempestuoso y radical de los giros e inversiones en la filosofía contemporánea. Atomista lógico convencido, fanático de los lenguajes de descripción, y decidido empresario de la lógica computacional antes de sus encarnaciones en las máquinas, abandonó todas esas perspectivas y terminó abrazando un relativismo cognitivo y un pragmatismo y contextualismo que todavía avergüenza a sus amantes de la primera época. Y que a mi me deleita.

También asistió (virtualmente) a la cena, Alan Turing el hombre enigma (de quien se represent’o hace un tiempo la obra de teatro Descifrando el Código de Hugh Whitemore (1987)) que reveló los códigos secretos de los alemanes durante la segunda guerra mundial, ideó la máquina teórica que podía pasar de un estado a otro siguiendo un conjunto de reglas preestablecidas y cuyas ideas están -junto con las de Von Neumann– encarnadas en las computadoras actuales, y que se suicidó (incapaz de soportar la tortura de su homosexualidad) a los 41 años.

También asistió (en el papel que le asignó Casti) John Burdon Sandersen Haldane un brillante, genetista, divulgador científico y activista político pieza vital en la puesta en contacto entre el darwinismo clásico y la genética moderna (síntesis neo-evolucionista). Haldane fue un marxista delicado que se desilusionó muy tardíamente de su credo en 1948 a propósito del affaire Lyssenko y emigró a la India en 1957, 7 años antes de su muerte)

Lo genial de Casti fue juntar en una cena a todos estos personajes, machacar sobre sus idiosincrasias, gustos y manías (las melancólicas auto-reflexiones de Wittgenstein acerca de un cáncer terminal que lo liquidaría en poco tiempo y su ansiedad por dictar sus ideas que terminaría en las Investigaciones Filosóficas son conmovedoras), pero sobretodo producir un texto que es a la vez cáustico, hiperrealista, respetuoso de las ideas contradictorias y, sobretodo, ameno, intensamente ameno.

Quizás uno de los aspectos mas reconfortantes de este tipo de esfuerzos (mal llamados despectivamente de divulgación filosofico-literaria) es rescatar el poder de las ideas en su máxima incandescencia, sin diluirlas en la incomprensión a las que llevan el tecnicismo, las fórmulas vacías y los lenguajes simbólicos esotéricos.
Pero sobretodo lo que maravilla y entusiasma en este tipo de propuestas es la posibilidad de que la ficción sea mas fuerte, convincente y atractiva que la realidad, sin por ello perder ni un solo gramo o ápice de verosimilitud. Sin que las ideas sean mutiladas (como en los manuales), sin que haya que dejarse arrastrar por las interpretaciones privilegiadas (de los sosías autorizados y certificados), y sin que se pierda jamás de vista que los cerebros están montados sobre cuerpos y que éstos no solo piensan, sino que aman, se confunden, se entusiasman y finalmente (o desde siempre y para siempre) emocionan. Me gustó.

** Un buen ejemplo de epistemología evolucionista para entender estos atajos creativos en el campo de las ideas pertenece a Rosaura Ruiz & Francisco Ayala El método de las ciencias. Epistemología y darwinismo. (FCE, 1998).

Publicado enLenguajes

Un comentario

  1. Meritxell Meritxell

    Me ha parecido muy interesante y me hace recordar los fotomontajes…Ahora solo nos queda inventar por fin la máquina del tiempo y poner a dialogar a nuestros filósofos preferidos(que se digan a la cara sus teorías y haya mucha controversia…)

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