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Categoría: Arte

Estatuas vivientes

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Una vieja y sana costumbre

Siempre me llamaron la atención. Desde hace añares. Aunque las ví en distintos lugares, donde seguramente mas me encantaron fue en la Recoleta de Buenos Aires. No eran demasiado sofisticadas y cada tanto esperaba que quienes las encarnaban, se equivocaran o movieran o mostraran algún signo de cansancio. Pero no creo haberlo logrado.

Como tantas cosas que empañan o engalanan la experiencia urbana, después de verlas tanto no les prestamos mayor atención. Igual siempre les tuve admiración y envidia. Por su manejo del cuerpo. Por su ejercicio de la paciencia. Por su capacidad de detener al tiempo y de fijar la atención en un espacio móvil atiborrado de sensaciones superfluas y de estímulos vacíos.

Cinedocumentando el pasado. Cuando el subjetivismo lo invade todo

Visitando catedrales del saber

Ocasionalmente visito Guadalquivir esa hermosa y bien dotada librería de Callao y Marcelo T, pletórica de novedades españolas a precios impagables, de ensayos sobre todos los temas que me apasionan, de flamantes volúmenes recién llegados a los anaqueles que impertérritos se desploman sobre las librerías todos los meses, aunque los censos de lectura amenazan con su muerte inminente.

Y a pesar de que mis bibliotecas ya hace rato que han estallado y que nuevamente casi un centenar de libros desborda el cuarto de visitas que hace de biblioteca o viciversa, son demasiadas LAS tentaciones como para no seguir hurgando librerías, preguntándole a Google y a Amazon que hay de nuevo, y sobretodo para impedir toparnos con autores inéditos, con problemáticas poco trilladas, con experimentos y expediciones a los rincones mas ignotos del conocimiento y la experiencia, como para no tentarnos con una nueva compra, una renovada lectura, un enésimo cruce de fronteras y una apuesta siempre renovada por la pauta que conecta,

Maurice Blanchot o… Darse al abismo

hasselblad1.jpg Maurice Blanchot, escritor y crítico, nació en 1907. Su vida está dedicada a la literatura y al silencio que le caracteriza.» (de la propia pluma de Blanchot)

Yo la veo, esta luz fuera de la cual no hay nada. No existe duda que Maurice Blanchot (Eze, Alpes marítimos, 1907), a quien pertenece la frase citada, jamás ha rehusado entregarse en sus obras al vértigo fatal que implica indagar a través de la escritura en la propia esencia humana.