El tennis es una buena ventana al alma
Corría raudo del aeropuerto de Carrasco hacia la Intendencia Municipal de Montevideo (que tiene una puerta cincelada que es de las mas lindas que jamás haya visto en mi vida), cuando alcancé a ver una raqueta levantada en un bar, pero no sabía si se trataba del primer o del último set, eran cerca de las 7 de la tarde y la final del US Open entre Roger Federer y Juan Martín del Potro, postergada por lluvia a lo mejor ya había terminado.
Fui a dar mi charla en el contexto de una evaluación y análisis de avance de los logros de El Plan Ceibal (Foro Educación,Tecnología y Sociedad) en Uruguay. A la salida caminámos en grupo por la mítica avenida 18 de Julio, y cuando llegué al Hotel Balmoral en la no menos conocida Plaza Cagancha, un augusto edificio que conjuga muy bien con el estilo melancólico y soberbio de esta añeja ciudad, me encontré con que Del Potro estaba peleando el último punto del cuarto set.
Del Potro iba a abajo 6 a 5 y, aunque tenía el saque a favor, tendria que ir a tie break, y sabemos que bien los juega Federer. El resto fueron casi 45 minutos de pura magia, y la aparición de un nuevo cisne negro en el firmamento tenístico. Del Potro había ya perdido 6 veces antes con Federer, y nada indicaba que le ganaría esta vez. Y cuando todo el mundo esperaba una final Federer vs Nadal con ganancia segura para el suizo, las tabas de las Moira volvieron a darse vuelta. Lo improbable, lo casi imposible ocurrió. En la final volvió a pasar lo mismo.