Bruno Latour nos enseñó tantas cosas, que es difícil agradecerle todas y bien. Pero una de las mas duraderas ha sido la noción de modalizacion de los discursos. Importa tanto lo qué se dice acerca de qué, como cómo se dice acerca de, quién dice qué, cómo se instalan los temas y los tropos, quiénes los definen y bautizan, quiénes los explican y los rearticulan. Y esto vale tanto acerca del mundo real como del virtual. Y muy especialmente del virtual. Donde las operaciones de marketing, visibilización, esponsorización y de puesta en circulación requieren de figuras, de promotores, de usuarios.
La modalización tiene sus riesgos cuando se presenta como academización. Tuvimos un excelente ejemplo cuando nos enfrascamos en la lectura de Ciberculturas Juveniles coordinada por Marcelo Urresti de la UBA, donde fenómenos que son vibrantes, confusos, e desinstitucionalizantes, fueron barridos por la mirada ubamarxista, pasteurizados por las viejas dicotomías y distinciones de siempre, y en definitiva englobados bajo una mirada ideologizante previas a cualquier lectura y que se impone mecánicamente llevando a conclusiones sabidas de antemano independientemente de que objeto se analiza.