Una vieja y sana costumbre
Siempre me llamaron la atención. Desde hace añares. Aunque las ví en distintos lugares, donde seguramente mas me encantaron fue en la Recoleta de Buenos Aires. No eran demasiado sofisticadas y cada tanto esperaba que quienes las encarnaban, se equivocaran o movieran o mostraran algún signo de cansancio. Pero no creo haberlo logrado.
Como tantas cosas que empañan o engalanan la experiencia urbana, después de verlas tanto no les prestamos mayor atención. Igual siempre les tuve admiración y envidia. Por su manejo del cuerpo. Por su ejercicio de la paciencia. Por su capacidad de detener al tiempo y de fijar la atención en un espacio móvil atiborrado de sensaciones superfluas y de estímulos vacíos.