El filósofo-estrella
De los grandes popes de la filosofía francesa de mediados de los años 60, solo a uno jamás me lo encontré por la calle, ni tampoco lo ví en curso alguno, ni tuve la suerte (o no) de asistir a sus charlas o conferencias. Se trató de Jacques Derrida de quien sin embargo tuve la infinita suerte de poder devorar sus tres libros seminales (La voz y el fenómeno, La escritura y la diferencia y De la Gramatología todos publicados en 1967), que lo catapultaron a una posición central en el campo filosófico, en el año 1969, ya que en esa época vivía en Francia y su obra cayó como un tumulto que se discutía a viva voz.