Mudez ¿transitoria o permanente?
Lo dijimos en nuestro último post en marzo, que duró un suspiro y lo repetimos ahora en Julio. Algo no está funcionando en Filosofitis . Parece que la mudez no era transitoria sino mas bien permanente. Para el ínclito Horacio Guarany si se calla el cantor significa que aquellos que alzan la voz contra la injusticia y la opresión enmudecen, y su silencio representa la pérdida de la lucha por los derechos y la dignidad de los más desfavorecidos.
Nada mas alejado de nuestro silencio y falta de presencia en las redes, solo rara vez alterada por algún posteo solitario en X, cuando antes manteníamos una alta presencia (vía un agregador como Hootsuite) en este hoy vapuleado Twitter devenido X. Y mas raro aún porque no fue que no nos pasaron (hicimos pasar) cosas en este semestre, probablemente el mas viajado y el mas ajetreado de nuestra larga historia.
Pero algo sucedió con la conversión y la traducción, con la transliteración y la transposición. Por mas que tuvimos la mejor cursada de nuestras 10 en @escenariosudesa, por más que viajamos mensualmente no solo una sino a veces dos a USA y México y también a España. Sin descontar la decena de viajes que hicimos a Misiones y a algún otro lugar de la república.
Tampoco fue por falta de lecturas – de encuentros meméticos llamativos- porque nunca recogimos tantos títulos interesantes, novedosos, sacudidores o rompedores, como los centenares que atesoramos en estos innumerables viajes. La máquina de convertir experiencias en texto y viceversa se pinchó.
¿Porqué se calló el cantor?
Entonces ¿porque se calló el cantor? o ¿porqué creemos llegado ese momento aporético wittgensteniano cuando “de lo que no se puede hablar hay que callar” ya que nuestro silencio está a años luz también del que motivó a Wittgenstein a escribir esa sonada frase que sugiere que hay cosas, como la muerte o la nada, que no pueden articularse con sentido, que no se pueden conocer.
Nuestro silencio es de otro tipo. Cada día vemos o nos llaman la atención decenas de eventos, acontecimientos, noticias sorprendentes, asociaciones temáticas inesperadas. Y aun así no logramos plasmarlas en un relato ms o menos (in)coherente.
Enviamos a amigos y conocidos todos los días decenas de links (de notas leídas previamente) a numerosas listas, grupos, pero difícilmente pasemos del título, el copete o la bajada cuando de discutirlas se trata. Nos quedamos sin aire para expandir y comentar, para trenzar o conectar, jugando al juego que tanto nos gusta de seguir las huellas de Gregory Bateson buscando la pauta que conecta.
Hay parte de agobio, porque la mayoría de las noticias mediáticas que entrevemos naufragan entre la frivolidad y la impotencia. Hay parte de estupor porque brotan acontecimientos desde todos los wines (los mas recientes: el (¿auto)-atentado?) contra Trump; la desaparición de Loan o el 30mo adversario de la voladura de la AMIA) y es imposible generar nexos causales explicativos. Y hay parte de impotencia porque no hay problema maldito que sobrevolemos que no nos deje inmediatamente paralizados en la fase del análisis y -mucho mas probablemente- en la del intento de revisión (cambio climático, inestabilidad política internacional; fallas estructurales de la educación, la salud, la economía y la gobernanza).
La singularidad ¿propuesta superadora o mera impotencia?
Pero vayamos del final al principio.Hagamos escala en alguna charla o intervención que hayamos hecho en el último semestre. Podríamos empezar por la última de todas que aconteció hace un semana en el Silicon Misiones, donde recorrimos el último libro de Ray Kurzweil The singularity is nearer (2024). Un ejemplo mas (aunque muy sintomático) del transhumanismo llevado hasta sus últimas consecuencias.
Hace casi 20 años cuando Kurzweil no había escrito aún esta obra en su primera versión The singularity is near (2005), un critico mas que audaz como John Gray en su brillante alegato contra el especismo humano en Perros de Paja (2002), rechazaba de plano todos estos planteos (y eso que estábamos aún atascados en un invierno intermitente de la la inteligencia artificial) sosteniendo que creer en el progreso es creer que, si los seres humanos usamos los nuevos poderes que nos ha dado el creciente conocimiento científico, podremos liberarnos de los límites que circunscriben las vidas de otros animales. Esa es la esperanza de prácticamente todo el mundo en la actualidad; sin embargo, es algo que carece de fundamento”.
Y lo burilaba de un modo contundente desenmascarando las fantasías acerca de la singularidad que no eran -para él- sino una teología secular incapaz de lidiar con lo único que nos hace humanos: la conciencia de nuestra finitud [algo bien dramatizado en Blade Runner (1982) cuando los Nexus 6 vuelven a la tierra inútilmente, para que su “padre” les extienda sus 4 años de vida, algo imposible por diseño].
En esta obra Gray nos enseñaba algo que a veces no tenemos demasiado presente. A saber que el objetivo de la vida humana no es transformar el mundo, sino verlo de la forma correcta. Un trabajo sobre la percepción, no sobre las cosas mismas. No se trata de escapar del mundo, sino de Nirvanizar pequeñas parcelas de Samsara, como dirían los budistas del Mahayana. Una verdad subversiva, porque implica la banalidad de la política. Nada mas ni nada menos.
A una conclusión parecida nos llevó una relectura reciente de Michel Foucault con motivo del 40mo aniversario de su muerte hecha por por Luis Diego Fernández en su nota Samurái escéptico . Alli Fernández cuadricula el reconocimiento de Foucault a partir de 4 ejes de los que solo conocíamos tres (sus obras mayores; sus conferencias “Dits et ecrits” y sus 13 cursos en el College de France).
Pero a partir de 2018, el inicio de la edición de sus textos guardados por su pareja Daniel Defert, luego vendidos al Estado francés y que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia reveló entre otras exquisiteces un texto inedito como es Discours philosophique (próximamente traducido por Siglo XXI) y que por mucho tiempo se pensó que era un curso que el filósofo había dictado en Túnez en 1966-1967 -previa a su malograda excursion vincennita donde gozamos de su docencia en 1969.
Y otra vez ¿qué es la filosofía?
En ese libro Foucault recupera la pregunta tradicional ¿qué es la filosofía? y proporciona la siguiente respuesta: es un discurso específico e históricamente determinado. El filósofo debe focalizarse en el presente, en la actualidad, en el “hoy” que constituye la materia prima que la filosofía tiene que revelar mediante su discurso. El estatus de este “ahora” requiere encontrar y hacer visible la dimensión “extralingüística” de toda situación enunciativa, vale decir, la fijación del momento histórico desde el cual se produce este discurso.
Foucault sostendrá que la filosofía, desde Descartes en adelante, no es simplemente un discurso que responde a preguntas muy antiguas: por el contrario, el siglo XVII introduce una discontinuidad que consiste en que los objetos metafísicos tradicionales (Dios, el alma o el mundo) son dejados de lado y cooptados por la teología o las ciencias.
Después, a fines del siglo XVIII, Kant, según Foucault, radicaliza el “fin de la metafísica” demarcando el carácter inaccesible en términos de conocimiento de estos objetos de reflexión clásicos. Por consiguiente, lo que se demanda al discurso filosófico contemporáneo a partir del siglo XIX será, según Foucault, revelar el “acontecimiento” desde el cual se habla y el cual nos condiciona.
Los actos filosóficos según la perspectiva foucaultiana (transcribiendo el análisis de Fernández) son básicamente un trabajo de diagnóstico: ¿quién somos hoy? ¿Qué es este “hoy” en el cual vivimos? La filosofía es por lo tanto una forma de “medicina de la cultura” en tanto que ésta tiene por función diagnosticar a partir de síntomas culturales del presente un “acontecimiento” que nos permite diferenciar el “hoy” del pasado y dejar en evidencia la relación de fuerzas que hacen posible este movimiento (cuanto hay para releer desde esta óptica).
Pero y aqui vuelve la conexion con John Gray y su invocación al budismo, las filosofías orientales y a otros modos de la epojé: el filósofo contemporáneo será un médico que “no cura”, es decir, sólo le corresponderá diagnosticar a partir de la sintomatología social, pero no prescribir, no bajar línea, no asumir una figura de pontificado ni caer en el pomposo rol del “intelectual comprometido” que nos dice qué hacer.
El discurso filosófico contemporáneo, después de la Segunda Guerra Mundial, consistirá según Foucault en hacer una “historia del presente (Pulso del mundo para nosotros)”. Esta “filosofía del acontecimiento”, al mostrar la ilusión de la inmovilidad y la universalidad, de igual modo que la transformación de los valores y los dispositivos, abre la posibilidad para pensar desde perspectivas nuevas que modifican los modos de vida.
The shock of the old
Estos encuentros meméticos deben haber provocado un gran chispazo, porque al menos destrabó parcialmente esta imposibilidad de seguir comentando. Aburridos y molestos como estábamos con los diagnósticos, los pronósticos, el pontificado, la recaída permanente en tesis y antítesis sin posibilidad alguna de alcanzar alguna síntesis (Expired/Tired/Wired).
Pero la novedad es que si llegamos a una sintesis ésta no consistirá en frases rimbombantes, en teorías pretenciosas o en teologías excomunicadoras, sino en consideraciones (intempestivas) aquí y ahora, la mejora de la tarea diaria, el buen hacer, la preocupación por los otros y el minimalismo mas estricto (lo que creemos venir haciendo en las últimas décadas pero que actualmente están fallando en términos de textualización).
Porque cuando vemos la Big Picture (tanto a nivel nacional como mundial) la perspectiva no es de las mejores. En nuestro pais con una pobreza estructural inatacable (por mas crecimiento de darse que se fantasee) como revisa Gabriela Origlia en Pobreza estructural. El crecimiento es necesario, pero no suficiente) y nos remite a una obra excepcional como es La Herencia. Treinta años de democracia en Argentina de Ricardo Delgado donde queda claro que la alternativa no es entre Mercado Inteligente y Estado bobo.
En el mundo las cosas no andan mucho mejor por la imposibilidad de mantener funcionando una economía extractivista, polarizadora y finalmente brutalmente desigualitaria. Y donde la teología de la IA abrazada entusiastamente por los plutócratas juega el rol de deus-ex-machina que resolverá mágicamente todos los problemas que hemos acumulado en estos 500 años -junto al crecimiento ilimitado y el progreso bastante mal distribuido..
Ante una panorama tan dantesco y cuando las fantasías de colapso también son absurdas y nos extravían (el fin del mundo no ocurrirá en 24hs, algo a lo que también tan narcóticamente nos tiene acostumbrados Hollywood Collapse Will Look Nothing Like in the Movies) quizás se entienda ahora porque el cantor no canta y porque la prosa no fluye.
¿Como salir de este inmovilismo? ¿Como convivir con diagnósticos de fin de época? ¿Porqué quedarnos atrapados en conversaciones tan poco interesantes tratando de reducir el presente al pasado? ¿Qué mejor signo de la época que el video que incluímos en la portada? ¿Cómo no percibir el agotamiento de todas las categorías y las seguridades epistemológicas en ese desfile kitsch tecno-político?
Por suerte hace mucho que somos foucaultianos y graysianos, wittgensteinianos y biocentristas, animalistas y vegetalistas. De tanto menjunje perceptual/conceptual algún mensaje reparador sabrá salir, y algún camino a recorrer juntos emergerá.
Amén.
[…] Pero también sabemos que no aumenta la productividad creativa en nada, cuesta billones y es extract…, entonces lo mejor es ver la IA a través de los Santos Patronos. […]