Litúrgicamente cada fin de año exige barajar y dar de nuevo. Es hora de balances, síntesis, autovaloraciones y confrontación de lo proyectado/prometido con lo logrado/consagrado. Cuando lo que estamos resumiendo no es ya sólo un año sino un trienio, las papas queman mas que de costumbre, el arco narrativo se estira demasiado, y -a veces- no resulta tan fácil separar lo deseado de lo obtenido.
Dado el formato y contenido ubérrimos que hemos explorado en estos tres años, la cantidad enorme de presentaciones y propuestas que trasegamos, la infinidad de átomos de conocimiento que hilvanamos, y la profusión de artículos, notas, papers y -sobretodo- libros que cual hifas tejieron un micelio memético que nada tienen que envidiarle a los cuerpos fructíferos de los hongos macroscópicos (setas) y los hongos pluricelulares microscópicos (mohos), esta anhelada síntesis se demora.
Precisamente la sesión única de la unidad 10 del cierre estuvo dedicada a poner en pantalla a un tipo de pensamiento que no había sido examinando sistemáticamente a lo largo del trienio cual es el pensamiento tentacular.