Conceptos vacíos, intuiciones ciegas
El ciberespacio está que arde. La Web 2.0 ya es una denominación que no dice nada, dada la profusión de nuevas aplicaciones y la cantidad de funcionalidades que cada día se suman a las preexistentes. Prometen tanto o más de lo que cumplen, generan comunidades de práctica cada día más numerosas, pero también cada vez más fragmentadas; suben al podio del ganador del día a una empresa o circuito que desaparecerá de la faz de la Tierra un mes más tarde, disparan titulares acerca de compras, valorizaciones y ventas multimillonarias en dólares, que finalmente terminan en una prosa mayestática o en una ignorancia supina.
Ahora bien: hay gran contraste entre la densificación creciente de lo real (virtual) y la pobreza del aparato analítico, sustituido por meras anécdotas y autobombo de la comunidad Web 2.0. Es significativo cuando ocasionalmente un autor o colectivo, un investigador o un analista de fuste pone fin esta blableta tautológica que ha encontrado en los weblogs a su nido indiferenciador. Por ello, acudiendo a una etnógrafa de las redes, trataremos de poner algo de sentido en movimientos y migraciones que en ausencia de un marco interpretativo aparecen como aleatorios e inmotivados. E intentar comprender hábitos y rutinas de adolescentes y jóvenes; procesos posibles de formación de comunidades y de construcción del conocimiento.