La confusión ambiente crece a un nivel ensordecedor. Desde que la cuarentena se terminaría el 10 de Mayo hasta que seguiría hasta septiembre [cuanta razón tenían los mas agoreros que seguramente se quedaron cortos]. En el medio escándalos y absurdos mayúsculos con la liberación de los presos fogoneada por al área mas garantista del gobierno.
Y llegó el jueves santo, que esta vez no tuvo nada de jueves ni de nada de santo. Como bien muestra un meme ya no tenemos días de la semana sino solo el sufijo -day (porque los prefijos sun-, mon-, tues-…) se repiten monótonamente. Aunque no llegamos al extremo de algunos de nuestros alumnos que viven en pijamas, duermen de día y respiran de noche, esta prolongación sine die tiene un efecto adormecedor.
Dos semanas antes del inicio de la cuarentena iniciamos junto a Julito Alonso una cursada inolvidable en la carrera de Diseño en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Andrés. Aquí en versión hiperresumida el objeto encantado de cada uno los 6 grupos de Escenarios del Futuro en los que se dividieron los cursantes. Gracias a todos
Primer día gris de la cuarentena. Menos consumo de ficción que la que practicábamos cuando estábamos de vacaciones. Nuestros vecinos hacen trampitas y alojan hijos por una noche, la guardia llama al 134. Se preocupan de que las piletas de las casas en construcción, y que el pasto no crezcan tanto como para alimentar al dengue. Colapsan los ingresos cerrados a la capital. Los municipio se creen countries norteamericanos y bloquean los caminos. Los camiones no pueden abastecer, los médicos llegan tarde a trabajar. Tenemos que acumular paciencia y rezar (aunque seamos agnósticos).
Aunque nuestro metier está bastante alineado con la educación, o mejor con la contra-educación, durante estos 60 días de cuarentena hemos escrito poco y nada, y especialmente nada de nada en materia tecnoeducativa. En parte porque estamos hartos del simulacro de normalidad que implicó el pasaje militar a la virtualidad. En parte porque vemos que sesgos de todo tipo están incapacitando imaginar otros futuros (y empezar a construirlos). En parte porque ahora se está endiosando la presencialidad de las escuelas y las universidades, como si fueron lugares de aprendizaje señeros. Hace rato que eso no sucede, salvo en casos excepcionales. En vez de aprovechar la pandemia para teñir con esa excepcionalidad (para nosotros la red de Colegios Montserrat y la Universidad Minerva y Team Labs serian excelentes ejemplos a seguir), caimos nuevamente en la tentación de endiosar el pasado, y a escaparle como a la peste a un futuro sin sorpresas. Así las cosas imaginar operativamente como podríamos hacer las cosas distinto (como mucha gente lo hacía antes de la pandemia y otra lo volverá a hacer después) es indispensable. Lástima que en el medio casi todos miran para otro la
Un programa académico que nunca Fue CARTOGRAFÍAS CONECTOGRÁFICAS
Después de un atrapante cuatrimestre de verano en el año 2018, recién vueltos de nuestras excursiones mexicanas, tratábamos de mirar en alguna dirección no tan prevista para hincarle el diente a nuevos desafiós, lecturas y propuestas.
En ese entonces (2 años que parecen 2 siglos) estábamos mas que influenciados por las tesis del Parag Khana de Conectografía. Mapear el futuro de la civilización mundial (inclusio le pedimos a Carlo Scolari que nos consiguiera una versión en papel de la traducción castellana de Paidos de 2018) porque queriamos compartirla con los alumnos.
Hubo un tiempo en que jugando el juego académico podríamos escribir larguísimas ponencias, incluso en algunos casos leerlas en público, tal como todavía hace algún ilustrado septuagenario. Mucho antes de que llegara el virus, nos habíamos anoticiado de las ventajas de la escritura concisa, los concepto precisos, y la necesidad de comunicar mucho con la menor cantidad de palabras posibles.
Hoy (mediados de abril) las tapas de todos los diarios del mundo están tapizadas con notas acerca del severe acute respiratory syndrome coronavirus 2 (SARS-CoV-2)
En el caso argentino toda la agenda pública instalada en infinitas conversaciones acerca de la obsesión del (no-pago) de la deuda (interna y externa) y de las posibilidades de hacer crecer a una país descreído, arruinado y desmantelado prevalecientes hasta los primeros días de marzo, se derritió como un helado (aunque la semana pasada volvimos hincarle el diente a ese hueso duro de roer).