1. Mundo VUCA
Tomándonos en solfa a la filosofía y en serio a todo lo demás
Pause & Effect: The Art of Interactive Narrative
Hace un tiempo me topé con un libro que me interesó mucho. Se trataba de Pause & Effect: The Art of Interactive Narrative de Mark Stephen Meadows. Y aunque no avance mucho en la lectura me llamó mucho la atención su definiciín de interactividad. Ya que estamos en horas y días de disucsión a fondo del tema viene a cuento revisar sus propuestas. Para Meadows….
Interactividad es un aumento creciente en la participación
Es un camino de comunicación bidireccional
Es una respuesta a una respuesta
Es full-duplex
La interacción es una relación.
Es buen sexo.
Es una mala conversación.
Es comportamiento indeterminado y es un resultado redundante.
Es muchas cosas, ninguna de las cuales puede hacerse sola.
Es un proceso que dictamina las comunicaciones.
También puede ser una comunicación que dictamina el proceso
La interactividad provee opciones, necesita de un cambio de ritmo, y nos cambia cuando lo cambiamos.
Podemos estar de acuerdo con un punto mas que el otro, el listado a lo mejor nos asombra por la variedad y cierta laxitud, pero difícilmente a nadie le parezca que lo que comenta Mark es o trivial o está mal encaminado.
A todos menos … al inefable Chris Crawford quien On Interactive Storytelling en un trabajo de arrasamiento semántico como pocos, hace polvo cada una de las caracterizaciones de Meadows, proponiendo otra suya mucho mas acotado, sintética y generativa (atractiva pero al mismo tiempo sumamente peligrosa por paralizante). Veamos primero el trabajo de demolición.
Has recorrido un largo camino Cátedra de Datos
La Cátedra de Procesamiento de Datos a mi cargo en la UBA ya está mayorcita de Edad. Creada en 1996 –y con un extenso pasado por detrás– ha pasado ya por numerosas fases que han sido inventariadas oportunamente. Hoy después de 6 años ininterrumpidos dedicados al diseño ontológico -y a repensar/reinventar medios- es hora de parar la pelota, ver a qué juego estamos jugando, y como lograr mejores resultados con el esfuerzo de la casi cuarentena de personas que la integramos.
Durante casi una década (de 1996 a 2005) el peso de las cursadas estuvo puesto en el análisis de los fenómenos que iban tejiendo al nuevo mundo digital. Casi contemporáneos del advenimiento de la internet comercial en 1995, cuando salimos al ruedo un año después en marzo de 1996, veníamos de trabajar durante casi dos décadas en la teoría general de los sistemas, la inteligencia artificial, los sistemas cognitivos, pero también en hipertextos, la epistemología experimental, los paradigmas fluidos, las versiones discontinuistas de la historia y nos interesaban mucho los fenómenos tecnoartísticos como heraldos del futuro.
Compuertas evolutivas
Llueven datos para confirmar/disconfirmar que estamos entrando en una nueva fase civilizatoria. Como cada uno escande sus bisagras históricas según el calendario que mas le viene en gana (antes o después de Cristo, antes o después de Google, antes o después del capitalismo, antes o después del fordismo, antes o después de la ideología, antes o después de Perón, antes o después de los K o quien mas o menos les venga en gracia), podemos recortar y puntuar a piacere (al mejor estilo Watzlawick), y la realidad que queramos construir se apoltronará mejor o peor a nuestro relato de turno.
Durante las últimas décadas el fiel de la balanza de la filosofía de la historia osciló entre modernidad y postmodernidad, entre estructuralismo y existencialismo, entre autores y teorías, para quienes hemos hecho del consumo de símbolos, además de una necesidad cotidiana, una forma de (reproducción material) vida.
Por eso es muy dificil saber si el libro, el periodismo, o los profesores, o la publicidad o la política están moribundas o rozagantes, están en coma (natural o inducido), están por revivir o nunca murieron del todo, o si son como la hidra, autorreproducibles o como los autómatas de Von Neumann autorreplicables.
Tomemos la ya aburrida distinción libro de papel vs libro electrónico. Hace al menos 20 años que se la anunció como dipolo merecedor de discusión y enconos, de argumentos y justificaciones, peros sobretodo de inversión y de apuesta.
Porque si bien la discusión tiene mil variantes y niveles, en definitiva hay dos polos que se verán afectados en forma significativa por la transmutación del libro, o su lisa y llana desaparición, si es que eso pudiera ocurrir algún día.
La tesis del paréntesis de Gutenberg
Hace un mes descubrí un meme nuevo. Se trata de la tesis del paréntesis de Gutenberg. Formulada originalmente por el profesor Lars Ole Sauerberg del Institute for Literature, Media and Cultural Studies de la University of Southern Denmark, Sauerberg forma parte de un grupo de trabajo en curso de institucionalización que lanzó recientemente el proyecto «The Gutenberg Parenthesis Research Forum«, y que ha logrado sintetizar en forma virtuosa sus principales puntos de vista en este poderoso diagrama.
Estos investigadores (muy afines sin saberlo a Alesandro Baricco y Los Barbaros) defienden la hipótesis de que los 500 años de texto que tenemos/tuvimos (asociados a lo mas sagrado del Canon Occidental como convirtieron en teología secular obras como El canon occidental: La escuela y los libros de todas las épocas (Anagrama, 2005) de Harold Bloom, a lo mejor no habria sido, contrario sensu de lo que la escolástica humanista imagina, nada mas que un mero paréntesis, entre el mundo oral de casi toda la historia previa a la invención de la imprenta y la oralidad secundaria que estaríamos viviendo a partir de la invención de Internet.
Esta tesis no es tan nueva y ya fue delineada por Marshall McLuhan en sus libros seminales de la década de los años 60/70, especialmente en La Galaxia Gutenberg y también había sido prefigurada por Walter J Ong en obras imperdibles como Ramus, Method, and the Decay of Dialogue: From the Art of Discourse to the Art of Reason (Cambridge, MA: Harvard UP, 1958); Interfaces of the Word (Ithaca: Cornell UP, 1977) y la esencial Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, México, FCE, 1997.
Con motivo de una nueva feria del Libro, editoriales, diarios, consiglieri, defensores del sacrosanto orden del papel, etc etc hacen lo imposible para: 1) mostrar su irreductibilidad a las modas tecnológicas, 2) hacer mínimas concesiones al universo digital que sin prisa, pero sin pausa tampoco, está poniendo patas para arriba un orden establecido hace 500 años y que por algun extraño motivo los primeros consideran eterno.
La revista Ñ (que junto a ADN de La Nación y Radar de Página/12 son núcleos privilegiados de esa resistencia) entre desganada y preocupadamente armó un informe titulado El libro y el pensamiento en la era digital coordinado por Alejandra Rodriguez Ballester & Jorgelina Nuñez. Pero por el resultado el tiro puede haberles salido por la culata porque por primera vez el balance es bastante mas duro para los libros que para las pantallas.
Abre este informe mi nota (inédita) “La cultura de los post-lectores “que dialoga con “Los libros y el pensamiento” de Gloria Pampillo. El dossier incluye además una entrevista a Robert Baensch, una pésima experiencia de lectura de e-books de Eduardo Belgrano Rawson (Francis Pisani leyó una novela entera de 600 páginas en el Kindle 2, y la gozó de lo lindo), “La condiciones de la época” sobre la poesía en Internet analizado en profundidad por Santiago Llach; “Mi blog, bitácora de escritura” de Daniel Link; “Google la nueva divinidad” por Jorge Carrión, y el que mas me gustó “La escuela me hizo odiar la lectura” de Francisco Tonucci. Como corresponde Clarín pijotea el material y no lo puso en línea. Por eso aquí subo el mío.
Tejiendo futuros digitales
Un libro es una cápsula de ideas, pero sin sostén material apenas sería su visión incomunicable. Esos lenguajes privados de los que tanto hablaba Ludwig Wittgenstein. Para que el libro circule y se convierta en meme necesita de soportes materiales, necesita de impulsores y contradictores, necesita básicamente de una materialización (aunque sea en el ciberespacio).
El libro (al menos el aún físico de papel) no es tal sin el editor y el imprentero, sin el director de colección y el marketinero, sin el superlector editorial que lo evalúa y, sobretodo, si no tiene padrinos, gente que apueste a él, que estén tanto en el mercado como en la familia, que sean coautores que asisten a charlas, clases y semianrios, que son también auitores de otros libros con (o contra) los cuales el autor dialoga.